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'No me llame ternera'

Jordi Évole: "No me va a condicionar que me acusen de blanquear etarras"

Tras su polémica presentación en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Netflix estrena el documental 'No me llame Ternera'. Su codirector ha concedido una entrevista a 'Público' en la que reflexiona sobre la importancia de que las nuevas generaciones conozcan el pasado reciente de España.

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Jordi Évole visita 'Público' para presentar el documental 'No me llame Ternera'. — Chema Molina

Madrid, Actualizado:

"Ni usted ni nadie me habrá oído decir que matar está bien". Esta frase pertenece a Josu Urrutikoetxea (Miravalles, Vizcaya, 1950), al que la mayoría conoce como Josu Ternera por su pertenencia a Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Sin embargo, él rechaza este pseudónimo y reivindica que se le apele por su nombre. Así lo hace Jordi Évole en un largometraje documental que se estrenó el pasado 15 de diciembre en Netflix bajo el título, precisamente, de No me llame Ternera. Este detalle refleja la tensión que domina la hora y cuarenta minutos de metraje de este trabajo de Producciones del Barrio.

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"Esta no es una entrevista donde el entrevistador y el entrevistado estén empatizando o se hagan gracia en según qué preguntas o respuestas. Eso no sucede y creo que tampoco debe pasar por el tipo de actividad que ha desarrollado durante su vida. El hecho de que sea miembro de una organización terrorista y haya causado todo ese dolor me impide tener un tono laxo o coleguear", explica el comunicador. Si alguien esperaba una réplica de Lo de Évole, ha dado en hueso. El equipo de Évole mantiene el formato, pero con una sobriedad absoluta.

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100 minutos de documental y años de trabajo

No es la primera vez que se sumerge en la historia de la organización terrorista. La Sexta ya había emitido una entrega de Salvados donde entrevista a Iñaki Recarte, antiguo miembro de ETA. También dedicó otra a diseccionar las claves del proceso de paz con el socialista Jesús Eguiguren y ha hablado en otra ocasión con Maixabel Lasa, viuda del político socialista Juan Mari Jáuregui, para poner el foco sobre el proyecto de reinserción conocido como Vía Nanclares. Sin embargo, este documental va un paso más allá y escala directamente a la cumbre de la organización. 

"Nosotros imaginamos este programa para el décimo aniversario del cese definitivo de la violencia de ETA, que fue el año pasado, pero no llegamos porque no teníamos su OK para hacer la entrevista y a pesar de que nos la dio con un año de retraso, lo aprovechamos igualmente", narra Évole. Atrás quedaban años de conversaciones para llegar hasta esta figura clave desde los inicios de la banda terrorista ETA hasta su disolución. "El documental se gestó a base de picar piedra. Hicimos varios viajes a Euskadi y cuando ya nos pusimos en contacto con él, nos vimos en Francia. La primera vez, en París y las dos siguientes, en San Juan de Luz", recuerda. "Fuimos insistentes porque consideramos que esta entrevista tenía un componente histórico muy importante. No creo que pueda haber nadie que no quisiera hacerla. Es la primera vez de que un miembro de la dirección de ETA da la cara sobre cuestiones que solo pueden explicar ellos", se reafirma.

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La batalla por el relato

A pesar de que Évole lo nombra como tal y todos los presidentes vivos del gobierno de España ―Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez― aparecen en el largometraje refiriéndose a él como líder de ETA y responsable de su aparato internacional, Urrutikoetxea evita definirse de esa forma durante toda la entrevista.

Las palabras importan y, como anticipábamos al inicio, el que fuera diputado en el Parlamento Vasco por Euskal Herritarrok tampoco menciona el término "perdón" en ningún momento de la conversación. A cambio, asume su responsabilidad como militante y dice arrepentirse de "no haber hecho mucho más para que esta rueda loca o espiral de violencia se parase mucho antes". 

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El discurso se queda frío, a medio camino entre la confesión y una declaración medida en la que solo admite su participación en atentados en los que ya era conocida su implicación, como el que acabó con la vida del presidente del gobierno de Franco, Luis Carrero Blanco, en 1973. En cambio, con lo que nadie contaba es que este documental serviría para se atribuyera parte de las labores de planificación del asesinato en 1976 del alcalde de Galdakao (Bizkaia), Víctor Legorburu, pero incluso esta mención lo deja exento de cualquier tipo de consecuencia penal, ya que el caso sobreseído por la Ley de Amnistía de 1977.

Urrutikoetxea asegura que ha decidido hablar para recuperar la voz que le han negado los "dueños del relato". "No lo especificó, pero todo el entorno de la organización terrorista ETA siempre habla de que el relato lo marca el Estado español, como un ente abstracto, y a partir de ahí, se extiende con sus brazos mediáticos", especifica Évole.

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Una semana después del estreno, las primeras críticas destacan la frialdad del entrevistado. Sin embargo, se muestra incómodo durante toda la conversación, especialmente cuando Évole saca a colación la ejecución de Yoyes, la primera mujer dirigente de ETA, ordenada por la cúpula de la organización terrorista. El entrevistado carraspea varias veces y se lleva la mano a las cejas. "Él nunca había hablado con un medio que no fuese muy afín. Tampoco lo he visto en prensa o televisiones latinoamericanas y es la primera vez que decide hacer declaraciones para uno español sin una simpatía evidente hacia la izquierda abertzale", advierte el comunicador.

Polémica en Zinemaldia

Este documental, dirigido por Jordi Évole y Màrius Sánchez, inauguró la sección Made in Spain en la 71 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, hace ya tres meses.

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Su presentación vino precedida por la polémica. Más de 500 personas, entre las que figuran políticos, escritores y víctimas del terrorismo, solicitaron por medio de un manifiesto que la película no fuese proyectada porque consideraban que contribuía a blanquear a ETA. Esta acusación se tradujo en centenares de titulares acusatorios, pero lo cierto es que por aquel entonces nadie había visto el documental.

Tampoco Fernando Aramburu, autor de Patria, que aparecía en el listado junto a Fernando Savater, Félix de Azúa, Andrés Trapiello, Ana Iribar, Mari Mar Blanco y Maite Pagazaurtundia. "Cuando se firman manifiestos en España, a veces hay un punto que tiene que ver con la llamada de un colega que te lo pide y tú ni te miras el texto. Me gustaría saber si ese fue el caso de Aramburu, pero dudo mucho que se sumase si supiera lo que pone, aunque dice poco de un escritor que firme algo sin haberlo leído antes. A veces la vida te lleva a hacer las cosas con prisas, no sé", dice Évole con sorna.

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Su caso no es la excepción. El estreno de películas sobre el terrorismo etarra en el Festival de Cine de San Sebastián ha venido acompañada de un encendido debate social en varias ocasiones. Sucedió con El proceso de Burgos en el 1979, un documental de Imanol Uribe sobre la repercusión que tuvo el consejo de guerra a los dirigentes etarras durante el franquismo. También lo sufrió Julio Medem con La pelota vasca en 2003, incluso la nueva comedia de Borja CobeagaFe de etarras, fue boicoteada en 2017. El caso más reciente tuvo lugar hace tan solo dos años con Maixabel, de Iciar Bollain, una historia sobre el perdón que ganó tres premios Goya.

"Dice poco de la madurez de nuestro país que se monten estos saraos.  Hay un sector que promueve esta especie de aquelarre cuando alguien se atreve a tocar este tema porque quiere marcar lo que se tiene que decir o con quién se tiene que hablar. No sé dónde está el precepto del periodismo que diga que no te puedes salir de ese carril de voces autorizadas", denuncia Évole. "Vamos muy fino en España con según qué temas, pero yo quiero tocar este precisamente para que quede un testimonio para la historia de lo que de lo que significó todo el dolor causado por esta gente", defiende. "En cualquier caso, lo mejor es que conmigo no se esfuercen, porque voy a seguir haciendo lo que crea que tengo que hacer y no me va a condicionar que digan que Évole blanquea etarras, porque ese personaje no existe", añade el comunicador.

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Jordi Évole visita la redacción de 'Público tras el estreno en Netflix de su documental 'No me llame Ternera'. — Chema Molina

Las primeras reacciones tras el estreno

Aquellos días convulsos aparecieron pintadas de "Ternera asesino" en los vallados colocados a la entrada del Palacio de Congresos Kursaal y sobre algunos de los carteles de las películas que se presentaban en el Festival de Cine de San Sebastián. Uno de los damnificados fue el de La sociedad de la nieve de J.A. Bayona. 

La organización del festival no cedió a las presiones y el director, José Luis Rebordinos, pidió públicamente a quienes exigían su retirada de la programación que "la vean". Resulta casi irónico que, justo ahora que está disponible en plataformas para consumo de cualquiera que esté interesado, el ruido ha cesado.

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"Yo no tengo la sensación de haberme pinchado con este documental. Estoy súper tranquilo. Esto fue un proyecto que nació de manera independiente de nuestra productora y hemos hecho la pieza que queríamos sin nadie que nos haya dicho quita esto o añade lo otro. Nosotros tiramos para adelante, lo financiamos y cuando ya estaba acabado fuimos a Netflix para que la difusión fuese lo más internacional posible. La plataforma lo compró tal y como estaba", especifica su codirector.

Esta aclaración llega después de que el propio Urrutikoetxea haya criticado el resultado. "La he visto y le falta hilo político. Han hecho lo que han querido", dijo en una entrevista al diario euskaldun Berria. Esta disconformidad arranca de mucho más atrás. "Por una cuestión de mala comunicación entre él y nuestro enlace se enteró tarde de que íbamos al festival de Donostia a presentarlo. A finales de agosto se puso en contacto conmigo y de una manera vehemente me afeó que hubiera tenido que enterarse por la prensa, pero el fallo no fue de nuestro equipo. No se lo dijo quién se lo tenía que decir", relata Évole.

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No obstante, el comunicador respeta su posición. "Me parece que está en todo su derecho de decir que no le gusta, como cualquier persona que lo vea, pero no creo que se lleve ninguna sorpresa con lo que se ha encontrado porque en la entrevista estaba todo lo que sale en ese vídeo", puntualiza.

Fuera de aquel mano a mano entre entrevistador y entrevistado solo queda un pequeño porcentaje de la grabación, pero es quizás la más importante. El equipo de Producciones del Barrio opta por arrebatarle el arranque y la conclusión del documental a Urrutikoetxea para cedérselo a Francisco Ruiz, escolta del alcalde de Galdakao cuando se produjo el atentado y único superviviente del tiroteo. 

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Todo esto, ¿para qué?

El proyecto ya le ha valido a Jordi Évole un reconocimiento en la categoría de libertad de expresión de los Premios Periodismo Vasco 2023 que conceden la Asociación y el Colegio Vasco de Periodistas, pero más allá de los premios, al entrevistador le gusta volver la vista atrás y recordar la razón por la que todo comenzó.

"Hay temas a los que nunca llegamos en los libros de texto. Los que hicimos EGB no dábamos el franquismo y los que están haciendo ahora la ESO parece que tampoco alcanzan a estudiar la violencia y la muerte que provocaron ETA y los grupos armados vinculados al Estado que buscaban acabar con la organización. Es muy reciente, pero me he encontrado antes con un periodista que tendría unos 25 años y a pesar de que era de Zaragoza, no conocía el atentado contra la casa cuartel. ¿Cómo puede ser que algo tan atroz ya no se recuerde?", se pregunta.

José Mujica, expresidente de Uruguay, se ha sentado estos días frente a  Évole ―quien ya lo ha entrevistado anteriormente en Salvados― para dejar una reflexión sobre la importancia de no "ponerle una mordaza al periodismo" que tape los "desaguisados" de la historia. "Me parece que lo que ha existido ha existido. Será bueno, malo o regular y eso es opinable. (...) Si no existiera el periodismo viviríamos sepultados en verdades oficiales", ha zanjado.

No es el primero que defiende la utilidad de este documento. Contra todo pronóstico, Carlos Herrera se le adelantó. "Tuve acceso a la película este fin de semana. Lo que puedo decir es que en ningún momento y bajo ningún concepto es un blanqueamiento de ETA. Ni un blanqueamiento de Ternera", dijo en septiembre durante el programa Herrera en COPE.

"Nadie le pidió nada y no tenía por qué haberse mojado, pero lo que dijo también ayuda a complicar el terreno de juego del periodismo. En España nos gustan los bandos de un lado y otro, sin matices y que Carlos Herrera defienda el documental los añade", le reconoce Évole.  

La última intervención de Urrutikoetxea en No me llame Ternera es casi un epitafio. "Malo sería para cualquier persona, después de estar luchando 50 años, decir que su vida no tenía sentido. Sería monstruoso", valora.  

ETA no logró alcanzar sus objetivos fundacionales: la independencia de Euskadi, la anexión de Navarra y del País Vasco francés para la creación de un Estado monolingüe en euskera. Este dirigente histórico de la organización hace un último intento con esta entrevista de expresar que "ha sido un conflicto político, con todas las consecuencias duras, crudas y sin vuelta a atrás", según manifestó a Berria. "Lo primero que cualquier Estado le debe a un pueblo oprimido es darle la palabra", añade en la misma entrevista.

Évole no forma parte de ese 'aparato de poder', pero este trabajo deja un legado valioso. "Estamos acostumbramos a hacer un periodismo con prisa, básicamente porque no tenemos más tiempo ni la posibilidad de hacerlo diferente. Todo pasa. Yo soy un afortunado porque me ha ido bien en televisión y puedo reinvertir lo que he ganado en cosas como esta. Aunque acabase en el vídeo comunitario de alguna comunidad de vecinos de Durango, este no es un documento fugaz", concluye.

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