"Nos preocupa el muro de Trump, pero aquí tenemos nuestro muro de la vergüenza"
La escritora y periodista Aroa Moreno publica 'La hija del comunista', una novela con el Muro de Berlín como trasfondo en la que reflexiona sobre cómo la política y la historia marcan las pequeñas biografías e influyen en lo más íntimo.
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madrid, Actualizado:
“¿Has pensado en lo que significa estar aquí para siempre?”. La protagonista de La hija del comunista, primera novela de Aroa Moreno y primera apuesta del año de la editorial Caballo de Troya, se agarra a esta pregunta a ambos lados de un muro que separó dos mundos y atravesó millones de biografías. Una de esas vidas es la de Katia, hija de exiliados españoles en el Berlín Oriental en los estertores de la Unión Soviética. Un revoltijo identitario que le acompañará toda la vida y del que Katia se da de bruces una y otra vez, como si tratara de escapar de su propio cuerpo.
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“Me interesaba mucho analizar hasta qué punto la política y los acontecimientos que se escapan de nuestro control manejan y marcan nuestra vida privada, nuestras decisiones más íntimas”, explica la autora. Y en esa pugna con la Historia, con aquello que le ha tocado vivir, Katia decide escapar auspiciada por el amor que siente por un tal Johannes, alemán nacido en la RFA que queda prendado de ella a un nivel muy serio. “Llega un momento en el que lo que hace Katia es proteger lo que está en su interior, algo que escapa a ese Estado vigilante que tiene encima”.
Es así como la apátrida se convierte también en huérfana. Es así como su vida se parte en dos y lo que queda de Katia se hace esposa y madre entregada. Una vida al otro lado del muro. Biberones, brindis, canciones teutonas y un quejido que no cesa, mudo e insistente; el recuerdo de la otra Katia. “La primera está buscando una libertad que no encuentra y cuando la experimenta vuelve a mirar atrás y se pregunta de nuevo, está buscando esa libertad en dos sociedades completamente diferentes, con dos educaciones completamente distintas… Creo que al final se da cuenta que son otras cosas las que nos atan”.
Una llamada telefónica le saca de la burbuja. El otro lado regresa —si es que alguna vez se fue— y lo hace cargado de dolor. El muro cae, también el que separaba su vieja ciudad, y Katia regresa al encuentro de su otra mitad, la que huyó pero nunca se fue. “Katia es y será un sintierra, está escapando siempre de la historia”, dice la autora. “Yo, hija de aquí, nacida allá, huida, oscura, mentira”, confiesa la protagonista en plena catarsis.
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Los muros olvidados
Aroa Moreno nos habla del muro por excelencia, quizá el más fotogénico, disección y huella de la historia de Europa cuyo desmoronamiento simbolizó el fin de una era. Al acecho, ocultos tras los flashes de la Historia quedan otros, quizá no tan obvios o emblemáticos pero igualmente indignos. “Es posible que el Muro de Berlín por separar dos formas de entender el mundo se convirtiera en emblema, pero a fin de cuentas murieron unas 200 personas, que son muchas, pero cuántas si lo comparamos con los muertos que se han dejado la vida intentado entrar en EEUU, cuántos si lo comparamos con el muro que separa a Israel de Palestina”.
La infamia sigue y en ocasiones hasta se retroalimenta. Las sobreinformación nos seda y convierte en autómatas con timeline incapaces de ver lo que se muestra frente a nuestras narices. Una estado de alienación ante el que Moreno se revuelve: “En España estamos muy preocupados con el muro de Trump, pero aquí tenemos nuestro propio muro de la vergüenza, y me pregunto cuánta gente hace falta que muera para que ese muro sea importante”.
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Quizá por ello resulte tan edificante el muro de Katia, su lucha y su dolor; en lenguas y mundos diferentes. “Todos los muros no van a impedir que las personas quieran seguir buscando algo al otro lado, sea lo que sea aquello que buscan: ideales, libertad, amor…”, zanja la autora.