Los soldados se mueven pegados a la pared. Peter Fechter y su amigo Helmut Kulbeik llevan semanas repasando el plan que los permitirá abandonar la República Democrática Alemana en agosto de 1962. A través del 'corredor de la muerte' alcanzan el Muro de Berlín, pero alguien ha disparado. Helmut ha pasado. Para Fechter, el sueño de una nueva vida ha terminado. Pese a sus peticiones de ayuda y ante varios periodistas del lado occidental, muere desangrado. La policía evitó que los occidentales cruzasen el control y los soldados que lo habían no se acercaron por miedo a iniciar una confrontación.
Dividir Berlín es la solución
Tras la Segunda Guerra Mundial, la situación en Europa era dramática. Las fuerzas aliadas convierten a Alemania en una entidad estatal unificada administrada por ellos. Después, las Conferencias celebradas en Moscú, París y Londres entre 1946 y 1947, desenmascaran la aparente armonía que rodeaba la posguerra. Berlín queda dividida en cuatro sectores, símbolo de la tensión entre los vencedores.
En 1949, los sectores occidentales se unen formando la República Federal Alemana, que se define en oposición a la RDA, cercana ideológicamente a la URSS. El final de la guerra sólo implicó el inicio de una nueva: la Guerra Fría.
Entre 1949 y 1961 abandonaron la RDA 2.600.000 de individuos y, a instancias del Partido Socialista Unificado de Alemania, se proyecta la construcción de un muro en Berlín para detener la escapada de trabajadores y campesinos. El aislamiento del bloque del Este se concibe como la única alternativa. El 13 de agosto de 1961 los berlineses despertaron con su ciudad partida. Un muro se erguía entre sus calles.
Dos vidas tras el Muro
En los años 80, el muro tenía una longitud de 41.91 km y una altura de 3.60 metros, 186 torres de vigilancia y 31 puestos de control. Acostumbrarse a su presencia resultaba difícil. Desde la fecha de su construcción, unos 5.000 alemanes orientales consiguieron cruzarlo, pero miles fueron detenidos y en torno a 190 personas fallecieron en el intento.
Las cifras concretas de muertos se desconocen ya que fueron silenciadas por los servicios secretos y militares de la RDA. Sin embargo, las órdenes escritas que daban a los soldados eran claras: 'No teman utilizar sus armas'.
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