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Actualizado:El escritor americano William Lindsay Gresham conoció en las Brigadas Internacionales, en la Guerra Civil española, a un médico que le contaba las experiencias que había vivido como feriante. De todas ellas, hubo una especialmente sórdida que le conmocionó, la del hombre que arrancaba las cabezas de los pollos y las serpientes, el monstruo. Tanto le perturbó, que la convirtió en el eje de su gran obra, Nightmare Alley, traducida en España como El callejón de las almas perdidas.
"La historia del monstruo me obsesionó. Al final, para librarme de ella tuve que escribirla. La novela, de la cual fue la base, pareció horrorizar a los lectores tanto como me horrorizó a mí la historia original", reconoció el escritor, que solo un año después de publicar la novela vio su adaptación al cine, de la mano del británico Edmund Goulding y con un Tyron Power sombrío y espléndido. Ahora, el cineasta mexicano Guillermo del Toro, fascinado desde niño por los habitantes de antiguas ferias y carnavales, y admirador incondicional de la obra maestra de Tod Browning, Freaks. La parada de los monstruos, firma una nueva adaptación.
Descenso a los abismos
Un tipo arrastra el cuerpo pesado de un hombre muerto hasta un agujero y luego le prende fuego. Lo siguiente es su rostro sonriente y bañado por el sol mientras duerme apoyado en la ventana de un tren. Sin remordimientos. Es el arranque en el cine de esta historia fatalista, retrato de un horrible descenso a los abismos, con el que Del Toro promete un mundo tenebroso, inquietante, enfermizo, muy oscuro. Es una puerta a lo más sórdido del ser humano que el escritor abrió desde la espalda en sombras de su personaje. "Stan Carlile se mantenía un tanto apartado de la entrada de la carpa, bajo el resplandor de una bombilla desnuda, y contemplaba al monstruo".
Con Bradley Cooper en el papel principal, un cuidadoso trabajo de fotografía de Dan Laustsen, -hermoso homenaje al mejor cine negro- un montaje que, por momentos, recuerda maneras del cine mudo –con cierres en iris-, la película es un recorrido por la vileza, la ambición, la sucia moral del ser humano y una exploración por el territorio del destino. Una mirada, también a la bondad, la solidaridad y al arrepentimiento, en la que el cineasta dibuja dos mundos: el de los feriantes, poblado de perdedores y estafadores, con lo mejor y lo peor, y el de los poderosos, donde, mucho más que en el otro, el timador y el tramposo es el que gana.
La codicia y el ego
Toni Colette y David Strathaim, en los papeles de la pitonisa y el viejo mentalista retirado y alcoholizado, encarnan la luz y las sombras de la vida de los supervivientes con las interpretaciones más emocionantes y humanas de toda la película. Rooney Mara en el papel de la chica enamorada, pero íntegra, independiente, es una mujer buena. Willen Dafoe, como el peor rufián, es el más sucio de la feria. Y Cate Blanchett –tal vez demasiado gélida y cómoda en sus maneras de reina del hielo- dando vida a la psicóloga que arruinará la vida de quien se cree más listo que ella, forman un reparto que acompaña las intenciones de Del Toro toda la película.
Son personajes que aparecen en la vida de Stan Carlile y hacen con él distintas partes del camino de su vida. Primero se gana el afecto de la adivina y su compañero, y con todo lo que ha aprendido de ellos, y junto a la leal Molly, comienza su ascenso en Nueva York, en espectáculos propios que llaman la atención de los más poderosos. Y ahí, la codicia y el ego empiezan a ocupar más y más espacio en la vida de Carlile, en la que aparece la brillante psicóloga con la que se aliará para estafar a un peligroso magnate.
Tendidos en un callejón
Al final lo que queda de esta adaptación de Guillermo del Toro, que pierde humanidad y emoción en la segunda parte de la historia, es que éste es un planeta de feriantes. "Para Stan Carlile, el dinero es casi secundario ante su deseo de demostrar que es más inteligente que los demás", explica en las notas de producción de la película el cineasta, que subraya: "En este mundo, el ganador es la persona que puede lograr la mejor estafa". El timo recompensado. El mentalista que convence a su público de que puede comunicarse con los muertos, excusándose en el consuelo y la esperanza para tapar su desmesurada ambición. Y las mujeres y hombres que pagan por escucharle son ignorantes que quieren creer lo que les cuenten, con tal de conseguir fácil y rápido perdón y salvación.
El mundo del espectáculo, el ilusionismo, la psicología y la religión se retratan en El callejón de las almas perdidas sin piedad, como las herramientas que mitigan nuestro miedos. Es un mapa del abatimiento, una mirada pesimista hacia el ser humano. Una radiografía de la corriente social que esconde sus vergüenzas y sigue adelante a pesar de saber que su desidia ante el mal deja a los más desgraciados tendidos en un callejón oscuro, hundidos, sintiéndose miserables. Se han rendido. Estuvieron en la guerra, calmaron sus pesadillas con opio y cuando ya no tuvieron suficientes monedas comenzaron a emborracharse con alcohol barato. Ahora son presa muy fácil. Y pronto, en cuanto caigan en las manos de algún sociópata vil sin escrúpulos, serán los geeks, arranca-cabezas de pollos en la feria. Engendros sociales que sobreviven encerrados entre barrotes esperando su siguiente dosis.
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