Entrevista a León Siminiani "Estoy en shock, siempre pensé que no iba a llegar el fascismo y de repente está aquí"
'Apuntes para una película de atracos', segundo largo del cineasta, contiene tanto dentro que se convierte en la obra inclasificable de un director que ama el cine. Homenaje a los apuntes de Pasolini, la película está teñida de poesía, de humor, de temática social y de política.
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MADRID,
“Hasta donde me alcanza la memoria siempre quise hacer una película de atracos”. Una declaración de intenciones, rendido homenaje también a Scorsese, con la que Elías León Siminiani arranca su segundo largo, Apuntes para una película de atracos, una obra inclasificable, suculenta cinematográficamente y reconstituyente en su esencia humanística.
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Presentada en el Festival de San Sebastián en Nuev@s Director@s, la película podría interpretarse como el simple proceso de un cineasta en su encuentro con un atracador, el Flako, un butronero al que se conoció en 2013 como el 'Robin Hood de Vallecas’. Sin embargo, este protagonista, que lo es, se transforma también en la arteria por la que transita el amor de Siminiani por el cine, su necesidad de conocer a los demás y conocerse a sí mismo, y su voluntad manifiesta de retratar unos años clave en la España de hoy.
No es documental ni es ficción y tampoco es una película a medio camino entre ambos, Apuntes para una película de atracos es cine. Es cine humanista, político, cine social y de género, es un ejercicio “de resistencia para que el modelo del cine de Renoir, Rossellini, Pasolini… no muera”.
El arranque de la película, aprovechando el inicio de ‘Uno de los nuestros’, de Scorsese, ¿es una declaración de principios?
Es una cita homenaje, un acertijo para arrancar y una realidad, siempre he estado fascinado por las películas de atracos y, más en concreto, por las películas que en un momento se paran para que un grupo de personajes ejecute un proceso complejo. No solo son películas de atracos, también La evasión, de Jacques Becker, por ejemplo.
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Y ahora el final, con imágenes en créditos de cine de género español de finales de los 50 y principios de los 60, ¿eso es una reivindicación?
Bueno, yo tenía el imaginario del cine americano y francés, pero el Flako tenía su propio héroe, Alberto Spaggiari, un atracador italo-francés. Pensando en ello, decidí que tenía que bajar los mitos a la tierra, y de Kubrick y Melville me fui a las películas de atracos españolas. Descubrí una auténtica veta y una obra maestra A tiro limpio (Francisco Pérez Dolz). Eran obras de un poco antes de la nouvelle vague y aquí ya estaban rodando en la calle.
Aquellas películas eran crónicas de su tiempo, ¿usted ha tenido intención con ésta de algo parecido?
Sí, había voluntad de hacer una crónica de este tiempo. Al principio me llamó mucho la atención que esos atracos del ‘Robin Hood de Vallecas’ tenían un alto potencial simbólico respecto de la crisis. Era el año 2013 y había una emergencia social, estaba el 15-M… Había algo que resonaba. Pero ya con Mapa traté de construir un espejo.
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Cuando la esencia política de esos atracos se desmoronó, porque en realidad no existía…
Diría que fue románticamente y decepcionantemente bello. Yo quería seguir ese camino de gente que hace justicia, pero me di cuenta de que estaría forzando la máquina y que por ahí no había recorrido.
En lo personal, ¿ver desinflarse la energía del 15-M le desilusionó?
Sí, siento la desilusión que siente mucha gente, pero me siento responsable de ello, como muchos de nosotros. Es muy fácil la escapatoria de quitarse de en medio. Pero también siento que en lo que pueda, en lo que esté en mis manos, aportaré para que esa capacidad y esa energía vuelvan, son más necesarias que nunca.
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En aquel momento usted se apartó del Robin Hood de Vallecas y se centró en el Flako ¿y cómo se enfrentó en la película a ese cambio?
Es verdad que ese chorro de energía se diluyó, pero de alguna forma sigue ahí, la energía no se destruye. Lo importante era cómo dar forma a esa especie de polvo de sueño. La dinámica personal del Flako pesó mucho en la película. Y el tono de la película empezó a bascular entre cierto humor y un sustrato dramático grave, la gravedad del paso existencial de su vida.
En España, nos apartamos del 15-M y ahora estamos con Vox en el Parlamento andaluz…
Y yo estoy en shock, porque siempre pensé que aquí no iba a llegar el fascismo y de repente está aquí. Todavía tengo que digerirlo. La película arrancó en un momento de efervescencia y mucha crisis y llega a 2018, al preámbulo de lo que pasa ahora mismo. Ojalá pueda hacer otra película para recoger el espejo de esta sociedad.
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Ahora lo que me pregunto es ¿qué tipo de Robin Hood de Vallecas va a caer?¿Usted qué cree?
No sé, lo que ha pasado en Andalucía es un toque muy serio y va a empezar a sacudir. Ahora hay que ver cómo asoman. Es un escenario nuevo. Yo no he conocido esto antes. La clave no creo que sea el resultado, sino la gente que no votó. Tiendo mucho a ver las cosas como un compromiso personal.
Recalca en la película la ética del ladrón y la del cineasta, ¿es muy importante para usted?
Es fundamental, por eso lo pongo en la propia película. Cuando trabajas con vidas reales, las películas plantean un dilema ético, el de la utilización directa u oblicuo de las personas. Esta película es un acercamiento de dos personas de clase social muy distinta, así que hubo un momento en que lo pensé como las migajas de la lucha de clases, luego ya lo pensaba como el encuentro de la lucha de clases. Tuve que tumbar mis propios prejuicios de clase. El Flako en eso estaba mucho más avanzado que yo.
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¿Los intelectuales son, entonces, más clasistas?
La verdad es que yo no me he relacionado nunca, hasta ahora, a nivel íntimo con alguien de otra clase que no fuera la mía. El Flako en su cabeza es mucho más libre que yo.
Y ¿el cine? ¿no se ha convertido el cine en un instrumento del clasismo?
El cine fue una de las principales vías del humanismo del siglo XX. Pasolini, Rossellini, Truffaut, Renoir… Ahora hay que hacer una labor de resistencia por recuperar esos modelos humanistas. Desde que apareció la cultura blockbuster, la naturaleza de todo eso cambió. Yo intento aportar mi pequeño grano de arena para que eso no muera. Con el cine humanista, ves una película y sales reconciliado con el género humano.
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¿Ha aprendido cosas del Flako?
Le admiro mucho por quién es, por la energía que es capaz de desplegar y el hambre de vida que tiene. Eso me alimenta. Es un tío con energía y talento natural, pero al que le han tocado las peores cartas que he conocido en mi vida. Tiene un potencial descomunal y ojalá yo pueda ayudar algo para que vehicule su vida, porque yo no le veo como un mileurista reponedor.
¿Qué cree que piensa él de usted?
Creo que está muy agradecido porque le he acompañado en un proceso muy duro, la cárcel, él no tenía antecedentes. Todo el proceso le animó a escribir y se pasaba horas y horas. También leyendo. Ahora me ha tomado el relevo Emilio Sánchez Mediavilla, editor de Libros del K.O., que va a publicar su libro de memorias, ‘Esa maldita pared’.
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¿Ahora se plantea hacer una película de atracos?
Bueno, esta película era más un juego con los apuntes de Pasolini. Al principio era una excusa, pero ahora que está el texto del Flako no me cierro a intentar hacer o a que haga otra persona una adaptación al cine y que él sea el guionista.