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Urbanismo Feminista

Paisajes de (in)seguridad urbana: la ciudad cómplice con la violencia machista

La ciudad es un territorio hostil para la mujer. La percepción de inseguridad tiene procedencias diversas, desde la propia fisicidad del lugar hasta cuestiones más subjetivas como la estigmatización de un barrio o la sensación de pertenencia.

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La ciudad y la violencia de género. — Cristina Martínez Aransay / Medialab Prado

Madrid,

Urge repensar la ciudad. Convertirla en espacio seguro, poner luz en sus zonas de sombra y dotarla de una mayor accesibilidad. Una ciudad que priorice la dimensión pública y cívica de su actividad, que acoja e invite a recorrer sus calles libremente. 

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El proyecto El barrio de las mujeres de Puente de Vallecas se afana en buscarle las vueltas a la ciudad que tenemos, la heredada, la que a base de remiendos tratamos de hacer nuestra, a sabiendas de que nunca nos pertenecerá. Desde Medialab Prado, ese vivero de ideas y sentires en peligro de extinción, indagan en sus faltas, en cómo la ciudad es, en ocasiones, un laberinto de miedos y desigualdades para la mitad de la población.

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Lo hacen desde el barrio, con lo participativo por bandera y con un buen puñado de preguntas como guía: ¿Es el barrio nuestro territorio?, ¿por qué nos sentimos incómodas en algunos lugares?, ¿cuáles son los factores que influyen para que evitemos ocupar una plaza o pasar por una calle?, ¿qué diferentes tipos de violencia de género están presentes en el espacio público?

La arquitecta Cristina Martínez Aransay, coordinadora de la investigación Territorios habitados y deseados por las mujeres, explica a Público algunas claves para entender hasta qué punto las ciudades, además de proveer jarana al personal, boinas contaminantes y festivales de cine, son también un surtidor de violencias contra la mujer.

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"Influyen en esta percepción de inseguridad aspectos puramente físicos del espacio que tienen que ver con la iluminación o la accesibilidad, pero también otras cuestiones relacionadas con el uso que se le da a ese espacio, o si el entorno favorece o no la habitabilidad de ese lugar", apunta Cristina. 

En ese sentido, la instalación interactiva Paisajes de (in)seguridad, que se podrá ver en Medialab Prado (en Madrid) hasta el 5 de junio, invita a una reflexión que analiza la procedencia de todas esas inseguridades urbanas que determinan, en mayor o menor medida, la percepción que muchas mujeres tienen de la ciudad. 

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Instalación interactiva sobre la percepción de la seguridad de las mujeres en el espacio público. — Medialab Prado

Pero la inseguridad de un lugar muchas veces transciende a su propia materialidad, hablamos entonces de causas subjetivas que pueden estar fomentando esa sensación de inquietud. "Esta percepción la puede estar generando la información que nos llega a través de los vecinos del barrio o de las noticias que leemos en prensa, hay barrios que están estigmatizados y eso influye a la hora de habitarlos o visitarlos". 

"No podemos obviar, tampoco, la importancia que tiene nuestra propia experiencia en el barrio o el sentimiento de pertenencia que hayamos sido capaces de desarrollar", explica la arquitecta. Todo ello está presente y condiciona, de un modo más o menos consciente, la forma en que muchas mujeres se relacionan con su entorno. 

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A fin de cuentas las ciudades, como lo son sus barrios y sus hogares, son espacios regidos por el sistema patriarcal, algo que determina, y de qué manera, el bienestar de la mujer. "Históricamente se nos ha dicho que el espacio público no es el espacio de la mujer, a día de hoy existen muchos niveles de violencia de género en el espacio público, como agresiones o acoso callejero, y todo esto va unido con la carga de cuidados que, aún en nuestros días, todavía soportamos". 

Por eso, desde el proyecto El barrio de las mujeres de Puente de Vallecas, lo tienen claro; la apuesta pasa por tejer comunidad, entender que no se puede hacer ciudad, como no se puede hacer barrio, sin la gente que sufre, vive y sueña en sus calles. Se trata, en definitiva, de poner en común memorias y luchas que nos permitan acariciar esa otra ciudad posible. Porque, como dijo el recién fallecido Franco Battiato, "se quiere otra vida". Soñemos, entretanto, con otra ciudad y otro barrio.

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