“Lula consiguió que el pobre se sintiera como un ciudadano”
Anna Muylaert denuncia el clasismo que existe en su país y apuesta por la igualdad desde la Educación en 'Una segunda madre', una comedia política con la que conquistó el Premio del Público en Berlín y el Premio del Jurado en Sundance
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MADRID.- Con el clasismo hemos topado. La nueva película de la cineasta brasileña Anna Muylaert, una comedia de alto contenido político y social, Una segunda madre, se ha dado de bruces con los prejuicios de las clases media y alta de Latinoamérica. Ni el codiciadísimo Premio del Público en Berlín, ni el Premio del Jurado en Sundance, ni la unanimidad de la crítica europea y de EE.UU. han valido para convencer a la industria del cine del otro lado del ‘charco’. Ni un solo país de América Latina ha comprado la película para su exhibición. Afortunadamente en el Viejo Continente ha pasado justo lo contrario.
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“En Brasil, en unos años,
los negros ya no serán futbolistas, serán médicos y abogados”
Una segunda madre es la historia de Val y su hija Jessica, dos generaciones de mujeres de origen humilde. La primera tuvo que dejar a su niña y viajar lejos para ganar dinero con que mantenerla. Es desde hace años empleada doméstica en una casa de gente rica de Säo Paulo, allí limpia y allí ha criado al hijo adolescente desde su infancia. Ha aceptado las normas de clase impuestas. La segunda simboliza el nuevo Brasil, es ahora una estudiante inteligente y valiente, que va a visitar a su madre y se queda horrorizada con el trato que ésta recibe y le reprocha que ella lo acepte. Representa el modelo del nuevo impulso en Brasil, que se hará más fuerte a medida que vayan desapareciendo las brechas en la Educación. “Hoy Brasil tiene mayoría negra y mulata, pero en la Universidad aún son todos blancos”.
Ni un solo distribuidor latinoamericano ha comprado su película, a pesar del Premio del Público en Berlín, que es como tener la garantía máxima, ¿cómo es posible?
La gente de clase alta lo pasa mal con mi película, siente vergüenza. La gente de la industria del cine es de clase media alta y al ver la película lo pasaron mal. Allí les da mucha vergüenza porque se ven reflejados en la película. Hicimos una proyección para ellos y las caras que tenían cuando se acabó la película eran muy serias, severas, todos se esperaban otra cosa. Me dijeron que si tuviera un final a la americana, aunque la película hubiera sido más simple, ellos la hubieran comprado. Pero la verdad es que salieron todos insultando al personaje de la hija, de Jéssica, y confesaron que esperaban que alguien la violara o la asesinara por lo que hacía. Mi final es muy rebelde para ellos. Hay unas reglas invisibles que la película va enumerando y haciendo visibles y eso no les gusta. La película ha creado mucho más debate en Europa.
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Una clase inferior que es muy generosa en sus afectos, con los hijos de los demás…
Sí, hay una especie de trueque afectivo importante, porque son las mujeres de clase baja las que cuidan a los hijos de los otros y los que les dan simpatía y afecto. Estas son dos cualidades que definen a los brasileños y que en realidad son propias de la gente de clase baja. En este intercambio la que sale ganando es la clase alta, claro. Los pobres en Brasil son ricos en afectos.