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MADRID.- “Puede que todo no esté perdido, que todavía podamos encontrar la paz universal”, sentencia el director y guionista georgiano Zaza Urushadze, dichoso de la reacción de espectadores de todo el mundo ante su película Mandarinas, una obra que denuncia el horror de la guerra y que muestra lo fácil que es la convivencia en paz. Construido con sencillez y, sobre todo, con verdad y con unas poderosas interpretaciones, este mensaje universal de humanidad consiguió que una producción de un país báltico estuviera por primera vez en la carrera por el Oscar.
Protagonizada por dos directores-actores estonios y dos intérpretes georgianos, Mandarinas es también un alegato contra las fronteras, “barreras artificiales”, en palabras de Urushadze. “Los políticos irresponsables son los que provocan las guerras y en ellas luego mueren personas que aman la vida, personas corrientes”.
Ambientada a comienzos de los noventa, la película mira hacia atrás, al estallido de la guerra en la región de Abjasia. La mayoría de los estonios que vive allí vuelve a su país, pero Ivo decide quedarse para ayudar a su amigo Margus a recoger la cosecha de mandarinas. Tras un ataque, encuentra en la puerta de su casa a dos soldados heridos que son de bandos opuestos. Ivo acoge a ambos, les cuida y salva sus vidas. Tiene a los rivales bajo el mismo techo, en la misma mesa. “Como mis personajes, las personas se pueden dar cuenta de que no es necesario ser enemigos”.
¿Por qué volvió a mirar hacia la guerra de Abjasia para su película?
La idea de la película surgió hace varios años en Estonia en unas jornadas de cine. Se celebraba un festival que se abrió con una película mía. Allí, un productor, un desarrollador de proyectos, me contó una historia sobre los estonios en la guerra de Abjasia. Eran familias que llevaban 150 años en la región de Abjasia y de pronto, durante la guerra, se vieron obligadas a volver a su país.
Su película es radicalmente antinacionalista…
Sí. Aunque para Georgia es muy trágica la guerra, en la película la intención no era contar una historia local, sino universal. Y a la vista de las reacciones de la gente que ha visto la película en muchos países del mundo, lo he conseguido. Al hacer esta película me concentré en la humanidad y en las virtudes que tenemos los humanos, no en lo contrario.
Es casi imposible ver su película hoy sin pensar en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Teniendo en cuenta su intención universal, ¿esto le molesta?
No, al contrario. Ya nos han hecho esta alusión antes y es una cuestión que sale de la película. Es la película la que provoca que pensemos en ello, así que creo que hemos conseguido transmitir esa humanidad de la que hablaba. Sé que esta es una historia con un fondo político, pero ese no es el mensaje que quiero transmitir. Quiero contar una historia de valores morales. Esta es una historia de personas en un lugar y en un tiempo determinado, pero que podría haber sido en cualquier otro sitio y en otro momento.
Dice que su película es un mensaje de humanidad, pero el individuo tiene dos caras y usted también muestra la otra…
Me he concentrado en el humanismo de las personas, pero, efectivamente, también está la otra cara. Y es terrible porque la muerte de una persona, de cualquier persona, es la muerte de un universo. Por eso digo que el mensaje no es político, sino que es ético. Esta es una historia que cree en los valores humanos, porque cada persona es un universo.
¿Mandarinas es reflejo de lo fácil que es manipular al ser humano?
También. Podemos olvidar, negar o incluso permitir a otras personas que nos manipulen. Entonces, olvidamos fácilmente que somos humanos. Podemos ser de diferente tierra, con distintas religiones, pero todos somos humanos. Y eso es lo que quiero decir con la película. Lo importante es seguir siendo humanos. La manipulación para la guerra es una tragedia, por culpa de los políticos nos aplastamos unos a otros.
¿Qué es más peligroso: la codicia, la religión, los nacionalismos…?
Es muy difícil responder a eso, ¿qué hace más daño de todo? No lo sé, lo único que sé es que hay situaciones en las que escasean las virtudes humanas, la solidaridad, la tolerancia… Gente de diferentes religiones puede convivir, porque ese no es el problema, la cuestión es cómo ve la gente las diferentes situaciones y lo grave es cuando en esas situaciones aparecen esas carencias.
¿Hizo esta película porque necesitaba lanzar su grito contra la guerra o porque cree en el poder del cine para cambiar las cosas?
Las dos cosas. Respecto a si el cine funciona como herramienta, me hago frecuentemente esa pregunta. Lo que creo es que a lo mejor el cine sí puede cambiar la manera de pensar de algunas de las personas que toman decisiones. Es importante, al menos, indicar la dirección, el punto de vista nuevo desde el que ver la situación.
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