Entrevista a John Banville John Banville: "¿Por qué hay un consumo tan alto de ficción negra? Porque cada quince minutos tendremos nuestra dosis de violencia"
El escritor irlandés ha visitado Barcelona con motivo de la BCNegra y ha aprovechado para presentar su último libro Los lobos de Praga (Alfaguara, 2019), un thriller en clave histórica ambientado en la Praga de 1599 y firmado por su alter ego, Benjamin Black.
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BARCELONA,
John Banville (Irlanda, 1945) tiene una voz grave y habla lentamente. El escritor irlandés, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 y candidato al Nobel de Literatura en varias ocasiones, ha presentado en Barcelona su último libro, como Benjamin Black. Editor del Irish Press hasta 1995 y subdirector del Irish Times hasta 1999, es uno de los autores más prolíficos en lengua inglesa.
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En una ocasión aseguró que su dualidad como escritor (Black para la novela negra y Banville para las otras) respondía a que era ambidiestro, pero lo cierto es que Black y Banville son dos personas absolutamente diferentes. Sólo hay que leer los libros para darse cuenta de la excepcional capacidad de Banville para cambiar de registro y prosa cuando escribe como Black. Ganador del prestigioso Booker Prize en 2005, con The sea y ganador de otros premios internacionales, Banville habla sin pelos en la lengua, sabedor de su experiencia como escritor y de su método. Le molesta el ruido del mundo, porque "no todo el mundo tiene algo que decir".
Usted trabajó como periodista. ¿Qué le preguntaría John Banville a Benjamin Black?
Banville le pediría a Black que dejara de escribir y que parara de dejarlo en ridículo en público. Banville no tiene nada que decirle a Black.
¿Y Black a Banville?
Tampoco, además Black es tan presuntuoso ...
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¿Cuando empieza uno y cuando empieza el otro?
He pasado gran parte de mi vida trabajando de periodista, no escribiendo pero si editando. Cuando lo dejé, tenía mucho tiempo libre y necesitaba hacer algo. Benjamin Black comenzó a utilizar este tiempo, sin ningún tipo de pretensión.
¿Quién es más popular, Black o Banville?
Debería mirar las cifras de ventas, que es algo que nunca hago. Esto lo lleva mi asesor bancario y yo no me ocupo. Pero le diré una cosa: Banville es el artista y se lo toma en serio, Black es un artesano y también se lo toma en serio.
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¿Hay algún punto en el que se encuentren? Cómo se relacionan?
No. A veces, si estoy muy cansado, es posible que la escritura de uno se cuele en la escritura del otro, pero cuando lo releo y me doy cuenta de la interferencia, lo descarto. Tengo que sacar los fragmentos que no encajan.
En otra entrevista usted decía que lo más importante en una novela era el primer párrafo.
El párrafo que más satisface al autor es el último, pero el más importante es el primero: es cuando le enseñas al lector como leer el libro que tiene entre manos. Mucha gente no le presta atención al primer párrafo, yo sí. No sólo como escritor sino como lector. Lo leo un par de veces y entonces ya estoy preparado para emprender el libro.
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Usted tiene una manera de trabajar particular y laboriosa. Las frases se encadenan unas tras otras, por lo que su prosa queda perfectamente ligada. Una frase lleva a la otra con una naturalidad fuera de serie.
Es mi metodología. Durante los años he ido perfeccionando la técnica. Reescribo los libros varias veces; de mi primera novela hay nueve versiones diferentes. Intento que mis frases sean perfectas y las pienso y las repienso antes de continuar. Confío en que las frases me conduzcan a través de la historia, para que me expliquen a los personajes o para que soporten el peso de los diálogos. Las frases lo son todo.
Tiene mucho cuidado del lenguaje, las palabras y la ordenación de la frase; pero también es uno de los autores más traducidos mundialmente. ¿Como se enfrenta a la realidad de las traducciones? Inevitablemente muchas cosas se pierden.
Sólo Dios sabe lo que pasa en las traducciones [risas]. Una de las diferencias fundamentales entre Banville y Black es que la prosa de Banville se complica a medida que avanza el libro; mientras que Black intenta ser completamente lúcido en su prosa. A veces pienso en mis traductores y creo que hacen lo mismo que hacen los niños que no saben hacer algo, porque entiendo que hay frases de Banville muy complicadas de traducir: seguro que huyen, se lo saltan, y continúan traduciendo. Yo haría lo mismo, porque hay fragmentos que no se pueden traducir. A veces hay palabras, conceptos que no se pueden traducir, porque no existen en la otra lengua, elementos idiomáticos. Siento mucha empatia con los traductores porque hacen un trabajo muy difícil. Además, yo escribo en inglés irlandés, que es diferente del inglés británico. Habitualmente se lo recuerdo a mis editores, para que lo tengan en cuenta: no quiero que intenten cambiar la ambigüedad que caracteriza al inglés irlandés. A nosotros, los irlandeses, nos encanta el doble sentido, y nuestra lengua es igual; por eso es importante mantenerlo en la medida en que sea posible. Nuestra lengua, el gaélico, se perdió, pero sigue presente en nuestra prosa: es una lengua ambigua y evasiva, hay cosas que no se dicen directamente. Por ejemplo, en gaélico no se puede decir "yo soy un hombre" o no hay el "not": está el "not so", que ya tiene un matiz diferente.
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Sus personajes son bastante complejos. ¿Cómo los trabaja?
A veces, en tres segundos tengo un personaje montado. Se me aparece en toda su complejidad y personalidad, de manera inmediata. Es como un sueño. Nietzsche dice que todas las personas somos artistas cuando dormimos y es cierto: todo el mundo es novelista mientras duerme. En nuestros sueños se forman muchos personajes, los sueños son una fábrica de ficción muy potente. Si los pudiéramos controlar y darles forma, todo el mundo sería novelista. Es increíble y no somos conscientes, pero cada noche creamos mundos diferentes, pero la gente no habla. ¡Vivimos dos vidas! La primera es la que vivimos a la luz del día, pero luego nos ponemos en la cama y vivimos otra. ¡Otro mundo diferente, una vida diferente!
Todo el mundo sueña pero no todo el mundo lo recuerda.
Yo me he dado cuenta de que en los periodos en los que no escribo sueño mucho más. Estoy convencido de que mi cabeza intenta decirme: ¡tienes que utilizar eso!
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Su última novela, firmada por Benjamin Black, está ambientada en la Praga del 1599. ¿Cuando escribe novela histórica es muy exhaustivo en el proceso de documentación?
No soy ni pretendo ser historiador. La idea es poder hacer novela histórica con algunos detalles y hechos del momento en el que pasa la acción. Cuando escribí mi primera novela histórica ambientada también en Praga, todo el mundo me dijo que había captado muy bien la esencia del momento. ¿Como lo sabían si ellos no habían vivido esa época? Pero era un buen cumplimiento: conseguí que esa gente creyera como era vivir en la Praga de 1600. Inventarse cosas no es malo, porque la imaginación es el arma más poderosa que tenemos.
¿Utiliza elementos de la realidad para crear sus historias?
No, nada. Lo imagino todo. ¿Pero quiere que le diga un secreto? Vivimos en un mundo imaginado. Con esto no quiero decir que no sea real, pero tomamos el material de nuestra imaginación y lo formulamos para construir una realidad. La imaginación es la que crea la realidad de nuestro mundo. Esto se ve muy bien en los casos de genocidio: una serie de gente deja de imaginarse al otro como a una persona real, dejan de imaginar la realidad del otro.
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Cuénteme.
El fracaso de la imaginación causa mucho dolor en el mundo. Si pones alguien en una cámara de gas y te imaginas lo que pasará, no lo haces. Mire, mucha gente se queja del lenguaje complejo que utilizo en mis libros. Los dictadores, por el contrario, utilizan un lenguaje directo y sencillo, sin ambigüedades. Es la función de los artistas utilizar un lenguaje rico que fomente la imaginación de los lectores y del mundo, en contraposición a la simplicidad de los discursos políticos. Porque cuanto más rico sea el lenguaje, más podremos imaginar el mundo.
Pero hay muchos buenos escritores que tienen una prosa muy sencilla...
Sí, pero aunque su lenguaje sea acotado, consiguen recrear otros mundos a través de otros mecanismos.
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¿Piensa que la sociedad cada vez busca contenidos más fáciles? Existe la sensación de que cada vez se nos da todo más masticado.
Sí, y tenemos que mirar hacia las redes sociales. En Apuntes del subsuelo, de Dostoievski, el hombre del subsuelo dice: "Sé que las personas subterráneas como yo deben quedarse fuera, pero un día saldremos y hablaremos y hablaremos". Y es lo que está pasando. Seguro que si miramos a la Tierra desde fuera, hay toda una capa de ruido que la rodea. Todo el mundo piensa que tiene algo importante que decir y no es así. Yo no soy un académico, no sé nada, a diferencia de los académicos o los expertos. Esta gente, de la que a menudo el mundo se ríe, son los que mantienen las cosas puras y fomentan el conocimiento, por eso son odiados por los dictadores. ¿Qué dijo Lenin? "Disparen a los intelectuales".
¿Qué opina de las ficciones negras y policiales que se hacen hoy en día?
Todas comienzan con el secuestro, la violación y la posterior decapitación de una mujer. Si yo fuera una mujer, estaría en la calle manifestándose me en contra. ¡Esto lo ven miles de personas, hombres jóvenes, cada día! Yo soy un gran fan de Los Soprano y veo series, pero ¿porque hay un consumo tan alto de ficción negra? Porque sabemos que cada quince minutos tendremos nuestra dosis de violencia. ¡Y violencia que parece real! Antes en las películas disparaban a alguien y ya está: no había sangre ni recreación en la escena, ahora esto es diferente y todo es muy realista.
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Y lo vemos sentados en el sofá con una cerveza.
Le explicaré porqué. Se nos enseña mucha violencia porque en Europa, en este caso, no tenemos. Probablemente la escena más violenta que usted verá a lo largo de su vida es la de un coche empotrándose por detrás a otro. ¡Espero! Como no experimentamos violencia, no nos sentimos auténticos. cada vez consumimos más violencia y cada vez hay más series, películas y novelas de crímenes detallados para sentir que formamos parte del mundo.
Usted también tiene libros muy violentos.
Sí, pero es violencia educada.