La peregrinación de Víctor Erice al cine del asombro
El cineasta repasa su cinefilia en un documental y revela que está rodando
Publicidad
Víctor Erice sigue rodando. Lo cuenta en Víctor Erice: Paris Madrid allers-retours, el documental-entrevista dirigido por el crítico francés Alan Bergala, presentado en el Festival de Gijón esta semana. Sin respaldo industrial, ese mismo que tanta "frustración" le ha generado a lo largo de su carrera, Erice rueda en solitario un proyecto que tiene mucho de diario de viaje. Solo, con su pequeña cámara digital, revisita los lugares en que se rodaron algunas de las películas que considera "fundacionales en la historia del cine" y filma lo que son hoy.
Publicidad
Así lo ha hecho en Roma, donde ha filmado la casa de Anna Magnani en Roma Ciudad Abierta (Roberto Rossellini, 1945); o en la calle Montcada, donde André Malraux rodó algunas secuencias de Sierra de Teruel (1939). "La película cobrará sentido cuando una unos lugares con otros", adelantó. El tiempo de espera se ha convertido, según él, "en tiempo de escritura cinematográfica".
El documental de Bergala aborda al director de El sur entre Madrid y París y recorre con él sus inquietudes sobre el cine ("Ante la polución mediática, hay que dar con las imágenes primordiales"), sus primeros recuerdos cinematográficos y sus vivencias cruciales como espectador.
El cine norteamericano fue el compañero de su infancia, hasta que a los 13 años vio El ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, y aquello le cambió. "Me di cuenta de que el cine de EEUU contaba las cosas como debían ser y que el neorrealismo (y Berlanga y Bardem, añade) contaba las cosas como eran".
Publicidad
En San Sebastián vio Los 400 golpes, de Truffaut, y sintió por primera vez la necesidad de escribir sobre cine. Desde Donosti cruzaba la frontera para descubrir películas que no llegaban a España, "un territorio de huérfanos por la Guerra civil y el exilio". El sentimiento de orfandad que explora en sus películas corresponde a la orfandad real y cultural de un país que quedó roto. Y su mirada a la infancia es un intento de volver a ese tiempo cuando la experiencia del mito era directa. Al tiempo del asombro.