madrid
"El tiempo es una invención del hombre", dice la cineasta portuguesa Rita Azevedo Gomes. Lo que sucedía en la vida de nuestros antepasados es lo que nos ocurre hoy a nosotros "en un tiempo distinto". Sobre esta convicción, su nueva película, La portuguesa, presenta hechos muy lejanos, pero con situaciones que siguen produciéndose en la actualidad. Los hombres hacen la guerra y las mujeres quedan relegadas y prisioneras en un mundo aparte, el único al que ellos les han dado acceso.
Adaptación al cine de un cuento del escritor austriaco Robert Musil, Die Portugiesin, el filme es un reflejo de la situación de la mujer entonces y hoy, un poderoso alegato feminista que se sostiene sobre la realidad de dos mundos opuestos: el arte y el amor, la guerra y la muerte. La película cuenta con diálogos de la colaboradora de Manoel de Oliveira y candidata al Nobel de Literatura Agustina Bessa-Luís.
"Necesito cazar, correr, matar"
"Necesito cazar, correr, matar. Un año de luna de miel es mucho”, dice ‘el Señor de las Cadenas’. "La guerra es nuestra patria… Pero la fragilidad… sin ella no tendríamos siervos, amigos, amores". Directa y cruel. Es la presentación del personaje masculino de este cuento, un hombre que se está despidiendo de su esposa para partir hacia la guerra.
Ambientada en una Edad Media inestable y caótica, la joven esposa portuguesa de Lord von Ketten se muda a un antiguo castillo en el norte de Italia, mientras su marido marcha a luchar por su tierra contra el obispo de Trento. Con un hijo, allí vive ella confinada durante once largos años. Lee, canta, hace esculturas, pinta, crea comunidad con sus sirvientas, acoge animales del bosque, cría a su hijo y espera.
Clasicismo y modernidad
La debutante Clara Riedenstein es la protagonista de esta fábula, en la que le acompaña Ingrid Caven, musa y compañera de Fassbinder, una aparición atemporal que canta poemas por los rincones de ese palacio y por el bosque. "Flores rotas, hierbas aplastadas. Tandaradai, cantaba bello el ruiseñor", repite recuperando la voz del poeta alemán del medievo Walther von der Vogelweide.
'La portuguesa' es una fábula disfrazada de época para los días de hoy
Todo en ‘La portuguesa’ está dedicado a la exaltación del arte: la música, las palabras y muy especialmente su estética, de una belleza abrumadora, como si cada segundo de película fuera reflejo de una obra pictórica clásica, labor del director de fotografía Acácio de Almeida, responsable de los mejores trabajos de Alain Tanner, António Reis o Joao César Monteiro.
Ganadora en el 19 Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, el jurado destacó en la película "el rigor, la lucidez y la sensibilidad de la autora para hacer convivir el clasicismo y la modernidad en una crónica histórica inusual, donde el empleo del tiempo fílmico y la estética pictórica destacan como extraordinarias herramientas poéticas".
"Una virgen no puede ser inteligente"
La señora de von Ketten recibe a su marido al final de la guerra. Enfermo por la picadura de un insecto, ella es consciente de lo que la espera. Si él muere, ella podrá volver a su tierra, pero lo hará pobre y sin sus hijos. "La guerra está hecha de deudas". Inteligente y decidida, la portuguesa ha sido señalada como hereje y como bruja.
"Una virgen no puede ser inteligente", afirma el obispo de Trento durante la firma de la tregua. Y entonces sentencia: "Con la paz vienen la corrupción y el vicio. Yo también soy hombre de guerra. Todos los hombres son hombres de guerra… Los cuatro jinetes del Apocalipsis, la muerte, la peste, el hambre y la guerra, son vuestros hijos, les dejaréis vuestras riquezas y a vuestras mujeres".
"Lo que desafía el destino"
La guerra fuera de campo, paisajes oscuros y cargados de niebla; el amor luminoso y vital de las mujeres que esperan. Rita Azevedo Gomes firma con esta película una defensa del amor, un retrato de la mujer afligida por el poder de la guerra –"¡Siempre la guerra! Ahora se lleva niños pobres con él, para que mueran"- y construye un espacio de redención. La portuguesa es una fábula disfrazada de época para los días de hoy.
“Me interesa todo lo que hay de decisivo en la vida; lo que desafía al destino y lo que sucede más allá del entendimiento”, escribe la cineasta en sus notas de producción, donde aclara “no deseo recuperar el pasado, y menos uno tan lejano, no creo que eso sea posible ni tenga razón de ser. Del texto de Musil me gusta especialmente lo que en él hay de contemporáneo. Cuando el mundo exterior pesa sobre nuestra lengua y sus discursos se mezclan, cuando entendidos y charlatanes usan las mismas fórmulas con mínimas diferencias, creo que ‘La portuguesa’ hablará por sí sola. Las películas no salvan nada. Y no estamos en condiciones de salvarnos a nosotros mismos, sobre eso no hay duda. Pero una película donde estos temas estén implícitos me parece apropiada y justa en nuestros días”.
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