Luna Miguel: "El mito de Lolita se ha hecho cada vez más pornográfico"
En su debut como novelista con 'El funeral de Lolita', la autora narra una traumática relación con un profesor que la inició en el amor y el deseo. Un libro en el que revisita la obra Vladimir Nabokov y nos topamos con una Lolita empoderada.
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madrid,
Cuenta Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990) que cuando sus editoras leyeron una de las correcciones del manuscrito que pronto se convertiría en El funeral de Lolita (Lumen) ambas convinieron en resaltar la sordidez con que se restregaban sus personajes. Un sexo sin aderezos cuyo abordaje Luna afrontaba con la misma crudeza que cultiva en sus rimas: “La reflexión sobre el placer siempre ha estado presente en mi poesía, desde que empecé a escribir lo carnal ha sido motivo de reflexión”.
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También los excesos. Helena, protagonista de su primera novela, hace gala de una voracidad que por momentos parece surgir del más hondo desasosiego y que, en otros, solo se explica desde el hedonismo. “Le gusta llevarlo todo hasta el final, cuando come carne lo hace hasta casi vomitar y cuando bebe vino pierde la cuenta de las botellas que lleva”. O todo o nada. Helena vive en el alambre mientras descifra qué es lo que siente —o debería sentir— tras una llamada telefónica que le trae el pasado —y unos cuantos fantasmas— de vuelta.
"Yo veo una piruleta con forma de corazón y pienso en follar"
Roberto ha muerto. Una antigua compañera de instituto le pone en situación y ella, que quiso enterrarlo en su cabeza, se encuentra ahora ante la disyuntiva de si debe sepultarlo también fuera de ella. Como ya intuirán Roberto es su Humbert Humbert particular, profesor de literatura que tuvo a bien completar el temario curricular e ir un poco más allá. Con él, Helena comprendió de primera mano a qué encomiendan sus versos más zalameros —y lúbricos— los poetas, un despertar al amor y al deseo filtrado a través de los diarios de aquella Lolita que fue y que ahora, pasado el tiempo, logra rescatar.
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“Como utilizar cosas que no se pueden tocar para describir cosas que sí”. Así, como a tientas, explica Luna esa extraña pareja que forman la poesía y el periodismo; ella tan altiva e inspirada, él tan pragmático y diligente. Dos facetas que forman parte de su día a día y que ha querido legar también a su protagonista. “La poesía le da a Helena la libertad de poder escribir bonito sobre cosas que no lo son, ella es consciente de esa capacidad de poder abordar el absurdo de un modo preciosista”.
"La reflexión sobre el placer siempre estuvo presente en mi poesía"
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Con esas armas acude Helena al entierro de Roberto. Exequias que simbolizan también la muerte de la niña que fue, aquella Lolita que no supo que lo era hasta que pudo nombrarla, hasta que supo de la existencia de Dolores Haze. “Saber la historia que hay detrás del mito es clave para poder empoderarnos de él, cuando desde el feminismo se propone censurar Lolita creo que caemos en un error, nuestra obligación es ser muy conscientes de este personaje”, apunta Luna.
Y la historia, cabría decir, está plagada de Lolitas. De la ninfa que alumbró en su día Nabokov, al precedente que bosquejó un tal Heinz von Lichberg, oscuro escritor alemán que ya a principios del XX dejó constancia de una mágica —y casi onírica— Lolita en tierras levantinas, pasando por las perversas nínfulas aficionadas al hula hoop. Por no hablar de la Monelle de Schwob —su preferida— o la fantástica Alicia en el país de las maravillas que ideó el británico Lewis Carroll.
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"Me indigna que se considere algo malo plantear una relectura de los clásicos"
“De repente el mito de Lolita se despoja de toda esa magia y se hace cada vez más carnal y pornográfico, todo esto me parece fascinante”, confiesa la autora. Una perversión gestada en la gran pantalla y cuya simbología —evoca un tanto explícita la autora— resulta inalienable: “Yo veo una piruleta con forma de corazón y pienso en follar”. Sea como fuere, Luna apuesta por reivindicar una relectura del clásico que nos permita dialogar con la obra, explicarnos a través de ella y, como ha hecho en El funeral de Lolita, darle la vuelta y explicar el mito a través de la mirada de ella.
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“En España ha habido mucha palabrería con este tema, me parece indignante que se considere algo malo plantear una relectura de los clásicos, creo que volver a ellos críticamente es síntoma de que esa obra sigue vigente, sigue siendo determinante para nuestra sociedad”, se queja la autora. Y entretanto ella no duda en revisitar a la vieja Lolita, aunque solo sea para certificar su deceso.