Las expresionistas alemanas se sueltan la melena en una exposición en la Royal Academy de Londres
La obra de siete mujeres artistas, profesionales en la Alemania de inicios del siglo XX, viaja por primera vez unida fuera de su país. La exposición 'Making Modernism' muestra una nueva sensibilidad para tratar escenas de la vida cotidiana.
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Londres,
El expresionismo alemán remite a nombres como Vasili Kandinski, Paul Klee o Franz Marc. Pero ¿quién conoce a las contemporáneas de los citados? Haberlas, las hubo. Siete de ellas exponen sus obras en Londres hasta el 12 de febrero de 2023. En las fotografías aparecen con el cabello recogido, recatadas, desafiando con su mirada al fotógrafo que las capta para la posteridad.
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Paula Modersohn-Becker -que ahora tiene en Bremen el primer museo del mundo dedicado a una mujer-, Käthe Kollwitz, Gabriele Münter, Marianne Werefkin, Ottilie Reylaender, Jacoba van Heemskerck y Erma Bossi fueron más allá de las tres k (kider, küche, kirche: hijos, cocina e iglesia, en alemán) que les marcaban el destino.
Las puertas de las escuelas de arte en algunas partes de Alemania estaban cerradas a las mujeres, por consiguiente, solo las de una determinada posición económica podían acceder a clases privadas o se trasladaban a ciudades con academias. Algunas dejaron a sus maridos para llegar hasta París, la meca del arte moderno a principios del siglo XX. Aunque no forman un grupo coherente ni uniforme en sí mismo, todas ellas rozan el expresionismo como arte que desprende el estado emocional.
Dorothy Price, comisaria de la exposición, explica a Público: "Aquí las hemos juntado, sin embargo, solo sabemos que dos de ellas eran amigas, las otras iban cada una a su aire o vivía en su círculo, aunque coinciden en tener una vida turbulenta porque no se conforman con cumplir el papel tradicional adjudicado a la mujer y esa tensión se percibe en sus obras".
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El modernismo que tejían estas mujeres con sus creaciones compartía con los hombres el autorretrato, bodegones o escenas de la vida rural y urbana, en cambio, pone una mirada nueva e intensa al cuerpo de la mujer, la infancia o la experiencia de la maternidad.
El itinerario por las salas de la Royal Academy empieza con Nosotras mismas y otros, retratos y autorretratos, en donde predomina el interés por pintar mujeres y sus causas. Es importante recalcar que las sufragistas alemanas consiguieron el voto en 1918, mientras que en España se logró en 1934, con la Segunda República.
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El ciclo de la infancia ocupa el segundo tema de la muestra. En él, las artistas se alejan de la concepción sentimental e inocente para adentrarse en la melancolía, la tensión y el deseo insatisfecho que comparten este grupo de mujeres. Gemelos, de Marianne Werefkin o Niña con bebé, de Paula Modersohn-Becker son algunas de las producciones de distintos estilos o cromatismos en esta sección.
Otras secciones son Intimidad, Vida Urbana y Rural; Viajes y Migraciones y Bodegones. Estos temas que completan el recorrido por la muestra que reúne 67 obras de arte, muchas de las cuales salen por primera vez de Alemania. La maternidad es una vara de medir a estas artistas que dejan constancia de que ser madres es, para ellas, una función en la vida, pero no la única que las ocupa.
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La aristócrata Marianne Werefkin convivió durante décadas y rivalizó con el artista Alexei Jawlensky, del grupo expresionista El Jinete Azul, quien tuvo un hijo, Andreas, en 1902 con la asistenta de Marianne. La pintora, por su parte, estaba más interesada "en expresar en formas individuales el mundo interior que cada uno lleva dentro", que en su reproducción genética.
Käthe Kollwitz es la que más destaca del grupo y lo hizo también en el momento en el que vivieron. Ella optó por las artes impresas como medio de comunicación. "Es mi deber dar voz al sufrimiento humano. Es mi labor, pero no me resulta fácil cumplirla", escribió la artista, que estaba interesada en asuntos como la mortalidad infantil y pintó la serie de aguafuertes La revuelta de las tejedoras.
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Para Kollwitz, la mortalidad infantil no remitía únicamente a estadísticas o sectores sociales, sino que constituía su experiencia personal: su hijo mayor, Hans, se acercó a la muerte por difteria; su hijo menor, Peter, pereció en la Primera Guerra Mundial y uno de sus nietos falleció en la Segunda Guerra Mundial, cuando ella ya defendía el pacifismo y dominaba el trazo del lápiz, carboncillo o tintas.
Las litografías y aguafuertes de Käthe Kollwitz en la exposición son imágenes poderosas, atemporales y humanas. En Mujer con niño muerto, de 1903, se funden los cuerpos en el dolor con la misma intensidad con la que dos adultos enamorados hacen el amor apasionadamente.
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Su Autorretrato, de 1934 -once años antes de morir-, no se centra en el cabello suelto o recogido, negro y opaco, sino en los ojos tristes y alertados: Hitler había llegado al poder el año anterior en Alemania. Un rostro atemporal, temeroso, que avisa de lo que puede ocurrir en un momento de la Historia del arte y de la Historia social y política de Europa.