José Mota "Debería de haber un Ministerio de la Comedia, y no sería ninguna gilipollez, ¿eh?"
El cómico José Mota habla en esta entrevista de sus métodos para meterse en la piel de los personajes, el papel del humor en la vida, su función en el mundo, su infancia en un pueblo de Ciudad Real en los 60 y sus treinta años de carrera desde que comenzó con Cruz y Raya hasta hoy. “El humor es la válvula de escape de toda la mierda que nos agrede en el día a día”.
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MADRID,
Hace un guiño así de pronto, con el ojo izquierdo a la virulé y cargando el hombro hacia abajo, y parece como si se transformara en cualquiera de los personajes a los que ha creado o imitado en sus treinta años de carrera. “A ese grado de esquizofrenia estamos sometidos todos los cómicos”, explica José Mota (Montiel, Ciudad Real, 1965), cronista oficial del reino desde que hace ya lustros se instaló en los salones de todos los españoles y en el imaginario colectivo, probablemente el mayor logro que puede obtener un humorista. En esta entrevista detalla sus métodos para meterse en la piel de todo tipo de personajes, el papel del humor en la vida, su función en el mundo, su infancia en un pueblo de Ciudad Real en los sesenta y sus treinta años de carrera desde que comenzó con Cruz y Raya hasta hoy. Hace unas semanas que acabó temporada de José Mota presenta…, en TVE, con la que negocia seguir vinculado. A partir de septiembre girará por España junto a Florentino Fernández y Santiago Segura. “El humor es la válvula de escape de toda la mierda que nos agrede en el día a día”.
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-En ‘José Mota presenta…’ trabaja desde el ‘sketch’ con famoso al ‘gag’ anónimo pasando por el personaje de creación propia. ¿Qué le satisface más?
La posibilidad que me ofrece el programa para poder poner altavoz a cosas que ocurren en mi entorno, que me apetece contar. Para mí, desde luego, es un lujo y un placer tener la posibilidad de poder contar los aledaños tal y como yo los percibo. He intentado en mi trabajo tener un grado de compromiso social en relación a lo que veo y vivo, y que entiendo que debe ser dicho y contado. Por ejemplo, en los especiales de fin de año trato de hacer un resumen de lo que me ha parecido más destacado del año, lo que merece ser contado a través de la herramienta del humor, que es uno de los bienes naturales que tiene el ser el humano. Y es, además, un bien en alza, porque vivimos tiempos muy convulsos, todo está muy revuelto, y creo que el humor es el bálsamo que puede, al menos, ayudarnos a digerir un poquito mejor lo que ocurre. Con esa premisa, utilizo el fin de año para echar los demonios de lo que nos agrede en el día a día. Nunca he tratado de que el especial sea un mero desfile de personajes y sketches que puedan ser más o menos graciosos. Me importa muchísimo más el contenido que el continente; el eje central de mi trabajo es el mensaje de lo que quiero contar. Así ha sido y seguirá siendo durante mucho tiempo.
-¿Cómo se prepara para hacer una imitación de alguien muy conocido?
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Si te soy sincero, no suelo ponerme el vídeo ni estudiar el personaje. Te voy a contar una anécdota: cuando hicimos aquella parodia de Alfredo Pérez Rubalcaba, el día de antes llamé a Chema, el coordinador de guión, para decirle: “No sé cómo enfocar el personaje, porque no tengo la imitación”. Llegué al set de grabación sin tener la imitación. Estaba todo preparado y no nos podíamos echar atrás. Además, la imitación que nosotros teníamos preparada era la de María Teresa Fernández de la Vega, a la que Rubalcaba acababa de sustituir. Así que nos pilló con el pie cambiado.
Yo dispongo de una especie de reservorio en el subconsciente que me va soltando cosas que ni entiendo ni sé [risas]. De modo que fui componiendo el personaje a la vez que empecé a parodiarlo. Hicimos un ensayo y ahí me di cuenta de que aquel personaje se estaba apoderando de mí. Es como te lo cuento, ¿eh? Porque yo no lo estudié en YouTube. Yo funciono muy así. Eso tiene que ver mucho con lo que a mí los personajes me dejan en esencia, bien sea político o de la farándula. Me dejan una foto en el subconsciente y a través de esa instantánea me hago el retrato personal de lo que significa. No soy de los que se tiran horas estudiando un vídeo y tampoco me gusta esa manera de trabajar. Me preocupa más la sustancia, que es algo vital. Ponle de nombre alma. Yo capto su alma. Me preocupa más eso que clavar su voz. De hecho, cuando hicimos la imitación de Rubalcaba, lo que más llamó la atención fue cómo se expresa con las manos.
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-¿Ha tenido siempre esa habilidad, digamos, de que el personaje entre en usted?
Es como en El Perfume, cuando destilaba y se quedaba con las gotas de esencia. Cada personaje destila unas gotas de esencia y eso es lo que me interesa. Su vitalidad.
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-¿Cuántas personas viven entonces dentro de José Mota? ¿Alguna vez se mira en el espejo y no reconoce su cara?
“Los políticos acaban siendo imitadores de los cómicos”
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Hombre, a ese grado de esquizofrenia estamos sometidos todos los cómicos [risas]. Yo creo que incluso cualquier personaje que parodies, evidentemente, tiene tu autoría. Cualquier político al que pueda imitar es versus mía, y creo que ese maridaje es lo que crea la magia en el espectador: “Hostia, es Mota haciendo de ese, pero, sin embargo, es ese también”. Y esa convivencia real, ese choque de trenes, es mágico.
Hay un toque inexplicable; de repente, un cómico está haciendo una parodia y ¡clack! [hace un chasquido con los dedos], sientes que el mundo se para. Esa es una de las virtudes de la comedia, que hace que haya un paréntesis en la rutina del mundo. Recuerdo ver de pequeño en televisión a Andrés Pajares y a Fernando Esteso y me parecía magia, magia, magia.
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-Hay políticos como Rajoy y muchos otros que son demasiado personajes en realidad. ¿Incluso para ser imitados?
Creo que con los políticos ocurre una cosa: como conviven tanto, y a la fuerza, con el imitador, terminan siendo una imitación de segunda generación de quien les parodia. Son una imitación de quien les imita. El político ve tanto su parodia que dicen: “Coño, a ver si va a ser verdad que es que soy así y quien no está afinado soy yo mismo” [risas].
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-Me está diciendo que Rajoy ha llegado a todo esto porque ha empezado a imitarle a usted y al resto de quienes lo parodian.
Pero no sólo Rajoy. Todos, todos, todos. Pedro Sánchez, por ejemplo, aún no es una persona muy parodiada. Tiene una voz muy colocada, muy neutra, no tiene unas connotaciones demasiado marcadas. Pero terminará llegando un cómico que le haga una gran imitación y el político acabará yendo a eso. Es la condena de los políticos: terminan siendo imitadores de los imitadores.
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-Cuando se encuentra con un personaje como Sánchez, difícil de parodiar físicamente, ¿parodia entonces su mensaje, sus ideas?
“El humor es la válvula de escape de toda la mierda que nos agrede en el día a día”
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Hombre, nadie permanece en estado neutral en sus características. Todo el mundo tiene una caricatura. Yo me acuerdo de hablar de un tipo como Vizcarra, que hace unas caricaturas brutales, y me decía que todos, por muy guapos que sean, tienen una. Creo que el cómico es, en general, un adelantado. Alguien que viaja al futuro, pero sólo a la semana siguiente. Es decir, viaja muy poco. Pero lo suficiente como para que el espectador diga: “¡Ostras!, pues es verdad, lo que me está contando el cómico lo había sentido dentro de mí, pero ha habido alguien que de manera consciente le ha puesto verbo y me lo ha explicado”. Eso es algo que también aplaude la gente del cómico. Es como cuando escuchas una canción de Joaquín Sabina: tiene temas tan bonitos que, cuando los escuchas, te sientes muy bien porque muchas de las cosas que dice las has sentido dentro de ti. Pero él tiene la habilidad de ponerle adjetivos y de dibujarte la sensación con absoluta y meridiana claridad. Y con el cómico pasa igual: cuando hace sketches costumbristas, el público se emociona porque ve que él, con meridiana claridad, le explica sentimientos medio turbios que ya ha tenido. Y por eso el público se ríe: “¡Hostia es verdad! ¡Ahora caigo!”.
Realmente creo que nos reímos de nosotros mismos, pero vistos en otros, con la cara del vecino, no con la nuestra. Y eso es también una forma de exorcizar los demonios. Tiene una función social hipernecesaria, así como una labor de sanar y curar los males que afectan a la sociedad. No se comprende, por ejemplo, una sociedad como la inglesa sin la irrupción de los Monty Python y muchos otros grandes. El humor es la válvula de escape de toda la mierda que se pueda estar viviendo a diario y de lo que nos agrede en el día a día. Es la tabla de salvación. Un amigo, Antonio de la Torre, dice siempre, y es verdad: “El humor nos salva del suicidio”. Creo que una sociedad mentalmente sana tiene un humor en forma. Eso y su aceptación dicen mucho de una sociedad. Reírnos de nosotros no nos empequeñece, sino que nos hace más grandes.
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-Igual hasta hace de traductor para el españolito de a pie de lo que los políticos quieren decir.
Es muy difícil que el poder no arañe a quien lo ejerce. Es muy difícil mantener la toma de tierra cuando ejerces el poder. Y es muy difícil que tu entorno no te termine aislando. Entonces, yo tengo la obligación en mi trabajo de poner el altavoz a lo que yo humildemente pienso, que son denuncias o anhelos de cosas por decir. Y utilizo el humor para eso. A mí no me serviría hacer un humor vacío. Yo quiero contar cosas porque creo que como cómicos debemos de mantener ese compromiso con la gente.
-¿No le resulta complicado desde el punto de vista ético hacer comedia de un problema tan grave como el paro u otras cosas?
No. Lo que trato es de hacerla con delicadeza, porque sé que hay mucha gente que está sufriendo. Lo que siempre he tratado de hacer es poner un granito de arena positivo en la desesperanza de mucha gente.
-¿Cuál es el papel esencial de un cómico?
“Es muy difícil que el poder no arañe a quien lo ejerce”
En primer lugar, creo que vitalmente él mismo necesita contar cosas. Lo hablo desde mi propia experiencia. Vitalmente, necesito echar demonios, como todo el mundo, a través de la herramienta del humor. Por otro lado, tiene una función social. Tengo la gran fortuna de que hay gente que ve lo que hago y le puede servir, o no. Hace poco una señora, que estuvo en el hospital, me paró por la calle y me dijo: “Tú me hacías olvidar”. Cuando te das cuenta de que el humor es una herramienta que bien utilizada ayuda a sanar… Debería de haber un Ministerio de la Comedia, y no sería ninguna gilipollez, ¿eh? Es que el humor es la pataleta que tiene el pueblo, tío. Y eso no se lo puedes quitar, necesita desahogarse.
-Ahora la libertad de expresión no pasa por su mejor momento.
Es verdad que estamos atravesando un momento de muchísima dificultad, donde los pasillos por los que transita el humor cada vez son más estrechos. El humorista tiene que hacer verdaderos ejercicios de equilibrio para no caer de la cuerda. Porque la cuerda cada vez está más tensa y más delgada. Es muy complicado todo, porque se consiguen logros sociales que son necesarios, pero, de la mano, el humor transita cada vez por líneas más delgadas.
Soy optimista, en general, y creo que el mundo está en un momento de cambio, se está reconstruyendo. El planeta está ordenando su pasado, y creo que este país, nosotros, cometimos un pecado tremendo: no valorar el legado que nos dejaron nuestros mayores. Yo soy del sesenta y cinco y como espectador de la vida he sentido que, en cierto momento, este país dio la espalda a los pueblos, al mundo rural. Y creo que precisamente una de las grandezas que tiene España es eso. Yo adoro Madrid, pero soy manchego, de un pueblo que se llama Montiel, del que me siento súper orgulloso. Doy gracias por haber nacido en un pueblo pequeño y por haber tenido una identidad. Montiel, para mí, es la toma de tierra que me recuerda quién soy realmente y de dónde vengo. Y eso es importantísimo, porque una de las cosas que la gente busca en este universo incierto es identidad. Y cuando a España llegó el bienestar económico en los ochenta, yo sentí que se le daba la espalda a los pueblos. Era como que todos queríamos mirar a la ciudad como sinónimo de modernidad. Gran pecado, amigo.
Yo vengo de una zona deprimida, de donde las mujeres de pueblo a las que parodio, estas señoras vestidas de negro, con el velo, a las que se les moría el marido y era como que entregaban la vida. Digo frases de las que la gente se ríe, pero que son terribles: “Ay señor llévame pronto” es “Mi marido ha muerto y mi vida terminó”. Mi homenaje absoluto a la mujer, que durante muchísimos años ha estado en un segundo lugar del escaparate de lo público. No han sido las que se han llevado los aplausos, sino las secundarias, cuando para mí han sido el eje central de la familia y de la vida en este país. Todo esto conviene recordarlo. Por eso, en mi trabajo yo no he hecho otra cosa que homenajear el paisanaje que ha convivido conmigo. Castilla-La Mancha es un sitio súper peculiar con un humor muy personal. Y ese paisaje de llanura ha conformado un humor con una retranca y una ironía absolutamente únicos.
-Usa mucho el humor manchego en sus parodias.
Claro, uso lo que he vivido y soy, mi identidad. Pero ahí tienes también a una persona como Pedro Almodóvar, que ha hecho un cine universal, con valores muchas veces de Castilla-La Mancha.
-Está como de moda usar esos 'palabros' manchegos. A los de Muchachada Nui también les funciona.
Porque creo que la palabra es una cosa que está viva. Entonces, hay palabros manchegos que vienen a ocupar vacíos en el vocabulario, por eso se han hecho de España entera. Porque palabras como “cansino” faltaban en el acervo. Y es un palabro castellanomanchego.
-¿Qué recuerdos guarda de su infancia en el pueblo en Ciudad Real?
Todo. Me acuerdo que de pequeño siempre imaginaba cómo iba a ser mi vida de mayor y cómo sería el mundo de fuera. Yo vine a Madrid por primera vez con catorce años y me cautivó. Tengo el recuerdo de que los veranos en el pueblo eran eternos y de que, de niño, el presente siempre era hoy y nunca mañana. Y el sabor de la eternidad: siempre he pensado que cuando eres niño, eres eterno porque siempre es ahora y aquí. Todo es magia, grande y lo que no te interesa lo eliminas con una inmediatez absoluta. La niñez es el periodo más maravilloso de la creación.
“Los pasillos por los que transita el humor cada vez son más estrechos"
Crecer en Montiel fue maravilloso. Ten en cuenta que por aquella época, allí y en los pueblos en general, afortunadamente había muy pocos coches en la calle. Yo ahora voy a Montiel y veo que los coches han robado las calles a los niños; ya no es lo mismo. Nosotros jugábamos en las calles al fútbol, y eran nuestras. El progreso ha traído mucho bienestar social, pero de la mano también han venido mierdas muy gordas.
-¿Fue feliz allí?
Mucho. Y además un niño consciente del valor de la niñez. Me acuerdo de decir que no quería ser mayor, no me interesaba nada.
-De muy pequeño hacía ya comedia ante los vecinos del pueblo. ¿Cómo le funcionaba y qué hacía?
Mi primera gran actuación fue en una silla en el salón de mi casa. Me subía con unos nueve años y hacía imitaciones. Tuve lleno absoluto con mi familia. Luego, a veces, también se apuntaban vecinos. Con diecisiete años vine a Madrid porque había un programa en TVE que se llamaba Gente Joven, que era para talentos, un programa de variedades, de música y muchas cosas en el que creo que salieron por primera vez Francisco y Mecano. Vine con la mala fortuna de que habían quitado el apartado de variedades. Me acuerdo de llegar a Madrid con la maleta llena de ilusión y vacía de bienes materiales. Al llegar con mi padre a Prado del Rey me lo comunicaron y yo pensé: “Joder, podían haber avisado antes”. Me llegó la carta después. Pero mi padre estaba encantado de verme ilusionado y aprovechamos para estar unos días en Madrid. Y sigo teniendo la suerte de seguir siendo una persona muy ilusionada, que creo que ha sido lo que me ha mantenido tanto tiempo aquí. Pasó el tiempo, estudié y empecé con mi compañero. Ocurrió seis años después, siendo más maduro, y estuvo bien.
-¿A quién admiraba cuando era niño?
Estaban Tony Leblanc, Tip y Coll, y Fernando Esteso y Pajares. Teniendo diez años, salían Pajares y Esteso en la televisión y sentía que el mundo se paraba. Luego he vuelto a revisitar su obra y eran realmente buenos. Flipaba con ellos [José Mota saca su móvil y muestra un vídeo de Fernando Esteso imitando a tres cantaores y tocando la guitarra, y a Pajares cantando flamenco]. Las cosas hay que dimensionarlas en el momento en que fueron hechas, no puedes hacer una traslación y querer que aquello cohabite con lo que ahora es. Es injusto.
-Ahora Pajares y Esteso están como muy denostados. Se les ve como parte de un humor muy "casposo".
A mí me parecen dos genios absolutos. Y me siento muy orgulloso de decirlo. Quien diga algo como lo de “casposo” desconoce el trabajo de esta gente. Son dos actorazos y Pajares, además, tiene un Goya por ¡Ay, Carmela!.
-Bueno, las películas del destape eran un poco…
Bueno, las películas del destape eran películas del destape en ese momento, claro. Eso pertenece a otro género. Yo te hablo de su valía artística y a mí me parecen dos putos genios de la comedia. Lo digo aquí y donde lo tenga que decir.
-¿El humor que se hace ahora es más inteligente, como se vende? ¿Eso denosta a lo que se hacía antes?
No. A mí me parece que este país tiene un talento inmenso de cómicos ahora mismo. Pero, ¿cuánto quieres que nos vayamos para atrás? Gila, Tip y Col, La Codorniz, Tono, Miura, Poncela, Edgar Neville, Wenceslao Fernández Florez… Creo que no se ha hecho mejor humor en la historia que cuando La Codorniz. Ahora hay gente con muchísimo talento. Pero las comparaciones son odiosas, porque no son justas. Yo también veo sketches de los Monty Phyton, que son míticos, y ahora me gustan menos.
-¿A usted también le pasa que algunos ‘sketches’ suyos no han envejecido bien? ¿Revisita cosas del pasado y no se gusta tanto como entonces?
"Esteso y Pajares me parecen dos putos genios de la comedia"
Claro, por supuesto. Las cosas, normalmente, envejecen. Aunque hay piezas que haces que son más intemporales y que aguantan el paso del tiempo, pero es muy difícil que pasen quince años, que veas una pieza que has hecho y que aquello no haya… Pero es que todo cambia: la manera de entender lo que nos comunican y la información del espectador. La gente ahora está muchísimo más informada que hace treinta años. Pero comparar a ambos públicos es un ejercicio absurdo que no tiene sentido ninguno. Como comparar cómicos. Eso es tramposo; a la gente hay que valorarla en el entorno al que ha pertenecido.
-Al que fue su otro matrimonio en vida, Juan Muñoz, lo conoció haciendo la mili.
Fue por casualidad. Yo estaba actuando con otro chico, en la séptima compañía en Zaragoza, y el teniente le dijo a Juan: “Oye hay un chico que te hace la competencia. Ve a verlo”. Vino a vernos hacer las chorradas que hicimos y empezamos a hablar. Y de ahí surge todo.
-¿Cómo fueron los comienzos como dúo de Cruz y Raya?
Cuando Juan y yo llegamos a Madrid en 1987 estuvimos en una pensión en la calle Montera y en otra en Gran Vía. Al poco, tuvimos la suerte de entrar en Antena 3 Radio y de actuar en la Plaza del Carmen, al lado del Teatro Muñoz Seca. Después, el dueño de esa sala nos llevó a Caribiana, que era una gran sala de fiestas. Por entonces había cultura de ir a este tipo de sitios, que tenía pases ¡a la una de la madrugada! Teníamos mucha carencia económica, pero también muchísima ilusión.
-¿Qué recuerda de esa primera noche en Caribiana?
No la recuerdo exactamente, pero sí me acuerdo de que compartíamos cartel con Juanito Navarro y Simón Cabido, el ballet Cómic, y el maestro Arnó, que era hipnotizador. Nosotros íbamos al final.
-¿Por qué se separaron?
Porque estuvimos dieciocho años juntos y llegó un momento en el que a ambos nos apetecía escribir páginas por separado. Teníamos anhelos y apetencias distintas. Él hizo un par de pelis y yo, un musical con Santiago Segura. Llevábamos mucho tiempo juntos y ese desgaste termina notándose. Es normal, cuando convives tanto con una persona, de repente dices: “Caramba, quiero yo empezar a caminar y a contar cosas por mi propia cuenta”. Cada uno quería poner su sello y su firma personal en su trabajo. El dúo funcionó hasta el último día, hasta que nos separamos, y éramos números uno de audiencia todos los viernes. Todos. Nosotros nos separamos con máximo éxito.
Los dos percibíamos que si seguíamos más tiempo… pues… Sentimos que era mejor dejarlo ahí, para dejar las cosas en un buen recuerdo personal. Él tenía unos gustos y yo tenía otros; a veces coincidían y otros no. Entonces, cuando no coincidían, eran motivo de diferencias de opinión y tal. Ocurrió porque tuvo que ocurrir y ya está. Pero los dos lo asimilamos muy bien. Yo no tengo ningún problema.
-Es algo como muy contradictorio, ¿no? El que un dúo cómico se separe con un momento dramático entre ellos.
“El humor es la pataleta que tiene el pueblo, tío, no se lo puedes quitar”
Bueno, es que la pareja es un milagro. La pareja de hecho en la vida real y la pareja humorística no dejan de ser milagros de convivencia. Es muy difícil, existen roces en ambos. Es imposible que no haya una puñetera discusión. Se va caminando, caminando, caminando y al final tienes la necesidad vital de ir por tu lado. Pero eso no fue traumático, en absoluto. Él siguió haciendo sus cosas y yo, las mías. Ahora a mí me apetece a hacer cosas en ficción y tengo mucho por contar.
-¿Hay mucha tragedia en la comedia?
Siempre, siempre. De hecho, creo que el vómito final de la tragedia es la comedia. Para no morirnos con nuestro propio vómito, vuelves a vomitar y sale la comedia y produce una carcajada. Es el descanso del guerrero. Sin humor, el mundo sería un mundo tremendo.
-‘La chispa de la vida’ es la primera película en la que ha cambiado de registro en la actuación.
Sí. Hablaba de una cosa tan trágica como el paro continuado para una persona. La gente que sufre esa lacra se enfrenta a crisis personales grandes. Y es muy jodido.
-¿Se sentiría cómodo haciendo un registro sólo dramático?
Si la historia me interesa, ¿por qué no? Somos contadores de historias y estamos aquí para emocionar. Es muy hermoso emocionar hacia la sonrisa, pero también hacia la reflexión o lo emotivo.
-¿Alguna vez, hace veinte o treinta años, se imaginó que iba a ser nominado a los Goya?
La verdad es que me ha hecho sentir muy bien que los compañeros actores hayan reconocido mi trabajo para estar ahí dos veces. Sólo el llegar ahí es un logro personal muy bonito y muy importante.
-¿Qué hace a José Mota ponerse serio?
El tomar consciencia de que hay gente que lo está pasando muy mal o los barcos cargados de gente que llegan desesperados para intentar agarrarse a la vida. Me doy cuenta muchas veces de que nos quejamos de gilipolleces y de tonterías. Nos han dado muchas veces una vida que no apreciamos.