Laura Freixas "El feminismo pasará de moda, será el momento de las verdaderas feministas"
La escritora catalana publica 'Todos llevan máscara. Diario 1995-1996', un ejercicio de autenticidad en el que desnuda sus fracasos sin edulcorantes que valgan, trazando un bosquejo de vida en el que maternidad y literatura se toman la medida.
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madrid, Actualizado:
La reina está desnuda. Laura Freixas publica Todos llevan máscara. Diario 1995-1996 (Errata Naturae), una obra en la que muestra sus grandezas y flaquezas sin el velo de la ficción. El día a día de una creadora queda al descubierto dos décadas después y lo hace con esta segunda entrega tras la publicación de Una vida subterránea. Diario 1991-1994. Estampas de Madrid, excursiones en bicicleta por Castilla, sesiones de psicoanálisis… y la búsqueda de una editorial que publique su primera novela. Junto a sus anhelos literarios en el mundillo cipotudo, la ansiada maternidad emerge con sus luces y, cómo no, también con sus sombras. Sinsabores que fueron tejiendo una intuición, y una lucha, atenta a los privilegios de la otra mitad.
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¿Cómo dialoga la Freixas de ahora con la que fue hace dos décadas?
Los leo como si fuera otra persona, con el interés que me suscitan los temas que esa persona aborda y que, en cierto modo, son los temas que me siguen interesando. Pero al mismo tiempo soy consciente de que esa persona que habla tenía una mirada sobre que yo ahora no comparto. La encuentro ingenua en muchas cosas y poco crítica en otras. Por supuesto que seguimos compartiendo el interés por asuntos como la lectura, la escritura, la vida literaria o el lugar de la mujer, pero me veo más conservadora.
¿Más conservadora?
Sí, para ser feminista me llama la atención la falta de corresponsabilidad que hubo en mi pareja durante mi maternidad. Me sorprende también cómo caí de lleno en la trampa de idealizarla y en el precio profesional que estaba pagando por ello. Me veo muy ingenua en esa felicidad conyugal y maternal, y supongo que ahora veo lo que entonces seguramente ya estaba latente pero no quería ver.
¿Surge ahí su interés por el feminismo?
Se puede decir que con la maternidad vi claras una serie de cosas. Yo siempre fui feminista porque mi madre ya lo era, pero la maternidad me abrió los ojos en ese sentido. Yo pensaba que eso de la desigualdad ocurría en otros ámbitos pero a mí, que pertenecía al mundo de la cultura, no me iba a pasar. Pensaba que habitaba una esfera donde todos éramos muy democráticos e igualitarios, y el embarazo me hizo caer del guindo. Resulta que yo siempre establecí un diálogo entre lo que vivía y lo que iba leyendo; mis viajes, mi madurez, todo lo que me sucedía se iba nutriendo de lecturas continuadas. Pero sucede que con la maternidad no encontré un relato, no había nada escrito, descubrí un vacío enorme.
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Bueno, en realidad sí que lo hay, es el relato de la mujer colmada, bendecida por la maternidad...
Pero es que ese es un relato tan idealizado que no es humano. Yo creo que todas las madres hemos sufrido con ese fantasma de la madre ideal dispuesta a sacrificarlo todo por sus hijos. Pero sucede que para ciertas mujeres que tenemos una vida profesional y otras ambiciones, la vivencia de la maternidad se percibe como una experiencia más que queda ligada a muchas otras, pero nunca como un ideal de la Virgen María. Y esto no lo encontré en la literatura.
De modo que fue un desencanto también con la literatura...
Sin duda. Por eso con estos diarios lo que pretendía también era mostrar esa vivencia de la maternidad como parte de algo y no de una forma aislada, ajena a la cultura. Quería que la maternidad apareciese tal y como la viví, como parte de una vida más compleja donde había muchas otras cosas. Si te fijas, la creación se ha visto siempre como algo opuesto a la cultura, las dicotomías patriarcales asocian al hombre con la creación, la cultura y la razón, mientras que la mujer se queda con la procreación, la emoción y lo irracional. Siguiendo esa lógica, es fácil interpretar la maternidad como la bendición de lo femenino y por tanto el colmo de lo natural. Esto explica que sea un tabú abordar la maternidad desde cualquier otro ámbito.
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Se topó de frente con el relato hegemónico...
Entendí de primera mano que no es cierto eso que dicen de que la cultura refleja imparcialmente lo que hay. No, la cultura refleja el punto de vista y las experiencias de los privilegiados que son, precisamente, los que crean esa cultura. Por otro lado, en cuanto empiezo a entrar en ese mundo literario percibo que a las mujeres nos recibían con desprecio, desconfianza o como meros objetos sexuales a los que seducir, algo que, por otra parte, sigo viendo.
Digamos que la escena literaria le hizo abrir los ojos...
Me hizo ver que la cultura no es algo neutro donde el género no importa y todo el mundo tiene las mismas oportunidades, sino que hay algo filtrado y mediado por el privilegio de género. Con el tiempo me he dado cuenta de que ante un problema así no vale enfrentarse con una actitud puramente defensiva, porque terminas sintiendo mucha impotencia. Resulta mucho más práctico investigar activamente ese privilegio, porque además está lleno de recovecos y sutilezas.
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También he descubierto la importancia de asociarse. El hombre lo hace y quizá sea ese el secreto de su poder. Los hombres siempre se han asociado, ya sea en equipos de fútbol, en la Conferencia Episcopal o en partidos políticos. La sociedad sigue funcionando como el patio del colegio; en el centro están los hombres, divididos en equipos pero aliados entre sí, y a modo de satélite estamos las mujeres, calladitas y en los márgenes.
¿Hasta qué punto las hormonas y el rol que nos asignan en sociedad condicionan nuestras obras?
Lo hacen en esencia. Me parece una equivocación el creer que hay una división total entre nuestra obra y nuestra vida. Esto no es así, primero porque no escribimos solo con la imaginación, sino que intervienen también las vivencias y algo que creo que es muy importante; la tradición literaria. Me refiero a que cuando te pones a escribir ya sabes que hay unos temas que son considerados dignos de la literatura, y sabes también que los ojos negros son como el azabache y que las jovencitas son deseables. Resumiendo; hay una tradición literaria para expresar la belleza del cuerpo femenino y no, por ejemplo, para expresar el atractivo de un bebé.
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¿No le da pudor mostrarse a quemarropa?
Da vértigo que te lean sin ese velo que te ofrece, por ejemplo, la ficción. Por eso para mí es tan necesario ese lapso de tiempo que ha pasado desde que los escribí, porque de alguna forma puedo no responsabilizarme. Quería mostrar que el rey está desnudo, o mejor dicho; que todos estamos desnudos, pese a que algunos siguen llevando su máscara incluso cuando escriben un diario. Se trata de que todos y todas reconozcamos que solemos disimular o presentar, como decía Carmen Martín Gaite, nuestros fracasados espolvoreados de azúcar. En ese sentido, lo que he pretendido es evidenciar que es posible que reconozcamos nuestras carencias y nuestros defectos y fracasos.
Se perciben ciertos ramalazos elitistas...
Es verdad, no pretendo ocultarlo además. Tengo una procedencia social y una educación elitistas, pero matizadas por el hecho de que toda mi familia materna es pobre y campesina. Siempre he visto ese elitismo desde fuera pero al mismo tiempo es obvio que pertenezco a él.
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¿Acabará la reivindicación feminista y lo políticamente correcto con la libertad creadora?
Este es el temor de muchos ante la irrupción de una mirada feminista en el mundo de la cultura. Creen que todo derivará en un arte edulcorado políticamente y censor. Según su argumento, el verdadero arte debe tener total libertad a la hora de representar el mal. Esto es algo que podemos ver claramente en el caso de Lolita, la novela de Nabokov. Para mí esta obra representa el mal por antonomasia, concretamente la violación de una niña. Creo que el arte debe representar el mal, la cuestión es cómo lo representa, si lo hace de una forma que de algún modo lo justifica o, al contrario, dejando claro que lo rechaza. Y ahí creo que Lolita es una obra ambigua.
Pero una cosa es la creación y otra la recepción de esa obra...
Y la crítica ha considerado Lolita casi de forma unánime como una historia de amor. Esto, desde mi punto de vista, es cultura de la violación porque justifica la violencia como una forma de amor. Por otra parte, ni que decir tiene que Lolita ha sido presentada como una joven perversa y manipuladora que obliga a Humbert a convertirse en su amante. Esto es cultura de la violación en estado puro, es el algo habrán hecho, es el van provocando, o es el qué hacía usted sentada en ese banco de Pamplona. No me preocupa la novela en sí, lo que me preocupa es su utilización como munición para decir a las adolescentes que son unas perversas.
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Y qué hay de la distinción entre obra y autor...
Puedo distinguir pero no lo puedo olvidar. Está presente. Neruda, por ejemplo, me parece un tipo despreciable. En Confieso que he vivido el poeta relata una escena en la que tiene a bien pasarse por la piedra a una de sus criadas durante una estancia en Sri Lanka. Además, hace bien poco hemos podido saber que cuando supo de que una de sus hijas tenía una discapacidad, desapareció y nunca más se ocupó de ella. No puedo olvidar determinadas cosas cuando leo su legado.
¿No teme que tras este repunte haya un repliegue de la lucha feminista?
Estoy encantada con lo que está sucediendo, pero al mismo tiempo soy consciente de que habrá un retroceso y esto pasará de moda. Será entonces el momento de las verdaderas feministas.
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¿Le ha pasado factura su posicionamiento abiertamente contrario a la independencia durante el procés?
Sin duda. Pero como a todo el mundo. Lo que más me duele es que no hemos ganado absolutamente nada, ni más autonomía, ni más calidad democrática, ni por supuesto el objetivo último que era la independencia. En cambio hemos perdido convivencia y respeto hacia las instituciones, hemos hecho el ridículo y nos hemos enfrentado entre nosotros. Creo que los políticos del signo que sean han copado las portadas de los diarios con preocupaciones que no son las de la gente de a pie... Es mucho más grave lo que está sucediendo con las mujeres. De hecho, en su día llegué a escribirlo en un tuit que me valió muchas críticas, decía algo así: «España en 2014, setenta mujeres asesinadas por machistas, pero catalanes asesinados por españolistas no hay. Entonces, ¿dónde está la prioridad?».