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Ryan Gosling tropieza con la crítica de Cannes

REUTERS / EP

Ryan Gosling irrumpió en las pantallas del Festival de Cannes con su debut como director, Lost River. Una cinta que incluye suficientes imágenes de edificios en llamas como para satisfacer a los más ardientes pirómanos. Puede que esto explique la encendida reacción de algunos críticos.

El galán de Hollywood ha sido un visitante habitual de Cannes como actor, la última vez presentando las dos películas de Nicolas Winding Refn Sólo Dios perdona y la aclamada Drive. La influencia de Winding Refn -que este año es miembro del jurado en la competición principal del festival- en el debut de Gosling es palpable, dicen los críticos.

La película cuenta la historia de un joven llamado Bones (Iain De Caestecker), que junto con su madre (Christina Hendricks) y su hermano pequeño, son prácticamente la única familia que aún no ha sido expulsada de su comunidad, visiblemente afectada por los duros tiempos que viven.

Mientras está programado que derriben su casa debido a una deuda hipotecaria, Bones extrae cobre de casas abandonadas para venderlo y su madre empieza a trabajar en un club clandestino donde un espectáculo de cabaret muestra a mujeres siendo cortadas y apuñaladas.

Aunque a primera vista Gosling parece interesado en temas como el apego al hogar o la avaricia de los que conceden hipotecas, la película se desvía por un camino surrealista con elementos siniestros que evocan a David Lynch pero sin la parte psicológica.

Ni la misteriosa abuela muda que se sienta a ver películas caseras antiguas en la oscuridad cubierta de maquillaje y un velo negro, ni el descubrimiento de una ciudad sumergida bajo el agua, tienen mucho sentido. Un violento encuentro sexual entre la madre y su nuevo jefe parece puramente gratuito.

Como si la comunidad no tuviese suficientes problemas ya, un malhablado personaje con mucha calle llamado Bully (Matt Smith) conduce por la ciudad en su descapotable blanco, presumiendo a través de su megáfono al grito de 'yo poseo esta ciudad'. A aquellos que no obedecen, se les cortan los labios con unas tijeras.

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