Entrenadas para matar
En manos de Quentin Tarantino
Publicidad
Actualizado:
MADRID.- El cineasta Hou-Hsiao-Hsien ha conquistado territorio aparentemente inexpugnable con su nueva película, The Assassin, al elevar a categoría de arte un relato wuxia, o lo que en Occidente conocemos como kung-fu, protagonizado, además, por una asesina profesional. “Siempre me pongo del lado de las mujeres”, sentencia rotundo el taiwanés, que se alzó con la Palma al Mejor Director en el Festival de Cine de Cannes con este filme, con el que ahora ha arrasado también en los Golden Horse (los Oscar del cine chino).
Publicidad
Elementos propios del género, como los personajes de la enmascarada, el hechicero o la monja, conviven en esta película –un relato de la dinastía Tang, siglo IX- con un trabajo de ambientación histórica escrupuloso y con una intención de belleza plenamente conseguida: las imágenes de The Assassin son de una hermosura extrañamente magnética. Hay menos patadas, dagas y piruetas que en otras películas wuxia, “porque a mí no me gusta la sangre y ahora hay ya muchas películas con sangre y porque lo importante y lo que quiero reflejar es la lucha interior contra la maldad del personaje”.
En manos de Quentin Tarantino
Consciente de que no ha hecho una película “para todos los públicos”, Hou Hsiao-Hsien adelanta tranquilamente que “Hollywood no va a entender mi película. La mayoría de la gente está acostumbrada a la narrativa de Hollywood y yo no lo cuento todo para que el espectador pueda imaginar”. La narrativa del gigante americano del cine tiene, efectivamente, mucho más que ver con la historia de Beatrix Kiddo o Mamba Negra o La novia, es decir, Uma Thurman en Kill Bill, en cualquier de sus dos volúmenes. En manos de Tarantino, las artes marciales que Hou Hsiao-Hsien ha convertido en arte, se transforman en espectáculo de alto nivel con sobredosis de violencia y crueldad.
Mujeres adiestradas en la pelea –artes marciales o tácticas mucho menos exquisitas- y en busca de venganza eran también las protagonistas de Grindhouse (Death Proof), diversión en mayúsculas y cierto contenido para nada despreciable que nacía de este homenaje al cine Z del director de Tennessee. Su colega Robert Rodríguez también hacía protagonista a la ‘chica’, en Grindhouse (Planet Terror). En este caso se trataba de Cherry, una bailarina de striptease lisiada, y su motor no era la venganza, ella lideraba a una pandilla de guerreros contra zombies.
Publicidad
De los Prizzi a Nikita
Son personajes herederos de distintas tradiciones cinematográficas, entre las que se encuentran el cine negro, el de las artes marciales o el de acción pura y dura. Del primero, si hablamos de mujeres mercenarias, asesinas profesionales o guerreras, es imposible no mencionar a Irene Walker, la enigmática rubia que interpretó Kathleen Turner en El honor de los Prizzi (1985, John Huston), junto a Jack Nicholson. En cuanto al thriller de acción, ahí está uno de los grandes éxitos del cine francés, Nikita, dura de matar (Luc Besson, 1990), historia de una mercenaria que tuvo su eco hollywoodiano, La asesina (John Badham, 1993), con Bridget Fonda en el papel de Anne Parillaud. Actriz que, por cierto, repitió personaje de mujer entrenada para matar en En brazos de mi asesino (1998), película de Raoul Ruiz en la que se contaba la historia de una rica heredera con doble personalidad que se transformaba convenientemente en una certera asesina.
Las luchadoras orientales y Rinko Kikuchi
Pero es, sin duda, el cine oriental el de más larga costumbre con personajes femeninos adiestrados en las artes de la lucha. Grandes directores han presentado a mujeres guerreras en sus películas. Zhang Yimou lo ha hecho en Héroes (2002) y en La casa de las dagas voladoras (2004) y Hayao Miyazai, en su película de animación Nausicaä del Valle del Viento (1984).
Publicidad
Se podrían mencionar otros títulos como Arma desnuda (2002), película de Ching Siu-tung en la que una mujer, Madam Q., lidera a un grupo de criminales internacionales que secuestra a chicas para entrenarlas como asesinas, o Desnuda para matar (Clarence Fok Yiu-leung, 1992), donde el personaje femenino era el de una asesina en serie que liquidaba a sus víctimas mientras escuchaba a Mozart.