ENTREVISTA La Pegatina: “Por una canción no se puede ir a la cárcel, es algo básico de una democracia”
La Pegatina celebra sus 15 años con un nuevo disco: ‘Ahora o nunca’ es un salto al vacío con paracaídas. También, un retrato de nuestras ciudades especuladas o un alegato contra las mordazas en el que no falta alguna que otra canción de verbena.
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madrid, Actualizado:
Ellos son lo que cantan: una mezcla perfecta de política y canciones verbeneras. “Las personas somos policromáticas, a veces estamos rabiosos y otras enamorados”. Responde Adrià Salas, voz y guitarra de esa macrobanda llena de colores, ritmos y lenguas que es La Pegatina y que ahora tiene nuevo disco que celebrar, Ahora o nunca. En estos quince años les ha dado tiempo a perder el miedo, a huir de la autocensura y convertir estos tiempos “en el mejor momento para reivindicarse”. Como banda, con sus ideas de por medio, con sus ganas de hacer música de fiesta.
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Vienen de pisar, en apenas un mes, tres continentes. México, Francia, Sydney. Hasta en la otra punta del globo les han preguntado por Catalunya, por la crisis, por la libertad de expresión en España. “Nos han llegado a comparar lo que pasa aquí con Turquía”. Son tiempos para tensar la cuerda. “Tenemos que obligarlos a que echen para atrás algunas leyes que son perjudiciales para la democracia”.
‘Ahora o nunca’ es ¿un salto al vacío?
Suena a ultimátum, como si tuviéramos la necesidad de que ahora vaya bien del todo o ya nunca. Barajamos otros títulos hasta que vino el productor, Rafa Arcaute, y nos dijo que este reflejaba totalmente nuestro espíritu. Es una especie de carpe diem, de coger ese tren ahora, de aprovechar que estás en un momento en el que puedes arriesgarte, de hacer cosas. Como si no hubiera que esperar. Y así pensamos el disco. Nuestro productor de siempre, Marc Parrot, nos dijo también que ahora era el momento de buscarnos otro productor, de hacerlo diferente y renovar la energía musical de lo que hacemos. Siempre por naturaleza componemos en rumba, ska, y de repente, viene alguien de fuera que no conoce La Pegatina y le da otro sentido, otra forma de hacer. Aunque cambiemos de estilo siempre sonamos a La Pegatina, porque los ingredientes principales son los de siempre.
Habéis contado con la colaboración de voces de mujeres poderosas: Rozalén, Amaral. ¿Qué le aportan al disco?
Siempre tenemos colaboraciones femeninas porque nos gusta cómo enganchan con nuestra música y siempre aportan un toque distinto. Las colaboraciones con voces masculinas son muy obvias y cuando apostamos por las femeninas es como que cambia todo el universo de La Pegatina y se convierte en otra cosa. Se vuelve más completo. A Eva Amaral la conocimos en la sala Apolo de Barcelona, en un concierto en el que le pedíamos a los políticos que acogieran refugiados. Estábamos tocando nosotros y vimos que Eva y Juan estaban en el palco. Cuando terminanos, se pusieron a chillar con el público para que tocásemos otra, esto sin conocernos de nada. Luego coincidimos en varios festivales y hablamos de una colaboración. A María (Rozalén) hace años que la conocemos, somos de la misma quinta. Ella siempre me decía que nos había visto de público en el Viña Rock. Todo salió natural y así es como gusta y creo que eso se nota en las canciones.
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Y que tu ego no te agarre los pies, cantáis en la canción con Rozalén. Después de 15 años de La Pegatina, ¿cómo se gestionan tantos egos encima del escenario?
Procuramos ser un equipo y escuchar las opiniones de todos. Se avanza más lento al discutirlo todo de forma asamblearia pero hace que todos tengamos que ceder en algo para que funcione. La mayoría de grupos se acaba porque el ego de alguien está por encima de la opinión de los demás.
¿Cómo de lejos se os ha quedado el techo?
Nuestro objetivo es ser un grupo universal, poder tocar por todo el mundo y que allá donde vayamos siempre tengamos público. No hablo de ser un súper mainstream ni un top top, solo eso, poder viajar y que en cada sitio haya 500 personas. Lo que nos gusta de La Pegatina es la aventura que hay detrás. Se podría acabar aquí, y habría sido la mejor aventura de nuestras vidas. Hemos vivido tantas cosas, tanta gente, tantos países. Éramos unos niños cuando empezamos y hemos madurado en La Pegatina. Y que siga por muchos años más, mientras sigan las ganas.
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Tengo un amigo que siempre dice que La Pegatina cada vez saca menos canciones en catalán.
En este disco solo hay una, pero en el anterior había cuatro. Nosotros hacemos un montón de maquetas y de ahí se eligen las canciones sin tener en cuenta el idioma. De las treinta que hicimos para este disco había seis en catalán, aunque al final se haya quedado solo una. La criba que se hace pasa por seleccionar las mejores canciones. No le damos importancia al idioma y entendemos que el público tampoco se la va a dar, porque ya nos conoce, sabe que escribimos en diferentes lenguas y no tiene ningún problema con eso.
Ahora o nunca, la canción que da nombre al disco y que compartís con Macaco, parece un buen retrato de la Barcelona actual.
Sí, cogimos Barcelona como ejemplo para hablar de otras cosas. Por ejemplo, de cómo el capitalismo nos tiene absorbidos. Parece que vayamos a cumplir todo lo que la ciencia ficción ha augurado desde hace mucho tiempo, con todos los desastres y todo el caos que ya alguien imaginó antes. Ahora estamos virtualizándolo todo continuamente. La gente se deshumaniza y las ciudades siguen el mismo proceso. Están perdiendo su esencia. Cada vez sientes que hay menos comunidad de barrio, que no conoces a los vecinos… Ese aislamiento que vivimos con nuestros móviles se extiende a otras partes de nuestra vida, también a la vida de las ciudades como ente. De eso habla la canción. Dice "vengo de donde la amabilidad está muerta de pena, de donde el tiempo remunera". Hemos vivido esa evolución en Barcelona. Parece que siempre tengan que ganar los especuladores. Es esa sensación de que la ciudad es cada vez menos tuya.
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¿Cómo se compaginan las canciones de verbena con otras de pegada social y crítica?
Escribimos canciones de las cosas que nos pasan. Nosotros somos lo que nuestras canciones. Las personas somos policromáticas, a veces estamos rabiosos por algo que ha pasado socialmente, otras veces de cachondeo, otras enamorados o desenamorados, y todo se refleja en nuestras letras. Por eso hay tanta variedad temática.
¿Hasta qué punto os inspira desayunaros los periódicos?
Creo que inspira a todos los ciudadanos, no es que nosotros tengamos una sensibilidad extra. Nos cabreó mucho a todos cuando se hizo oficial algo que ya sabíamos, como era la corrupción y los robos. A todos nos molesta y nos pone rabiosos. Otra cosa es que salga un estribillo relacionado con eso, que no es tan fácil.
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Presos políticos, raperos presos, corrupción en el partido que gobernaba… ¿Cómo se cuenta todo esto fuera de nuestras fronteras?
El último mes hemos pasado por México, Australia, por media Europa... En todas las ciudades nos han preguntado por la situación política en España. Claro, somos catalanes y el hecho catalán ha llevado a que mucha gente de fuera esté informada de lo que pasa en España. Nos han comparado muchas veces con Turquía, y nos preguntan por la libertad de expresión, por los presos políticos y por lo que está pasando. Ahí tratas de contar tu versión, pero a mí me gusta que la gente opine por sí misma.
¿Son malos tiempos para la disidencia? Política, identitaria, artística.
Por una canción no se puede ir a la cárcel, es algo básico de una democracia, aunque esta sea joven. Para mí es algo obvio, aunque haya gente para la que no lo es. Hay que luchar contra eso porque si no realmente no estamos viviendo en una democracia. Creo que no son malos tiempos, al contrario: es el mejor tiempo para reivindicarse. Estamos en la ola perfecta para poder cambiarlo todo. Me gustó mucho que, cuando Pablo Hasel y Valtonyc conocieron su condena, lo primero que dijeron es que ellos son cabezas de turco y que el resto de artistas no tenemos que autocensurarnos porque ahí estaría el mayor error. Ahora es el momento. Como ha hecho la plataforma #NoCallarem. Hay que seguir hablando y usar más la libertad de expresión. Hasta que haya una presión popular con la que se puedan cambiar leyes. Al principio parecía que la Ley Mordaza era solo una ley más del PP, pero claro, ahora nos encontramos situaciones como esta. Tenemos que obligarlos a que echen para atrás algunas leyes que son perjudiciales para la democracia.