Pawel Pawlikowski: "El amor humano nunca puede ser absoluto"
El cineasta polaco firma la gran historia de amor del cine. ‘Cold War’, que le valió el Premio a la Mejor Dirección en Cannes, está inspirada en la vida de sus padres.
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MADRID,
“Esta es la mejor historia que jamás me has contado”, dijo Alfonso Cuarón a Pawel Pawlikowski cuando éste le narró la vida de sus padres. “¡Cabrón! vas a lograrlo”. Y sí. Cold War es LA HISTORIA DE AMOR, “una matriz de todas las historias de amor”, como el propio cineasta dice. Un amor más allá de las separaciones, las rupturas y reencuentros, más allá del comunismo y del capitalismo, del exilio, más allá incluso de la traición. Aunque parezca imposible, es un amor más allá de la vida.
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Galardonado con el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes y presente en Perlas del Festival de San Sebastián, el cineasta polaco dedica a sus padres esta película, una obra maestra que trasciende el cine. Cold War es una obra de arte, sutil, hermosa, poderosa, incontestable. Rodada en blanco y negro, sin subrayados absurdos ni concesiones de ningún tipo, esta película acredita a Pawlikowski como uno de los grandes creadores de este siglo.
Protagonizada por Joanna Kulig y Tomasz Kot —“pensé en Lauren Bacall y Gregory Peck”—, es la historia de una pareja en plena Guerra Fría. Dos personas de temperamento y ambiciones diferentes, protagonistas de un amor aparentemente imposible, pero ligados uno a otro por un vínculo eterno. Su director, Pawel Pawlikowski, explica a Público el germen de esta conmovedora historia:
¿’Cold War’ es la historia de sus padres?
Los protagonistas de la película tienen mucho en común con mis padres. Eran una pareja desastrosa: se enamoraron, se separaron, se casaron con otras personas, se volvieron a enamorar y a estar juntos, cambiaron de país, se separaron otra vez y, otra vez, volvieron a estar juntos.
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Se conocieron en la Polonia comunista, la primera separación fue en Berlín
Berlín antes del Muro era una ciudad abierta. Mi padre pasó al otro lado, lo hizo, del Este al Oeste. Ahora a nosotros nos parece increíble. Ella, Zula, vivía en Polonia y de allí entonces se podía salir también si estabas casada con un extranjero, aunque en la película ese matrimonio no significa nada para ella. Esto fue antes de Stalin, cuando el comunismo era un poco más suave. El problema en esas entradas y salidas lo tiene él para volver, porque ha huido y no tiene papeles.
‘Cold War’ es una grandísima historia de amor, ¿el amor imposible de un gran amor?
El amor humano nunca puede ser absoluto. El amor humano cambia, siempre es relativo, las relaciones son distintas… El absoluto solo es el absoluto.
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Los personajes se aman, pero las circunstancias…
Ninguna sociedad ayuda al amor. En el amor siempre están los problemas externos y los internos, y con ello no digo que el amor sea una frustración. El exilio y el comunismo son un problema para estos personajes, lo que es ridículo y frustrante al mismo tiempo, pero el amor en sí no lo es. El amor está abierto a lo espiritual sin explicaciones.
A veces domina ella la situación, a veces, él. Hay incluso terribles traiciones. ¿El amor puede sobrevivir a esto?
Sí, ella está en una posición de poder al principio, luego él, en París. Es un duelo constante. Ella es una mujer sin educación, una mujer que tiene que sobrevivir y para ello trabaja para los servicios de seguridad. Pero es que en su situación, tú probablemente harías lo mismo. Ella hace lo que necesita hacer.
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Al final, ¿es mejor el comunismo o el capitalismo para el amor?
No, no es mejor un mundo que otro. Eso es extraño, pero es verdad, ningún mundo es mejor para su amor, tienes que dejar este mundo para el amor.
Esta película habla de amor, de guerra fría, de arte, de identidad, de política… ¿qué le importaba más?
Intenté meter todo en ella, pero lo más importante es el viaje psicológico de los personajes. Por otro lado, no quería primar la política, no quería hablar de ello, ni explicar las cosas, no me gusta explicar las películas, mucho menos las históricas. Hay que ir descubriendo las cosas. Toda la película depende del público cuando la ve.
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No se habla de ello, pero es esencial, ¿no?
Sí, el clima político, el terror de Stalin, también las músicas, el jazz, el folklore polaco… Una buena película es la que sirve de espejo y te puedes reflejar en ella.
No se ha olvidado de la religión, ¿qué papel juega en esta historia?
Es divertido, porque es un país comunista y al principio él entra en una iglesia, nunca ha entrado antes en una, pero esa iglesia está ahí. Y al final…
Son dos personajes siempre en el límite…
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Son dos personajes siempre en el límite…
Cerca de las fronteras, cerca de romperse todo el rato… La idea es mover, es emocionar al público al final.
La narrativa visual de la película es excepcional, ¿qué parte ocupa en la película?
La imagen y la actuación es lo mismo para mí. Trabajo los ángulos, los encuadres, las luces, los actores, sus movimientos, todo al mismo tiempo.
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Joanna Kulig y Tomasz Kot consiguen el brillo de las estrellas del cine clásico en su película.
Para el personaje de Zula me fijé en las películas que había hecho Lauren Bacall. Para el personaje de él necesitaba un hombre. Los protagonistas de ahora son a veces demasiado juveniles, yo buscaba un Gregory Peck, aunque hoy es difícil encontrar Gregory Pecks. Tomasz Kot lo es. Joanna Kuliges una actriz que nunca hubiera hecho una cosa así. Trabajó en Ida hace diez años. Es una mujer genuina, muy honesta, vive en un pueblo pequeño y es muy cristiana. Tiene muy buena energía. Hay una parte de Zula que es ella, pero el personaje cambia y tiene que ser irónica, sarcástica, algo que nunca había hecho antes. Es una cosa trágica, pero sin la cara destrozada. Hicimos un trabajo intenso y duro, un año trabajando y seis meses de rodaje. Había que estar a todo, a veces los actores se rompen, a veces es bueno que no estén frescos, ha sido un proceso de tortura para ellos dos.