Stéphane Hessel regresó ayer a la ciudad donde nació hace 94 años para presentar la película inspirada en ese minúsculo libro que ya ha logrado hacer historia. Indignados, la cinta, presentada en la sección paralela Panorama, parece la traducción en imágenes de la teoría dictada por el profesor Hessel en su manifiesto, salpicada de frases extraídas del libro y protagonizada por jóvenes determinados a combatir la injusticia con una sola voz. El autor escogió al cineasta francoargelino Tony Gatlif, cronista infatigable del destino de los pueblos nómadas, para dirigir la película, que relata el viaje de una sin papeles africana en una Europa en la que germina la revuelta ciudadana. 'Lo elegí porque es un provocador. Y yo voy de diplomático serio, pero en el fondo también lo soy', decía ayer.
Hessel conversó ayer en exclusiva con Público para hacer balance del primer año de existencia del movimiento indignado, con el que no duda en mostrarse crítico.
¿Cómo valora este último año?
Ha sido un año que ha transformado completamente mi vida. Nunca se me pasó por la cabeza que un librito de cuarenta páginas fuera a vender casi tres millones de ejemplares sólo en mi país, ni que sería traducido a 40 lenguas distintas. Mi vida se ha visto totalmente transformada. He tenido que viajar mucho más de lo que solía y reconozco que ha sido bastante cansado para el anciano en que me he convertido. Al mismo tiempo, reconozco que ha sido un año entusiasmante. No sólo por los cambios a los que he asistido, sino porque he conseguido llenar auditorios. Mi discurso ha sido acogido de una manera bastante increíble, como algo significativo de nuestra época.
¿Se ha visto superado por este éxito? Hoy se le consulta como si fuera el oráculo...
Ha habido cosas que me han parecido exageradas. Lo que más me molesta es no poder pasear por París como hacía hasta no hace tanto. Siempre hay alguien que me viene a decir algo. Y es cansado, sí. A veces te entran ganas de decir: 'Haga el favor de dejarme tranquilo'. Al mismo tiempo, expreso gratitud porque he aprendido muchas cosas. Por ejemplo, que la contestación respecto a la manera como nos gobiernan está muy generalizada.
¿Cree que algunos lectores se han servido de su libro de forma incorrecta?
En casi todos los países he observado algunas reacciones que no deseaba. Yo soy partidario de un trabajo de fondo, de un compromiso serio para que la situación mejore. Pero, a menudo, la reacción que detecto se reduce a pedir un cambio pero no hacer nada concreto para que suceda. De lo que me alegro es de que no haya habido mucha violencia. En Grecia y en España he visto algún caso que personalmente lamento, aunque diría que tampoco se trataba de una violencia malvada...
¿Considera decepcionante que, meses después de la eclosión del movimiento, el cambio no sea tan visible como se esperaba?
Sí, a menudo me he sentido defraudado, incluso sintiendo una inmensa simpatía por los que protestan. Me ha decepcionado ver que no se llegaba a un resultado claro, que el movimiento se quedaba ronco. Pero nunca me he desesperado, porque creo que ha logrado crear, se mire como se mire, una actitud nueva respecto a los grandes desafíos de nuestro tiempo. Además, creo que el movimiento no está muerto y que no se detendrá.
'El movimiento indignado acabó llevando a la derecha al poder'¿De qué depende que la indignación vuelva?
Dependerá de la forma en la que reaccionen los gobiernos respecto a sus exigencias. Si responden a sus expectativas, el movimiento permanecerá calmado. Si, al contrario, hacen oídos sordos, los jóvenes volverán a protestar. Por ejemplo, en España, dudo que el nuevo Gobierno haga algo en ese sentido. Espero que el señor Rubalcaba, que es alguien por quien tengo aprecio, consiga hacer remontar al PSOE y ganarse el apoyo de los indignados.
¿Que continuidad prevé para el 15-M?
En mi opinión, el movimiento adoptará nuevas formas a medio término. Soy consciente de que es muy difícil, pero tendrá que decidirse por apoyar a un partido político. Sé que ha habido la voluntad de mantenerse al margen de los partidos, pero en democracia no existe otro medio para cambiar las cosas...
¿Los partidos políticos son males necesarios?
Exactamente. Querríamos algo mejor, pero esto es lo que tenemos. Mi mensaje a los jóvenes es que se movilicen de formas novedosas, pero también que vayan a votar y que apoyen a un partido que pueda cambiar las cosas.
En España, la indignación no ha provocado el cambio de política económica y social que se perseguía. Más bien todo lo contrario: la derecha se impuso con una sobrada mayoría. ¿Cómo explica esta paradoja?
España es un país particularmente difícil de gestionar. Su país ha padecido siempre una enorme presión de las fuerzas económicas y financieras, que se lo pusieron muy difícil para gobernar al señor Zapatero. No supo resolver la situación y aceleró el regreso al poder de una derecha que, en mi opinión, no tiene nada de popular. Si ganó, fue sólo porque los ciudadanos querían cualquier cosa menos esa izquierda inoperante y que fracasó. Pero la derecha no solucionará nada. Puede que resista dos o tres años, pero el señor Rajoy acabará enfrentado a una ola de indignación comparable a la que, desgraciadamente, acabó suscitando Zapatero. Tengo confianza en los jóvenes españoles en su lucha no sólo por una alternancia de Gobierno, sino por un cambio profundo y real hacia una auténtica democracia española, que recuerde a la de los tiempos de la República, cuando España se convirtió en uno de los grandes países del continente.
¿Considera que el 15-M alimentó esa alternancia a todo precio?
Desgraciadamente, sí. En mi opinión, el movimiento indignado fue nefasto para la izquierda y acabó llevando a la derecha al poder. El movimiento no logró juzgar equilibradamente a una izquierda que se había vuelto inoperante, aunque por motivos ajenos a ella. Pero todo esto todavía no ha terminado...
'En democracia los partidos políticos son necesarios para cambiar las cosas'¿Qué opina de la condena al juez Garzón?
Me parece lamentable. Es un hombre por el que tengo una alta estima, pero la cosa tampoco quedará aquí. Esto va a perjudicar al Gobierno que, en el fondo, le ha condenado. España es un país que conozco mal, pero no me cuesta detectar el inmenso poder que siguen teniendo las fuerzas reaccionarias.
Sostiene activamente al candidato socialista al Elíseo, François Hollande. ¿Qué efecto tendría su victoria en un mapa europeo pintado de azul y dominado por el tándem ‘Merkozy'?
Podría provocar un impulso de la izquierda en todo el continente y contribuir a actualizar la ideología socialdemócrata y a adaptarla a los tiempos que corren. Hay que recrear un auténtico socialismo que se ha perdido por la excesiva influencia de las fuerzas financieras, contra las que los progresistas no supieron reaccionar como hubieran debido.
La palabra 'indignación' ha estado muy de moda durante este año. ¿Considera que, a veces, se ha usado de manera superficial?
Se trata de una palabra peligrosa. Yo acepté el título en imperativo a petición de mi editora, Sylvie Crossman. Me lo propuso y le dije que sí porque me hacía reaccionar. Al mismo tiempo, me preocupa el hecho de indignarse por indignarse. Sin leer el libro, se puede malinterpretar el título y se pueden hacer muchas tonterías en su nombre.
¿Se vuelve estéril la indignación si no va acompañada del compromiso político que usted pregona?
No, la indignación nunca puede ser estéril, porque en el peor de los casos implica una no aceptación de cosas que no se pueden soportar, que ya es mucho. En lo que se convierte es en inútil.
'Si no encontramos soluciones, el apocalipsis es posible'El director, Tony Gatlif, pronostica una segunda ola de indignación para este año. ¿Está de acuerdo?
Totalmente. En especial, en Francia, donde el periodo preelectoral favorece una aparente sensación de calma. Lo que pasa es que los que querían comprometerse lo han hecho contra Sarkozy y a favor de una renovación de la izquierda.
Otra palabra de moda es 'apocalipsis'. ¿El mundo, tal como lo conocemos, se acaba en 2012?
A nivel social, nos encontramos en un momento muy peligroso. Que se usen conceptos como apocalipsis y se especula sobre el fin del mundo revela el malestar profundo al que asistimos. No es descabellado que todo pueda acabar mal. Si no encontramos soluciones, el apocalipsis es posible. Pero es una palabra que no me gusta y que tendríamos que evitar. Hablemos, mejor, de esperanza.
¿De dónde procede su optimismo, cuando ha vivido lo peor del siglo pasado y parte del actual?
Soy optimista porque, a lo largo de mi vida, he visto cambiar cosas que todo el mundo aseguraba que no se podían cambiar.
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