"Me sentía un fondo de inversión"
La cantante repasa su carrera al publicar una caja que recopila canciones de todos sus discos e incluye rarezas y material inédito
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"Por supuesto que la veo disparatada", responde Christina Rosenvinge mientras se sirve té en una pequeña tacita de cerámica blanca. No habla de la última cumbre económica de la UE, tampoco de la boda de la duquesa de Alba, ni siquiera de la enésima salida de tono de Lady Gaga. Habla de su carrera discográfica: "Aunque más que disparatada, diría que es poco convencional. Si ves los discos uno por uno y descubres las canciones clave, te das cuenta de que una canción lleva a otra".
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Rosenvinge está dispuesta a aclarar el disparate en Un caso sin resolver (Soster / Warner), que se publica el 29 de noviembre, un voluminoso recopilatorio (cuatro CD, un DVD y un libro de 50 páginas) de todas sus épocas, con abundantes rarezas y material inédito. Esta caja desenvuelve el misterio, lo expone ante nuestros oídos, pero como el título indica, no termina de resolver el enigma de una artista que comenzó haciendo punk en la Movida, alcanzó el éxito superventas a finales de los ochenta (Álex & Christina), se transformó en cantautora rockera en los noventa (Christina y Los Subterráneos), flirteó con la vanguardia neoyorquina con el cambio de siglo y ha acabado de musa del indie nacional.
«Hay gente que me ha dicho: Tú tienes un pasado', como si fuera Mengele»
Por este errático camino ha tenido que justificarse muchas veces, puede que demasiadas: "Hay gente, también periodistas, que me han dicho cosas como tú tienes un pasado', como si fuera Mengele", y se ríe. Sin embargo, colocadas todas estas canciones una detrás de otra, se vislumbra un eje vertebral a partir de una condición: la rebeldía. "Contra la familia, contra las multinacionales, contra compañeros a los que he tenido al lado, contra los prejuicios que sufría... Creo que mi carrera ha sido un acto de rebeldía continuo, pero no porque sí, sino porque tenía muchas canciones por escribir. Ha habido momentos en que la música era un vicio caro, pero siempre he sentido que tenía motivos muy poderosos para hacerla", contesta.
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Su primera rebelión fue la familiar, cuando a los 6 años soltó un "¡hostia puta!" en la cena de Nochebuena. Fue el primero. Luego llegarían muchos más "¡hostia puta!" contra una educación que pretendía hacer de ella la mujer de alguien y no la mujer que quería ser, aunque en ese momento ni siquiera sospechara las otras rebeliones que le esperaban. "Hay cosas de las que no puedes escapar, como haber salido en los ochenta y haber sido mujer. Son condiciones que han tenido mucha importancia", revela.
«Creo que mi carrera ha sido un acto de rebeldía continuo»
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Su rutina descarrilaba: se escapaba de casa por la ventana (vivía en un bajo) para ir al Rockola, Jaime Urrutia le daba clases de guitarra y formaba su primer grupo, Ella y los Neumáticos, del que todavía tiene una maqueta colgada en su página web, pero que no ha incluido en el recopilatorio: "Era demasiado cutre para ponerla en un CD".
Del underground ignoto dio el salto a la fama superventas con Álex & Christina, dúo formado en 1985 que recordado hoy puede confundirse con un producto comercial, cuando en realidad tenía bastantes más aristas. Rosenvinge venía de escuchar a los cantantes franceses de los sesenta (Serge Gainsbourg, France Gall, Françoise Hardy...) y la bossa de Astrud Gilberto, y en su cabeza imaginó que Álex & Christina podría ser una versión ochentera de estos referentes.
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"Era música comercial, melódicamente muy bonita y estaba hecha por grandes discográficas. Pero lo curioso es que cuando salió Álex & Christina los que se apropiaron de todo eso fueron los niños. El público era mayoritariamente infantil. Al principio fue decepcionante no salir en las revistas musicales, pero luego se convirtió en algo bonito, porque tener público infantil es maravilloso. Y me he encontrado con ese público de mayor y te miran con la misma cara, como si fueras el rey Gaspar", cuenta.
«No puedes escapar de haber salido en los ochenta y haber sido mujer»
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El dúo era de lo más goloso para la multinacional Warner: canciones pop adictivas, letras pegadizas y una chica guapa y moderna al frente. El hit ¡Chas! y aparezco a tu lado contenía uno de los estribillos que más se han tarareado del pop español e incluso llegaron a participar, pese a una férrea resistencia de Christina, en el festival de la OTI.
"Sentí un descontrol absoluto", recuerda. "Me sentía un fondo de inversión, no una artista. Todo se calculaba al milímetro, porque habían invertido dinero en nosotros y había que sacar más. Para mí aquello fue frustrante, me sentía un producto, aunque no lo éramos en absoluto, porque las canciones las habíamos escrito nosotros", añade antes de revelar que ¡Chas!... todavía genera beneficios en derechos de autor.
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«Los del sello me decían: ¿Es que tú no quieres ganar dinero?'»
A partir de ese momento, sus problemas con la discográfica fueron constantes, incluso ya en los noventa, cuando formó Christina y Los Subterráneos, una banda de rock con inspiración americana. Como ha ocurrido con tantos artistas, Warner intentó moldear a Rosenvinge para exprimir su potencial comercial, pero ella tenía ideas muy distintas de lo que quería hacer.
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Y llega su etapa de resistencia, otra rebelión. "Yo me fui radicalizando cada vez más, también como respuesta a lo que querían hacer conmigo. Ellos me decían: ¿Es que tú no quieres ganar dinero?' Y yo les decía que sí, que no era idiota, pero que quería hacer lo que me gusta, lo que creía que tenía que hacer. Había un rifirrafe constante, y yo cada vez fui haciendo discos más radicales", explica Rosenvinge.
Mi pequeño animal (1994) y Cerrado (1997) finiquitaron su relación con Warner. El giro que estaba a punto de dar a su carrera resultó difícil de comprender para sus seguidores, aunque visto desde la actual perspectiva es muy comprensible. A Rosenvinge le quemaba la inquietud artística y necesitaba otro espacio y otro tiempo para saber si debía apagarla o, directamente, hacerla explotar. En 1999, se mudó a Nueva York.
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«De lo peor de tu persona es de donde salen las mejores canciones»
Lee Ranaldo, guitarrista del grupo de rock experimental Sonic Youth, hizo de imán. "Le conocí en un festival de poesía en Holanda en 1994. Luego nos vimos en Nueva York y le enseñé una canción en inglés que había escrito, Easy girl. En realidad, el momento bisagra siempre ha tenido que ver con eso, no con un concierto ni con un disco, sino con coger una guitarra y cantarle a alguien. Decirle: mira, he escrito esto. Algo que no es nada fácil de hacer", señala la artista.
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Rosenvinge empezó de cero: se integró en la escena musical neoyorquina como una más y comenzó a aprender. Así lo recuerda: "Fue una lección de humildad, porque en Nueva York todo el mundo hace canciones y es muy difícil sacar la cabeza. Y te encuentras con gente que trabaja montando armarios de contrachapado y luego de repente sus canciones suenan como clásicos del country. No hay negocio, porque ganas muy poco dinero, pero hay mucho intercambio y energía y gente tocando todas las noches".
Lanzó un disco que se publicó en varios países e hizo una gira por EEUU, pero la coincidencia del nacimiento de su primer hijo desbarató muchas oportunidades. Finalmente, casi arruinada, regresó a Madrid con intención de dejar la música: "Sí, estuve haciendo locuciones para Nosolomusica y trabajillos que me ofrecían, escribiendo cosas".
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«Al final, la guitarra es lo que me ha salvado: te enseña el camino de salida»
Pero la música no la dejó a ella y las canciones regresaron. "De lo peor de tu persona, de los malos momentos y lo más oscuro, es de donde salen las mejores canciones", sentencia. Desde entonces ha publicado un álbum con Nacho Vegas y dos más en solitario. "Al final, la guitarra es lo que me ha salvado: desde lo peor, te enseña el camino de salida", concluye.