José Luis Cuerda
Ingenioso genio cabreado
El cineasta muere a los 72 años. El reconocimiento más grande de todos fue la inesperada eternidad de 'Amanece que no es poco'. La comedia más irritante para la derecha y más hilarante para mentes saludables no tiene fin.
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madrid, Actualizado:
"Está pasando de todo un poco", escribió José Luis Cuerda en noviembre en uno de sus celebrados tuits. Solo un día antes había dejado otra de sus memorables sentencias: "El poeta nunca duerme". Hoy, pensando que él entonces tampoco dormirá nunca, que estará donde dijo que vivíamos todos, "en la eternidad. En la primera planta, al salir a la derecha", ya echamos de menos su humor delirante y su permanente y contagioso cabreo. José Luis Cuerda ha muerto y aunque su cine y sus agudos pensamientos permanezcan, su rotunda figura de albaceteño criado "con lavativas e irrigaciones" ha volado.
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José Luis era una especie única en el planeta, un tipo tan espabilado y lúcido, rápido e inteligente que hizo de su propia obra, como uno de sus colegas de profesión siempre le decía, un almanaque brillantísimo, ocurrente. El repertorio de pensamientos infalibles de un ingenioso genio cabreado.
Todos hemos reído a carcajada limpia con sus películas, a todos nos asombraba que los diálogos de unos personajes, casi siempre pobres hombrecillos de algún pueblo, fueran sentencias inequívocas y rotundas. Pero es que José Luis era sus personajes, era todos sus personajes, y en una charla de café, o más bien de vino, le descubrías hablando como en sus guiones.
Y además, tenía un olfato extraordinario y un ojo certero. Descubrió a Alejandro Amenábar cuando éste solo había rodado su cortometraje Himenóptero en 1992 y con él se fue años después al frío y nevado Sundance, de charla con Redford. Con lo que le rentaron sus películas se compró un pazo gallego y se dedicó a hacer vino. Con eso también ganó premios.
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Cuerda tenía un olfato extraordinario y un ojo certero
Aunque, sin duda, el reconocimiento más grande de todos fue la inesperada eternidad de Amanece que no es poco. La comedia más irritante para la derecha y más hilarante para mentes saludables no tiene fin. Nunca se acaba. "¡Yo no aguanto este sindiós!" y Cuerda tampoco lo soportaba. Constantemente airado por los movimientos de la derecha intolerante, llevaba a su cine la sinrazón del odio y, lo mismo que nos hizo reír, consiguió que todos lloráramos con el recuerdo que aquellos hombres buenos fusilados por las bestias franquistas.
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Cuerda nos ha dejado con aquel Don Gregorio en manos de Fernando Fernán Gómez de La lengua de las mariposas, uno de los personajes más íntegros, honestos y emocionantes del cine español. Y con sus verdades como puños: "De algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro".
La imponente figura de José Luis, grande, invasivo y algunas veces furioso, se fue apagando en los últimos meses. Todavía paseó por el Festival de San Sebastián presentando su comedia Tiempo después y quiso hablar con los periodistas de vuelta a Madrid antes del estreno. Ya no era entonces tan excesivo, pero su incorregible y agudísima mala leche seguía viva. "Esta es mi mejor película y me ha salido de la mala leche con todo lo que nos pasa", reconoció en una entrevista con este periódico.
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Qué triste, José Luis Cuerda ha muerto. Eso sí, se ha muerto "divinamente", como uno de sus personajes. Y consciente, como lo fue siempre –seguramente en sus primeros años de seminario, también- de que "ese infierno del más allá no existe. El odio, la crueldad: eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos".