"Hay gente progresista a la que le suena bien Uber o Airbnb, cuando detrás está el capital financiero"
Entrevista con Bernardo Gutiérrez, autor de 'Pasado Mañana. Viaje a la España del cambio'
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MADRID, Actualizado:
Mañana, España, no será republicana. Mañana el bipartidismo seguirá ocupando el 55% del Congreso. Mañana el líder del Gobierno seguirá siendo un presidente que citado a declarar como testigo de una de las tantas tramas corruptas que emponzoñan su partido imputado. Pero, ¿qué ocurrirá pasado mañana? ¿Cómo cristalizarán las propuestas que puso encima de la mesa el 15-M?
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Es el punto de partida de Bernardo Gutiérrez para poner a conversar a gran parte de los actores que ponen cara al epicentro de ese cambio político y social que eclosionó hace seis años. Pasado Mañana (Arpa) "no es otro libro sobre el 15-M", sino que lo utiliza como marco para tratar "las ideas" que despertaron en las plazas y llegan ahora a las administraciones.
"Un cambio que ya está en marcha" que "el mundo entero está mirando", aunque desde dentro, a veces, no seamos capaces de ver con perspectiva. Y que también soporta la amenaza de siempre: "La habilidad del mercado para robar narrativas a la ciudadanía es impresionante. Cuando las marcas ven que hay una sociedad que está colaborando, ellos rápidamente se adaptan y se la apropian".
'Pasado mañana', para no ponerle fecha al cambio. ¿Cuánto tiempo nos llevará llevar a la práctica el cambio de mentalidad que propició el 15-M?
Pienso que hay que mirar todo con un espacio de tiempo mayor. Yo por ejemplo vengo de la generación antiglobalización, del No a la Guerra, del inicio del copyleft y de la Internet abierta, no puedo considerar otra manera como que ha sido una especie de continuidad con una serie de rupturas y de sensaciones de cambio de época muy fuertes.
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"Pasan unos 25 años desde que aparece una tecnología disruptiva hasta que se produce un cambio de época tangible. La web llevó Internet a un nivel masivo en 1991"
En el libro cito a Yochai Benkler, autor de La riqueza de las redes, donde habla de que siempre que hay una disrupción tecnológica muy fuerte como la imprenta o la radio, como este caso hablamos de Internet, pasan aproximadamente 25 años hasta que se produce un cambio de época tangible basado en esa tecnología. Hasta que llega ese momento todo está en convulsión. Si miramos la web como la aplicación que lleva Internet a un nivel masivo, estamos hablando del año 91 con el HTML. Estamos hablando de ahora con este estallido en 2016, 2017. Ha habido toda una serie de eclosiones de la sociedad civil organizándose de otra manera, los mass media perdiendo el monopolio de la información… Estamos en esa eclosión de cambio de época.
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En el libro recopilas las ideas que dan forma a ese cambio de época: transparencia, feminismo, tecnopolítica, bien común... Si tuvieras que elegir una que entroncara las demás, ¿cuál sería?
Todas las ideas presentes en este libro, las apuestas narrativas, dialogan entre sí. Es difícil encontrar una que se explique a sí misma. Es verdad que hay algunas, como la tecnopolítica, que viene de la mano de participación, de la transparencia, de abrir el código, de cuentas públicas, que posiblemente pueda ser una base de la forma de organización del sistema nervioso del nueva sistema y que está muy presente en todas, incluso en cultura o sostenibilidad.
Luego yo pienso también que estamos ante un momento muy feminista, y los feminismos, en plural, son una de las grandísimas novedades de nuestros tiempos a nivel global. Fíjate en la eclosión del movimiento #NiUnaMenos desde Argentina y cómo se ha expandido por todo el planeta, el SlutWalk, la marcha de las putas de Toronto, se expandió por toda América Latina y luego por Europa, con una conexión en red y un imaginario muy nítido, con gran dosis de replicabilidad… Usando también prácticas tecnopolíticas.
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Hay un nuevo modelo de neoliberalismo que intenta aprovechar estas corrientes y privatizarlas, como la "economía colaborativa". ¿Cómo impedir que el capitalismo se apropie también de los nuevos discursos comunitarios?
Es bastante impresionante como el mercado y las marcas tienen una habilidad y una rapidez espectacular para robar narrativas que consideran interesantes. Cuando ven que hay una sociedad que está colaborando, ellos se adaptan y se apropian de esa narrativa.
Así vimos por ejemplo a Telefónica haciendo un anuncio con las asambleas del 15-M para anunciar Movistar.
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Han sido muy ágiles en ver cómo podían apropiarse de este marco simbólico y después centralizarlo, usarlo para lanzar una serie de formas de trabajo en beneficio de nuevas multinacionales. Hablando de Airbnb o de Uber, que se basan en la colaboración o en la empatía de la ciudadanía, pero centralizado en una empresa que se basa solo en lógicas mercantilistas y a la que no le importa para nada cómo puede afectar su actividad a la sociedad.
"Es increíble como a estas empresas que se aprovechan de la colaboración entre la ciudadanía no les importa para nada cómo afectan a la sociedad"
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Pensemos por ejemplo en Airbnb y en los procesos de turistificación y gentrificación, y cómo están desapareciendo los centros urbanos de todas las grandes ciudades de Europa y del mundo por su actividad y a ellos se la sopla, es alucinante. Y otro punto muy delicado son las condiciones laborales, a Uber por ejemplo le da exáctamente igual que haya gente precaria que tenga que trabajar 16 horas pendiente de una app para conseguir llegar a fin de mes, y que encima les tengan dispersos y fragmentados porque no se pueden sindicar ni pelear por sus derechos.
¿Y qué hacemos?
Pues como soy un tipo optimista y el libro va un poco de este optimismo, hay que decir que estamos viendo cómo el sujeto político precariado se está organizado de una manera muy potente: la eclosión que estamos viendo con las kellys, el sindicato de limpiadoras de piso de los hoteles españoles, que están organizándose, ocupando cosas, montando charlas, llamando la atención, dando una batalla durísima; los teleoperadores que por primera vez se ponen en huelga (a pesar de que les encierran en cabinas para que no puedan hablar entre ellos), los manteros… Este precariado se está autorganizando.
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"El precariado se está autorganizando de una manera muy potente"
Es una situación complicada porque incluso gente progresista, que viene de las redes, a bote pronto le puede sonar bien un Uber, o un Airbnb, que inicialmente era llegar a casa de un tipo que se sacaba unas perras de alquilarte el sofá, desayunabas con él y te daba un par de consejos para visitar su ciudad. Ahora está el capital financiero, los fondos buitre comprando edificios enteros vendiendo esta supuesta colaboración, incluso decorando los apartamentos como si allí viviera gente.
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¿Cómo despertamos a esa gente para que distinga esas prácticas?
La prueba del algodón es ver si la red está orientada al bien común. Cuando la gente colabora suele ser para el bien común, con valores progresistas, empatía, solidaridad… El objetivo de la red es la propia supervivencia de la red.
"La prueba del algodón es ver si la red está orientada al bien común. Si solo saca beneficios propios, no lo es"
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Con Uber o Airbnb se puede ver claramente que no son redes orientadas al bien común sino a un nodo centralizado, jerárquico, que está extrayendo el capital del común: si tú no estás revirtiendo los beneficios en la sociedad y solo sacas beneficios propios, no es una red abierta orientada al común.
¿Debería tomar partido el sector público?
Es verdad que estas empresas ocupan una alegalidad porque nadie sabe muy bien cómo legislar la actividad de una multinacional descentralizada, que está en todas partes y en ninguna, con una narrativa de colaboración que suena bien. Es bastante delicado, pero creo que las condiciones laborales deberían ser intocables, no se puede tolerar que la lógica de colaboración acabe sirviendo para enmascarar una precarización absoluta del trabajo de la gente.
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A lo mejor el sector público tiene que empezar a meterse en lo colaborativo y en orientar hacia el común la política pública, seguir los pasos que se están dando por ejemplo en ciudad, donde hay una punta de lanza de una efervescencia alucinante, de espacios urbanos, de colaboración en red de la que hay que estar orgullosos. Cuando sales fuera te das cuenta de que la gente del mundo entero está mirando, diciendo carajo la que se ha montado en Madrid y Barcelona. Es algo que llama la atención, porque luego vuelves y la gente está como deprimida. Hemos abierto un camino muy potente, con colectivos, movimientos, ciudadanía trabajando mano a mano con lo público con ciertos sectores de autonomía.
Ahí comienza entonces el “viaje a la España del cambio”, el subtítulo del libro.
El cambio está en marcha. Es muy difícil que no pase algo fuerte. Aunque están intentando por todos los medios que no ocurra. Me interesa mucho hablar de ideas, del futuro inmediato que ya está en marcha, y que dejemos de hablar tanto de alianzas, de peleas, de liderazgos hipermediáticos.
Sin entrar en eso, ¿cómo imaginas que debería ser una opción que venga desde estas ideas y pueda gobernar España?
La verdad es que me gustó mucho una afirmación de Ada Colau en la entrevista, de que la ciudadanía, no los movimientos sociales, va muy por delante de la política. Esa ciudadanía que no viene de una militancia histórica popular fuerte sino de muchos lados diferentes y de militancias más itinerantes, concretas, a raíz del 15-M, hay ahí una clave muy importante.
"El cambio está en marcha. Aunque intentan por todos los medios que no ocurra"
En las ciudades se ve esa confluencia de viejas y nuevas izquierdas con ciudadanía activa con valores de lo abierto, feminismos, sostenibilidad, que no viene exactamente de la izquierda y se anuncia con otro lenguaje.
Ese es el modelo que está teniendo éxito, así que pienso que cuanto más se parezca el modelo para gobernar España a ese formato de mezcla de ciudadanía y nueva clase política, donde hay espacios abiertos y primarias, donde se vean caras de políticos no profesionales, o incluso del mercado… Cuanto más se parezca a lo que es la sociedad civil y no a una clase política enquistada, mejor. Y el componente femenino es muy importante: cuantas más mujeres veamos en la nueva política, mejor polifonía lograremos.