La miniserie ‘Trece’ abre con un piloto angustioso que atrapa
Calle 13 estrena este martes (a partir de las 22:00 horas y en episodio doble) esta miniserie de la BBC que trata sobre mucho más que una chica que escapa tras un secuestro de 13 años.
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madrid, Actualizado:
El valor de Trece como historia reside en su capacidad para transmitir, en un único episodio (el primero de cinco), la angustiosa sensación de que lo que le ocurrió a Ivy Moxam le puede pasar a cualquiera. Una adolescente de 13 años que vivía con intensidad su primer amor, que se saltaba clases para ir a unos recreativos con su mejor amiga y que escuchaba música a todo volumen mientras caminaba hasta que un día alguien la secuestra sin dejar rastro.
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Dos de esas circunstancias (música alta y no ir al colegio) se dieron el fatídico día en el que un desalmado decidió atacarla por la espalda y arrastrarla al interior de una furgoneta para hacerla desaparecer de la superficie durante 13 años. Ese es el tiempo que duró el cautiverio de Ivy y el punto exacto en el que arranca Trece. Una chica, vestida con ropa de dormir, desgreñada, descalza y asustada sale a la calle y echa a correr hasta que da con una cabina telefónica. Una Jodie Comer frágil y asustadiza le da vida y profundidad como personaje.
Lo que sigue a esa escena es una angustia continua y un querer saber más irrefrenable. Conocer qué le ocurrió a Ivy, secuestrada en 2003 cuando tenía 13 años. Cómo ha vivido todo este tiempo. Cómo ha logrado escapar con vida de su cautiverio. Quién la mantenía retenida contra su voluntad. A qué clase de torturas la sometió su captor. Qué se esconde tras esa mirada ausente y profundamente triste. Preguntas y más preguntas que se irán respondiendo a lo largo de los cinco capítulos que componen esta miniserie británica escrita por Marnie Dickens. Algunas, de hecho, encuentran respuesta ya en la primera hora.
Trece arranca con Ivy escapando, pero su historia es mucho más que la de un secuestro. Lo que ocurrió durante ese tiempo es importante para el caso y para comprender a la Ivy de 26 años, pero lo que pone de manifiesto Trece con una sutileza admirable y lo que hace que su piloto sea tan angustioso es el hecho de que lo que le pasó a ella le podría haber pasado a cualquiera. Una chica cualquiera a la que un día arrebataron de su normalidad y ahora, aún sabiendo la suerte que tiene de haber sobrevivido al calvario, tiene por delante la difícil tarea de la reinserción. Otro trauma que sumar a la larga lista de su corta vida.
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En la serie escrita por Dickens hay mucho de eso, de la frialdad con la que se trata a la víctima. En esos exámenes médicos y recogida de pruebas del cuerpo de Ivy (se veía también en la reciente Liar). En las reticencias de los agentes a creer que realmente aquella chica es quien dice ser. Comprensible por otra parte, ya que, como explican, sería la primera vez que ocurre algo así en Reino Unido y no querían dar falsas esperanzas a la familia. Pero las pruebas de ADN confirman que ella es Ivy y entonces comienza el otro vía crucis, el que viene después de un hecho tan traumático como un secuestro de más de una década.
Entró en aquel sótano siendo una niña de 13 años y ahora es una mujer sin la madurez necesaria para afrontar lo que se le viene encima que busca comprensión sin reticencias, que las hay, a su historia. Ya sea en ese agente que se salta el manual de cómo afrontar un caso así (Richard Rankin). Nada de establecer vínculos con la víctima. O con aquel novio del pasado que no sabe cómo decirle que continuó con su vida (Aneurin Barnard). Porque a Ivy todo le abruma. El protagonismo no deseado, las preguntas, los recuerdos, los cambios a su alrededor, ser objeto de suspicacias... ¿Por qué no intentó escapar antes?
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La habilidad de Trece reside en su capacidad para contar lo que supone una desaparición así para todos los implicados sin necesidad de dar demasiadas explicaciones gracias a la solidez del guion. Ya en el piloto se puede ver no solo cómo ha afectado el cautiverio a la víctima directa, sino también a su hermana, sus padres, sus amigos, sus profesores y cómo les afecta ahora, una vez aparecida, a quienes la conocieron y a los dos agentes encargados de llevar su caso.
Cada personaje afronta la pérdida y posterior recuperación de una forma distinta. No hay duda de que Ivy es la víctima principal, pero también su familia y sus amigos, que continuaron como pudieron hacia delante y cargan sobre sus espaldas con más de una década de ausencia y de ‘y si…’. Ellos son víctimas colaterales de ese hombre que un día se llevo a su ‘niña’ y que sigue suelto.