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Pablo del Hierro: "Dos organizaciones neofascistas competían en Madrid para ver quién era más radical"

Pablo del Hierro Lecea, autor del libro 'Madrid, metrópolis (neo)fascista: Vidas secretas, rutas de escape, negocios oscuros y violencia política (1939-1982)' (Crítica, 2023). — Editorial Crítica

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madrid, Actualizado:

Madrid pasó de ser la capital mundial del antifascismo en 1939 a convertirse en el lugar que decenas de fascistas elegían para residir o, al menos, utilizar como vía de escape.

Cambiar la imagen de la ciudad fue más fácil gracias a todos los contactos que el régimen franquista establecía con diversos de los perseguidos en Europa tras el triunfo de los aliados.

Nazis condenados a muerte campaban a sus anchas por la capital de España amparados por una extensa red de extrema derecha. La genealogía solo acababa de empezar. Luego llegó Blas Piñar y el movimiento skinhead.

El maremágnum que se formó todavía tiene reminiscencias en el presente. Sobre todo ello habla Pablo del Hierro en Madrid, metrópolis (neo)fascista. Vidas secretas, rutas de escape, negocios oscuros y violencia política (1939-1982) (Crítica, 2023).

El autor recibe a Público para entender mejor el papel que esta ciudad jugó para dar alas al movimiento fascista, también a nivel internacional.

A sus 18 años ya había tenido varios incidentes relacionados con la extrema derecha en Madrid. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Le marcó de alguna forma para realizar esta investigación?

Yo recuerdo que siempre circulaban algunas historias sobre sus acciones, sobre todo en ciertos barrios y lugares, como los aledaños al Santiago Bernabéu, la plaza de los Cubos, los bajos de Argüelles y Moncloa.

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El escritor Pablo Del Hierro Lecea presenta su libro sobre el fascismo madrileño. — Editorial Crítica

Había crecido con esas historias hasta que un día, volviendo de El Rastro con dos amigos, nos cruzamos con grupos de skinheads alrededor de la estatua ecuestre de Franco que había en Nuevos Ministerios.

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Uno de mis amigos llevaba una camiseta roja de Rise Against the Machine con la imagen del Che Guevara, y nos tocó correr. También tuve que correr cuando me los crucé en el intercambiador de Moncloa. Yo iba a la sierra y ellos de peregrinación al Valle de Cuelgamuros.

Y hay otra experiencia que me avergüenza como atlético. Yo estaba en el campo cuando Bastión, que formaba parte del Frente Atlético, mató a Aitor Zabaleta.

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Eso ha quedado en mi mente y, aunque no es lo único, sí ha sido una de las cosas que me ha empujado a escribir este libro para entender la presencia de la extrema derecha en la ciudad de Madrid, que era tan visible cuando yo era joven.

Vayamos al principio de todo. Tras la victoria del bando sublevado en la Guerra Civil, Franco intentó internacionalizar la hazaña con una nueva política exterior. El régimen quería que el resto de Europa le mirara. ¿Cómo lo consiguió?

El problema que se encontró Franco es que Madrid era considerada la capital global del antifascismo en 1939 gracias a la propaganda de la República y los personajes internacionales que habían pasado por la ciudad durante la guerra.

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Tanto era así que pensaron en cambiar el lugar de la capital por Sevilla, Burgos o Salamanca. Eran ideas un tanto descabelladas que al final desecharon.

Decidieron resignificar Madrid. Lo primero que hicieron fue cambiar el nombre de las calles y luego continuaron con una represión tremenda en ciertos barrios. Más tarde llegarían los planes urbanísticos que reflejarían los valores del nuevo régimen, aunque, por distintos motivos, apenas se llevaron a cabo.

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Sí lo consiguieron con Ciudad Universitaria.

A mí siempre me ha sorprendido que la mayor parte de los estudiantes que van a Ciudad Universitaria no sepan que esa zona fue uno de los grandes emblemas y proyectos del régimen de Franco.

Ahí tenemos todavía el Arco de la Victoria, el Museo de América, que antes era una iglesia, el Ministerio del Aire, y por aquel entonces también estaba el colegio universitario José Antonio.

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Más allá de eso, el régimen de esforzó en dar una nueva imagen de Madrid.

Y para eso invitaron a fascistas y gente muy significada de la Italia de Mussolini o la Alemania de Hitler. Todos los rituales y ceremonias que organizaban, y exposiciones, hicieron que la capital pasara de ser un emblema del antifascismo a ser justo lo contrario.

Aunque el régimen viró progresivamente hacia políticas más aliadófilas cuando veía que el Tercer Reich nazi llegaba a su fin, eso no fue óbice para que Madrid se convirtiera un lugar de paso y en el que quedarse para decenas de criminales de guerra que huían del enjuiciamiento aliado. Para ello se valían de las llamadas "ratlines" o rutas de escape. ¿Cómo funcionaban exactamente?

Eran estructuras semi informales, un poco líquidas, porque en su mayoría operaban en la clandestinidad. En resumidas cuentas, estaban formadas por los contactos entre personas significadas de distintos regímenes fascistas, amistades que se crean en los años 20 y 30. Su principal objetivo era ayudar a escapar a personas perseguidas por los aliados que tenían juicios pendientes con las autoridades.

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Ha sido algo difícil estudiarlas porque las redes cambiaban constantemente, pero al hacerlo me llamó mucho la atención que muchas de ellas pasaran por Madrid. Yo no sé cuántas personas se pudieron beneficiar de ellas, pero varios cientos por lo menos.

¿Puede dar algunos nombres de los fascistas que huyeron gracias a estas rutas de escape?

"En Madrid vivieron sin ningún tipo de problemas personas que estaban sentenciadas a muerte"

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Mario Roatta, por ejemplo, era el jefe de los servicios secretos de la Italia de Mussolini que tenía juicios pendientes en su país y en Francia por distintos crímenes cometidos tanto durante el periodo de entreguerras como la Segunda Guerra Mundial.

Él había venido a España como voluntario para luchar junto a Franco en la Guerra Civil, y en lugar de marchar desde España a Sudamérica, al igual que tantos otros, se quedó en Madrid.

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Louis Darquier de Pellepoix había sido alto comisionado para la expulsión de los judíos en Francia y también utiliza la ruta. Pasa a España a través de los Pirineos y se establece en la capital.

Estos son solo dos ejemplos, pero en Madrid vivieron sin ningún tipo de problemas personas que estaban sentenciadas a muerte por colaboracionistas con el Tercer Reich alemán.

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¿De qué forma la llegada de la Guerra Fría fue un alivio para estos criminales de guerra huidos y afincados en Madrid?

Este es un momento clave porque, aunque este tipo de personas siguen eligiendo Madrid como residencia, ya no lo hacen por los mismos motivos. Si antes lo hacía por pura supervivencia, porque no podían ir a otro lado, a partir del año 1949 ven que el contexto internacional ha cambiado.

"Algunos de estos fascistas piensan que todavía tienen un papel que jugar en el devenir europeo"

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Llegan a Madrid porque es el sitio en el que ya conocen a su gente, establecida anteriormente, por no mencionar las estructuras propias del régimen franquista, formadas por personas con las que ya habían coincidido.

Quieren reconstruir su vida en clave económica, pero también política. Algunos de estos fascistas piensan que todavía tienen un papel que jugar en el devenir europeo, que su alternativa política ha perdido una batalla pero no la guerra.

¿Qué personajes clave ejemplificaron ese cambio de mentalidad?

Uno es Gastone Gambara, general italiano que había luchado en España durante la Guerra Civil y amigo personal de Franco. En torno a 1949 se muda a Madrid, una vez amnistiado y sin cuentas pendientes con la Justicia. Monta su empresa y juega un papel clave en operaciones financieras hispanoitalianas e hispanoitaliano argentinas.

Él llegó a convertirse en el intermediario con las entregas de trigo de Argentina a España, por ejemplo.

También está Otto Skorzeny, que llega a Madrid incluso con causas penales pendientes en Alemania. Se quedó aquí hasta 1974 y montó varias sociedades de importación y exportación, y desde esa posición va a intentar organizar ejércitos en la sombra.

Llegado el momento, querían convertirse en aliados de Estados Unidos.

"Piensan que vendrá otra guerra y que a Estados Unidos no le quedará otra que pedir toda la ayuda posible"

En plena Guerra Fría, esta gente piensa que sus servicios serán necesarios de nuevo porque el final de la Segunda Guerra Mundial enmascaraba un conflicto más alto, un conflicto contra el comunismo y la Unión Soviética.

Los fascistas, desde Madrid, piensan que vendrá otra guerra y que a Estados Unidos no le quedará otra que pedir toda la ayuda posible, y ahí estarán ellos para brindarla.

¿Quiénes formaban parte de esta trama madrileña neofascista

Es una red transversal donde sobre todo hay militares, pero también gente cercana a las esferas de poder. Dentro de la red está Ramón Serrano Suñer, quien a partir de 1942 no ostenta cargos relevantes pero sigue teniendo muchos contactos en el régimen.

El escritor Pablo Del Hierro Lecea presenta su libro sobre el fascismo madrileño. — Editorial Crítica

A nivel de Falange también está Raimundo Fernández Cuesta, secretario general del Movimiento que había viajado mucho a Roma y Alemania. Y también sobresale Agustín Muñoz Grandes, el artífice de la División Azul gracias a la que mantendrá importantes contactos con la Alemania nazi.

Otros nombres son José Antonio Girón y Víctor de la Serna, de Falange, y José María de Areilza y Carrero Blanco, que empieza a ser un personaje relativamente importante. Con este tipo de personas contactan los fascistas europeos que llegan a Madrid.

Luego había personajes de más bajo rango, militares, diplomáticos, trabajadores en los ministerios, policías... Dependiendo de lo que se necesitara, acudían a un estamento o a otro.

Las liturgias de posguerra eran utilizadas por los fascistas huidos para cohesionar su red transnacional. ¿En qué consistían?

Eran ocasiones en las que coincidían la mayoría de las personas que formaban la red de extrema derecha madrileña. Se sentían en comunidad.

Provenían de distintos países, habían tenido diferentes trayectorias políticas, pero vivían en el mismo espacio y compartían un mismo proyecto político. Si veían el pasado de la misma manera, podían volver a intentar construir su futuro.

Las misas en memoria de Mussolini que se hacían todos los años en la Basílica de la Milagrosa son un gran ejemplo. Ahí se veía toda la comunidad fascista italiana asentada en Madrid e iban personajes como Gambara y Skorzeny, pero también Serrano Suñer o Fernández Cuesta. Algo similar ocurría con las misas en memoria de Ion Mota y Vasile Marín en Majadahonda.

León Degrelle aparece repetidas ocasiones en la obra. ¿Por qué es importante este personaje?

Es importante, primero, porque fue el fundador del partido fascista belga y más tarde representaría a nivel europeo el auge del colaboracionismo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, llega a España y aquí permanecerá escondido hasta su muerte, en 1994, a pesar de los repetidos esfuerzos del gobierno belga por su extradición. Esto nos dice mucho de la actitud del régimen de Franco hacia este tipo de personajes.

También fue relevante dentro de la red de extrema derecha porque es una persona que escribirá mucho. Era muy activo políticamente y siempre intentará compartir su proyecto político con las nuevas generaciones que irán viniendo, sobre todo con el Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE), el grupo del neofascismo más importante en los años 60 y 70, asentado en Catalunya.

Fulgencio Batista, Ramfis Trujillo y Marcos Pérez Jiménez son algunos de los nombres de dictadores sudamericanos establecidos en Madrid. ¿Hasta qué punto formaron parte de esta red de neofascistas?

"Algunos llegaron a España gracias a la mediación de Manuel Fraga o Alfredo Sánchez Bella"

La red tiene nudos centrales pero también hay una serie de personas que gravitan a su alrededor, y ese es el caso de estos dictadores. Con la gente de la red comparten, por encima de todo, el anticomunismo.

Algunos llegaron a España gracias a la mediación de Manuel Fraga o Alfredo Sánchez Bella. Una vez en Madrid, se relacionan con la gente de la red. El caso más indicativo de eso es lo que ocurrió con Perón.

Juan Domingo Perón, la persona que había coordinado una de las rutas de exilio más importantes para los republicanos y que terminó, él mismo, exiliado en la capital española.

"Perón intentaba fortalecer su idea de la tercera posición, determinante en el neofascismo de los años 70"

El presidente argentino tuvo que salir en 1955 de su país y, tras un periplo por Sudamérica y Centroamérica de varios exilios, busca un lugar en el que estar más seguro a largo plazo, así que en 1960 llega a España.

Siempre se mostró muy activo políticamente, se reunía con gente de Falange, de Europa Joven y de la Organización del Ejército Secreto, (OAS por sus siglas en francés), una organización terrorista de extrema derecha de Francia que también operaba en Madrid.

Perón intentaba fortalecer su idea de la tercera posición, una idea que tuvo una influencia determinante en el neofascismo de los años 70. Pensaba que hacía falta un eje de países fuertes que se colocaran como la alternativa al capitalismo estadounidense y al comunismo de la Unión Soviética, y creía que esa unión tenía que partir de la confluencia europea-argentina.

Los años 70 fueron muy largos en España. Usted defiende que empezaron en el mayo francés de 1968 y terminaron con la victoria socialista de 1982. ¿Qué cambios sucedieron en esa casi década y media en la red neofascista y en la ciudad de Madrid?

El cambio fundamental fue la llegada de una nueva generación de militantes de extrema derecha, algo que no solo ocurre en España, sino en el resto de Europa.

Son jóvenes que no han vivido la Guerra Civil pero sí han crecido con sus historias, así que están desencantados con el rumbo que ha tomado el régimen franquista.

Creían que el régimen había comprometido mucho los ideales del 18 de julio y que Falange no era, ni mucho menos, el partido influyente que debería ser. Estos jóvenes irán tomando posiciones dentro de la red de extrema derecha hasta llegar a liderarla.

¿Qué organizaciones revolucionaron la red de extrema derecha?

La primera es Joven Europa, una organización continental que propugna una Europa unida y que llega a España de la mano del periodista Vicente Talón.

Este fue el primero en entrevistar al neofascista sueco Per Enghdal, ayudando a difundir sus ideas paneuropeístas por España. Joven Europa llega a tener seda en Madrid, muy cerca de la puerta del Sol.

El segundo grupo que juega un papel importante es Fuerza Nueva, de Blas Piñar. Comienzan en los años 60 e intentarán canalizar a todos estos nuevos militantes a través de la creación de Fuerza Joven, una especie de juventudes del partido. Y en Barcelona aparece CEDADE, que también tendrá sede en la capital.

Estos son los protagonistas que permitirán ponerse a los jóvenes en primera línea de la red de extrema derecha. Para mediados de los 70, casi ya lo habían conseguido.

Mientras Fuerza Nueva defendía sus posiciones autoritarias y fascistas desde las instituciones, grupos como el Frente de la Juventud, fundado en 1978 en el barrio de Salamanca, se encargaba de defenderla en las calle mediante métodos violentos. ¿Hasta dónde fueron capaces de llegar?

Estos jóvenes neofascistas llevan todo al extremo, todavía más que sus predecesores, porque están convencidos de que las viejas generaciones se han acomodado, que dan grandes discursos pero hay poca acción.

A estos grupos tampoco se les puede entender si no es en clave transnacional porque desde su formación política más temprana estarán abiertos a ideas procedentes de otros países, incluso de fuera de Europa.

Seguían mucho a Julius Evola que, entre tantos de sus lemas, estaba uno que decía "solo la acción une". Era un filósofo de la actuación violenta.

A la vez la izquierda sí que salía a las calles.

"Dos organizaciones neofascistas competían en Madrid para ver quién era más radical"

Eso es lo que pensaban, que o tomaban posición o la calle sería para la izquierda. Vieron que los números no les daban porque no estaban tan presentes como las juventudes comunistas o socialistas, pero podían hacer ruido si se organizaban bien.

Ahí es donde surge la idea del juego de las partes. Mientras la estructura se dedica a acciones como publicar revistas e ir a las elecciones, los jóvenes se harían con las calles. Los neofascistas harían en las calles todo lo que no se pudiera justificar oficialmente, el trabajo sucio.

Llegó la violencia a tal extremo que algunos integrantes de Fuerza Joven piensan que el partido, Fuerza Nueva, les frena demasiado, y se escinden en el Frente de la Juventud.

Esto creará una espiral de violencia terrible. Es decir, dos organizaciones neofascistas competían en Madrid para ver quién era más radical. Estudiándolo me he dado cuenta de que gran parte de la violencia de la Transición proviene de esto, y tendrá su punto culminante en el secuestro y asesinato de Yolanda González en Aluche.

¿Y Fuerza Nueva no recapacita en ningún momento?

Llega un punto en que es muy complicado para ellos justificar esas acciones. Además, esa violencia callejera ya no la rentabilizan a nivel electoral, cuando en realidad esa era la idea. En última instancia, es una historia de fracaso, aunque por el camino hayan causado un dolor inconmensurable.

¿Se rindieron?

En realidad, dentro de los neofascistas había personas que jamás ganarían unas elecciones, pero sí que podían crear el caldo de cultivo ideal para que se produjera un golpe de Estado.

Todo fracasa el 23 de febrero de 1981 y con la victoria del PSOE en 1982. Como muchas veces ha hecho a la red de extrema derecha en Madrid, tuvo que replegarse y repensar sus estrategias.

Y llegó el final de la década de los 80 y el principio de los años 90 con la aparición del movimiento 'skinhead'. ¿Qué quedaba de todo el pasado neofascista en estos grupos de jóvenes paramilitares?

"Es violencia por violencia contra los hombres que llevaban el pelo largo, los homosexuales..."

La red lo que hizo fue ordenar un poco estos grupos y darles una cierta coherencia, una cierta unidad de acción. A partir de 1982 mucha gente sale de España y las cabezas pensantes empiezan a reinar por su ausencia.

La red se atomiza y cada grupúsculo va por su cuenta. Está Ynestrillas junior, Bases Autónomas y otros grupos skinhead que actúan de forma independiente.

Les quedó la idea de que la acción les une y, aunque siguen respondiendo de manera violenta y se quedan con algunos símbolos del pasado, son grupos muy desideologizados.

Tienen la idea de la tercera posición, la antiinmigración, una Europa purificada... Es violencia por violencia contra los hombres que llevaban el pelo largo, los homosexuales, los rockeros...

¿Qué peligro corre Madrid en 2023 de volver a ser el epicentro del neofascismo español?

Es difícil de saberlo porque queda mucho por investigar. Igual que tengo claro que lo que ocurre en los años 40 y 50 son esenciales para entender los 60 y 70, saber qué ha pasado en los 90 y 2000 nos ayudará a comprender las raíces, por ejemplo, de Hogar Social Madrid, qué ocurrió con Falange en aquellos años y qué función cumplen partidos bisagra como España 2000 o Movimiento Social Republicano.

Todos estos partidos tienen iniciativas que fracasan pero agrupan a una serie de personas que ahora llevan la voz cantante dentro de la extrema derecha.

En este sentido, ¿qué se puede decir de Vox?

Sabemos muy poco sobre ellos, además de que estudiar a la extrema derecha es muy complicado, es muy opaca. Si yo quiero estudiar al PSOE, en la Fundación Pablo Iglesias tengo hasta las actas de los comités provinciales, pero en la derecha es mucho más difícil acceder a documentación.

Todavía queda mucho por saber para entender exactamente qué es lo que Vox ha cogido de esta amalgama de voces de la extrema derecha con tanta presencia en Madrid durante las últimas décadas.

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