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"John Wayne no fue una influencia"

Los hermanos Coen abren la Berlinale con el western 'Valor de ley', que llega hoy a la cartelera

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La Berlinale dio ayer por empezada una 61ª edición que, salvo la irrupción por sorpresa de algún forastero desconocido, se presenta tan carente de emociones fuertes como la vida cotidiana en un pueblo fantasma. Pero el pistoletazo de salida, surgido de un revólver algo oxidado, se pudo escuchar ayer a lo largo y ancho de toda la llanura. Los hermanos Coen asaltaron Berlín con Valor de ley, un inspirado western que llegaba avalado por su excelente acogida en Estados Unidos, donde ha cosechado elogios hiperbólicos, así como más de 100 millones de dólares en taquilla y diez nominaciones para los próximos Oscar. Si hubiera que elegir un tópico, tendría que ser el de la consagración: a sus innegables logros artísticos, conocidos desde hace más de dos décadas, se les ha sumado ahora la capacidad de ganar un montón de dinero.

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El éxito les ha llegado, por extraño que parezca, con el supuesto remake de un western semiolvidado de John Wayne. Fue estrenado en 1969, cuando el actor ya adoptaba el perfil de icono nacional y último vestigio de un Hollywood de otro tiempo, que empezaba a dejar paso a una nueva ola de talentos más jóvenes y algo menos republicanos. Ayer, en Berlín, los hermanos Coen se negaron a reclamar cualquier tipo de filiación respecto a ese original. "La vimos de pequeños, pero hoy es sólo un lejano recuerdo porque no la hemos vuelto a visionar. Lo que nos entusiasmaba era la novela de Charles Portis. La otra versión cinematográfica nos resultó irrelevante", aseguró Ethan Coen, sin tapujos.

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No es de extrañar que los Coen, tan dotados para la observación de su propia subespecie, se enfrenten por fin al género estadounidense por excelencia, el que reúne y celebra todos los mitos fundacionales de su glorioso país. Después de un par de tentativas algo tangenciales, como O Brother y No es país para viejos, los directores han firmado una película inscrita en su variante más pura. Un filme de época y factura clásica, en el que parecen respetar casi todas las normas no escritas de este género.

Pero los Coen también siguen siendo fieles a sí mismos. Si en los western clásicos era el hombre el que alcanzaba la plenitud masculina en ese Oeste lejano y hostil representado por el territorio comanche, aquí es una niña obsesionada por vengar a su padre la que se convierte en hombre. Por Valor de ley también circulan jinetes enfundados en ridículas pieles de oso y hombres enzarzados en duelos pueriles para preservar una masculinidad algo herida. Además, los Coen siguen siendo ajenos a la corrección política. Al racismo latente y al sexismo imperante en la época, le añaden incluso ápices de maltrato infantil, que en Berlín despertaron risillas nerviosas durante una proyección que terminó, contra pronóstico, con aplausos más tibios de lo esperado.

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La otra sorpresa fue que los Coen aseguren no haber rodado una película del Oeste. "No nos interesaba abordar los mitos relacionados con el género, como hacían las películas de John Ford. Ni siquiera consideramos que sea un western en sentido estricto. Es sólo una historia que transcurre en Arkansas en 1870. Si es un western, debe ser por necesidad", aseguró Joel Coen, que desmintió repetidamente las múltiples lecturas en clave actual de la historia propuestas por los periodistas, desde la metáfora de la crisis económica un clásico contemporáneo de los festivales de cine hasta el árbol genealógico de la violencia en la cultura estadounidense. Con raíces autobiográficas. "Nunca nos pasó por la cabeza que tuviera ninguna relación con la actualidad, ni resonancias autobiográficas. Tal vez fuera eso lo que nos atrajo del proyecto: la historia en sí, tan distinta de nuestra propia experiencia", añadió Ethan.

A su lado, Jeff Bridges también tuvo que aclarar algún malentendido. El actor negó haberse inspirado en la interpretación de John Wayne. "Me alegré de que no fuera un remake, porque no quería imitarle", dijo Bridges, con rostro de Mesías colgado. "No forma parte de mi experiencia cinéfila. Emocionalmente, no significa nada para mí", sostuvo Ethan. "Mi hijo de 16 años no sabía ni quién era", remató Joel. Todos los elogios se los llevó Charles Portis, autor del libro original, a quien Josh Brolin comparó con Shakespeare y Joyce. Sin ruborizarse.

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La protagonista de la película tampoco conocía la existencia de Wayne, ni estaba familiarizada con el western. "No había visto ninguno hasta hace un año", confesó ayer. Hailee Steinfeld tiene 14 años, igual que su personaje, y un futuro prometedor. Las verdaderas agallas a las que hace honor el título original deben ser las suyas: dice que no se sintió impresionada al compartir cartel con tanta estrella. "Nos mantuvo a todos a raya", bromeó Bridges. "No nos dejaba decir palabrotas y nos hacía pagar cinco dólares cada vez que alguien soltaba la palabra que empieza por F", reveló. "Todos se convirtieron en figuras paternales para mí", concluyó Steinfeld, con más sentido de la diplomacia.

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