El retorno voraz del capitalismo
Saskia Sassen denuncia las distorsiones de la globalización económica
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La holandesa Saskia Sassen (La Haya, 1949) tiene el honor del que no muchos sociólogos pueden presumir: uno de sus conceptos ha calado en el lenguaje corriente hasta un punto en que hemos perdido de vista su denominación de origen, como una moneda que pierde su troquelado. Hablar de "ciudades globales" para describir esas megalópolis donde se confunden todos los estilos del mundo y que a su vez irradian su influencia política, económica y cultural a escala planetaria, resulta hoy casi familiar. Cuando Sassen acuñó el término, en 1991, Nueva York, Londres y Tokio volaban muy por encima del resto: ayer, poco antes de la conferencia que impartió en Madrid, Sassen contaba unas cien en todo el mundo, incluidas la capital española y Barcelona, donde charlaráesta tarde.
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Pero las ciudades globales constituyen sólo una estación para el viaje de Sassen, que desde hace 30 años trata de entender (y de explicar) cómo se ensambla un mundo ya globalizado, cuando todavía no ha dejado de ser nacional. Los rescates bancarios son un buen ejemplo de esa realidad bisagra: "El rescate de la banca en EEUU se presentó como el retorno del estado nacional fuerte, como una especie de salida del neoliberalismo. Pero si te fijas, se trató básicamente de usar las leyes nacionales, con las que se acceden a los impuestos de los ciudadanos, para rescatar a un sistema financiero global. En el fondo, eso es un ejemplo de desnacionalización", explica la autora de Territorio, autoridad y derechos (Katz).
Sassen, "reclutada" para la Universidad de Columbia de Nueva York por el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, sabe que lo que vale para EEUU, vale para el fondo de rescate europeo, con nuevos agujeros que tapar en el horizonte griego: "La mayoría de ese dinero nunca va a ir a Grecia. Eso va directamente desde la banca central europea a las bancas a las cuales Grecia les debe dinero. Y qué puede hacer Grecia a partir de ahora, pues pedir nuevos préstamos". ¿Qué hacer entonces? "No pagar", responde, y recuerda el caso de Islandia, que votó en referéndum suspender el pago de su deuda, contraída mayoritariamente con bancos británicos. "¿Y qué pasó, se acabó el mundo? No". Para la autora de La ciudad global, en el fondo, la pregunta que continúa sin respuesta es: ¿por qué tendrían que asumir los ciudadanos las pérdidas de los bancos?
Más allá de la crisis financiera, Sassen lleva años estudiando esa dislocación entre el circuito global y los escenarios nacionales en otro tipo de flujos: los migratorios. Ahora regresa a una Europa, formalmente unida y donde viven 500 millones de personas , que se plantea suspender la libre circulación por la llegada de unos 30.000 inmigrantes desde el convulso norte de África. "Los grandes estados han terminado dominados por una obsesión en torno a algo que es muy pequeño", dice. La obsesión consiste en que "cada vez que hay una crisis, no importa de qué: de terrorismo, financiera, de desempleo, hay también una crisis con la inmigración", cuenta esta socióloga que al año de nacer se trasladó a Argentina con su familia, y donde vivió hasta los 16 años.
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La obsesión, dice Sassen, pasará factura: "A la larga este nivel de violación de derechos humanos básicos de los inmigrantes es una especie de cáncer que no se para en los indocumentados. Luego se traslada al inmigrante legal, pero es que también afecta a los ciudadanos. Eso es algo que ya está pasando." Sassen, que ayer disertó sobre cómo "Urbanizar la tecnología", dentro de las actividades previas de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo que se celebrará en Cádiz el año que viene, charlará hoy en la Casa del Mar Barcelona.
Por mucho que la crisis haya podido ampliar la distancia ideológica (es decir, engañosa) entre el inmigrante y los ciudadanos nacionales, en verdad el sistema económico los asimila cada vez más, como muestra la creciente precarización social. "La desigualdad en EEUU, por ejemplo, ha aumentado terriblemente. Los hijos de la clase media van a tener menos ingresos que sus padres, menos nivel de educación y menos oportunidades de tener una vivienda en propiedad", dice, como ejemplo.