La invasión de la ultraderecha, en Europa suenan las alarmas
El cineasta danés de origen árabe Ulaa Salim debuta con 'Hijos de la ultraderecha', una película que revela la urgencia del debate sobre la normalización de los discursos de odio de la derecha radical, xenófoba, racista y euroescéptica.
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MADRID,
En una Europa donde partidos ultraderechistas, xenófobos, racistas y euroescépticos han logrado contaminar los parlamentos de prácticamente todos los países –la única excepción hoy son Irlanda, Malta, Luxemburgo, Croacia y Rumanía- no es ningún atrevimiento hacerse una pregunta primordial. ¿Qué pasaría en el continente si los discursos de odio más radicales se normalizaran en la sociedad? El cineasta Ulaa Salim, danés de origen iraquí, revela en su ópera prima Hijos de la ultraderecha ese futuro que podría, o no, estar la vuelta de la esquina y en el que las palabras de odio se han convertido en hechos.
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"Hay cosas que tenemos que discutir antes de que sea demasiado tarde", sentencia el cineasta, que con su debut ha ganado el Premio del Público en el Atlàntida Film Fest, el de Mejor Director en el Festival de Seattle y el Premio FIPRESCI de la Crítica Internacional en El Cairo. Reconocimientos a una película que revela la urgencia del debate y que lo hace desde parámetros muy cinematográficos.
El odio provoca más odio
Ambientada en 2025 en Dinamarca, Hijos de la ultraderecha es un thriller con el que Ulaa Salim invita al espectador a un juego peligroso, pero efectivo. El cineasta se ha esmerado en colocar cepos más o menos escondidos en su relato y deja que el espectador vaya avanzando intentando sortearlos. La situación política actual en Europa, donde los discursos del odio se filtran en el día a día cada vez con menos perplejidad, promete, desgraciadamente, muchas bajas en el camino.
Salim arranca su historia con un impactante atentado terrorista y en medio de esa atmósfera de enfrentamientos a muerte, en una sociedad cada vez más polarizada, sitúa al terrorismo islámico ante la extrema derecha. El odio provoca más odio, la violencia genera más violencia, pero en esa cadena de desgaste de humanidad el cineasta no se pregunta por el bien y por el mal, sino que se detiene a reflexionar sobre los radicalismos, el miedo, la amenaza… y las posibilidades de fulminar todo ello.
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Ideas radicales en televisión
Zakaria, un refugiado iraquí de 19 años, se siente cada vez más amenazado en Dinamarca. Los discursos del líder de los nacionalistas de ultraderecha, Martin Nordahl, se extienden peligrosamente. Hay pocas dudas de que van a ganar las elecciones. El chico es presa fácil para la organización radical que lidera un veterano, que sabe qué teclas tocar para convencerle de que deben defenderse. La maquinaria se ha puesto en marcha y los grupos violentos están ansiosos por derramar la sangre de su enemigo. En medio, Ali, un policía danés de origen musulmán, se desespera intentando evitar la violencia.
"Intentamos mostrar qué ocurre cuando alguien que aparece en un programa de televisión a diario haciendo bromas, expresa sus ideas radicales e intolerantes en público. De repente, estas ideas nos llegan de un modo distinto a cómo lo hacían antes", escribe Ulaa Salim en las notas de producción de la película, un proyecto que ha vivido una evolución preocupante.
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Convertidos en monstruos
Cuando presentó el primer tratamiento del guion hace poco más de seis años, los lectores profesionales no lo pensaron demasiado y su veredicto fue: "Es exagerado". Dos años después, la recepción a su historia, cuando Salim desarrollaba el relato en la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca, había cambiado. Le decían: "Es creíble, algo así podría llegar a ocurrir en el futuro". "Ahora, cuando finalmente he rodado la película, he llegado a escuchar que es demasiado realista", reconoce el director.
Con imágenes de archivo filmadas en Europa y Oriente Medio en los últimos años, y algunas ideas nacidas en un programa de televisión danés muy popular, Ulaa Salim envuelve su historia para demostrar que "cuando ocurre una tragedia, esta puede influir en toda la sociedad y puede convertirnos en monstruos dependiendo de las experiencias previas que hayamos vivido".
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"Todos sabemos que las cosas están cambiando políticamente –dijo en una entrevista reciente a Variety-, pero debido a que somos bombardeados con tanta información en nuestra vida cotidiana, no nos damos cuenta cuando el extremo se ha normalizado".
Antes de que nada de esto ocurra y esa anormalidad se convierta en una inercia, el cineasta, desde su película y desde su discurso, insiste: "Hay ciertas cosas que tenemos que discutir antes de que sea demasiado tarde, antes de que los discursos extremistas, no importa de qué color, empiecen a percibirse como normales y aumenten su influencia".