Una diva al borde del abismo
Una biografía relata la exitosa y trágica existencia de una artista fundamental en la canción del siglo XX
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"Nina Simone nació en un bar húmedo de Nueva Jersey, con el suelo cubierto de serrín para secar el alcohol vertido". Este hubiera sido un buen inicio para La vida a muerte de Nina Simone, pero David Brun-Lambert lo reservó para un párrafo escondido en mitad de una exhaustiva biografía que acaba de publicar en España la editorial Global Rhythm Press.
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Es cierto, Nina Simone tomó su nombre allí, en "un tugurio como centenares de otros, con el aire saturado por el humo de los cigarrillos", porque no soportaba más la frustración de ser quien había sido hasta entonces: Eunice Waymon (su nombre de pila), mujer, pobre y negra en una sociedad machista y racista que volaba hacia la gloria del desarrollo económico capitalista. Corría el año 1954, tenía 21 años y demasiado pasado que asimilar (o directamente borrar).
Fue una niña prodigio: a los 5 años era pianista titular en su iglesia
Su vida está recorrida por un misterio que Brun-Lambert sólo desvela al final del libro, escondiendo como un prestidigitador la causa última e íntima de la tormentosa existencia de una de las grandes divas de la canción del siglo XX.
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"Su música me acompañó durante años, esas canciones me tocaban íntimamente como las de ninguna otra cantante. Escribiendo el libro descubrí más cosas, a una mujer dividida entre fuerzas opuestas: una infancia en un ambiente religioso, el deseo de convertirse en la primera concertista clásica afroamericana, la experiencia de sufrir el racismo, su primer éxito, su lucha en el movimiento por los derechos civiles, sus accesos de locura y, finalmente, una larga recaída hasta su muerte, lo que la convirtió en un personaje trágico", explica a Público Brun-Lambert.
Nina Simone fue una niña prodigio. Nacida en Tryon (Carolina del Norte) en plena Gran Depresión, su familia vivió durante años de trabajos precarios y un huerto. Y de la religión y, claro, la música. Las canciones religiosas fueron la banda sonora de su infancia, melodías que pronto aprendió a tocar al piano. A los dos años ya balbuceaba las notas del God Be With You Till We Meet Again al órgano. "La música está dentro de ti", le decía su madre.
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En su pueblo la conocían como "el pequeño prodigio": a los 5 años ya era la pianista titular de su parroquia. Su familia depositó en ella todas sus esperanzas de salir de la pobreza. Cuando su casa se quemó por un accidente doméstico, lo primero que salvaron fue el armonio. Pero el sueño se desvanecería la última semana de agosto de 1950, cuando Nina Simone suspendió el examen de ingreso en el instituto Curtis. La puerta a la música clásica se cerró de golpe.
"Había algo único en su forma de tocar", explica David Brun-Lambert
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Ella siempre atribuyó este fracaso al color de su piel, aunque su biógrafo no lo tiene tan claro: "Es cierto que la escena clásica era ultraconservadora, pero es posible que ella no tuviera el talento necesario. Hay grabaciones en las que interpreta las Goldberg Variations, de Bach, que no se pueden comparar, por ejemplo, con Glenn Gould. Nina no tocaba de forma estrictamente tradicional, había algo único en su sensibilidad, en su toque".
Su camino se reorientó entonces hacia los clubs de Nueva Jersey, Philadelphia y Nueva York, donde Simone se inició en el canto a partir de estándares de jazz. Publicó su primer disco en 1957. Little Girl Blue se lanzó casi sin ruido: incluso ella lo descubrió en el despacho de su agente semanas después de su lanzamiento, sin que nadie le hubiera avisado.
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No parecía que ese disco fuera a cambiar nada, lo que la conducía a un escenario dramático. Continuaba con su gira por los clubs de Nueva York, que la abocaban a una situación económica frágil y a buscarse trabajos alimenticios, como limpiar casas, mientras su primer marido, con el que se había casado únicamente para escapar de la soledad, vivía en una permanente borrachera. Pronto sería ella la que se agarraría al alcohol para soportar las jornadas de 15 horas entre el trabajo, las clases de piano y los conciertos.
Sin embargo, el éxito de sus canciones la conduciría definitivamente hacia otros territorios. Así como un solo día, el de la audición del Curtis, la había enterrado, una sola noche, la de su concierto en el Town Hall de Nueva York, lanzó su carrera. Se trataba de un recinto de conciertos de música clásica y aunque no interpretó esa noche a su adorado Bach, parecía inspirada por su espíritu.
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El 12 de septiembre de 1959 Nina Simone se convirtió en la heredera de Billie Holiday, con la crítica rendida a su voz y su forma de interpretar clásicos como Porgy, Summertime o Exactly Like You. Los contratos comenzaron a lloverle y, con ellos, el dinero. Al año siguiente, recibía un cheque de 10.000 dólares sólo por derechos de interpretación: se compró un Mercedes descapotable, y eso que no tenía carnet de conducir.
Dejó EEUU tras negarse a pagar impuestos por la guerra de Vietnam
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En 1963, 37 personas vivían de Nina Simone. Liberarse de la estrechez económica le permitió abrirse a otras realidades. Su mundo, a pesar de haberse emancipado de su familia, de los viajes y del triunfo profesional, había sido demasiado pequeño hasta entonces. Todo giraba en torno a ella y a su piano y, aunque eso le había llevado al éxito, también le había acarreado no pocos problemas familiares que le impedían alcanzar una mínima estabilidad emocional. Sus comportamientos erráticos y los arrebatos paranoicos cada vez eran más frecuentes.
Entonces conoció a Lorraine Hansberry, una figura de la vida intelectual negra del Village neoyorquino, que despertó su conciencia política y de clase. "Su participación en la lucha por los derechos civiles no fue motivada por un deseo ardiente de ver a su gente liberada. Había algo mucho más personal en ese compromiso: el deseo de venganza contra un mundo, el de los blancos, que había destrozado el sueño de su infancia de convertirse en la primera concertista clásica negra", explica el autor de la biografía.
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Aunque su marido y manager, Andy Stroud, intentó apartar por todos los medios a su mujer de la política, Nina Simone se zambulló de lleno en la lucha: "Decidí consagrar tanto tiempo como la lucha necesitara a que los negros obtuvieran justicia, libertad e igualdad ante la ley y lo haría hasta conseguir la victoria final", escribió en su autobiografía, I Put a Spell on You, publicada en 1992.
Así comenzó a escribir sus primeras canciones protesta, que se convirtieron en una constante a partir de entonces. Nacían de la furia interna que le provocaban los acontecimientos que estaba viviendo la comunidad negra, pero también de su propia situación personal: casada con un hombre que se preocupaba más por sus negocios que por ella, peleando con la industria discográfica y sufriendo su propio carácter, que le llevaba a reaccionar de forma violenta y agresiva en según qué situaciones.
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En los setenta dejó EEUU tras negarse a pagar impuestos en protesta por la guerra de Vietnam. Separada de su marido y distanciada de su hija, vivió en Barbados (donde tuvo una relación con el que sería más tarde primer ministro), Liberia, Holanda, Francia y Suiza. "Comenzaron dos décadas de vagabundeo a través de circunstancias trágicas que culminaron, a principios de los noventa, con un inesperado regreso", relata Brun-Lambert.
Brun-Lambert: "Su locura fue la base de lo más destacable de su trabajo"
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El éxito de My Baby Just Cares como sintonía de un anuncio de Channel le devolvió la repercusión que había obtenido durante los años sesenta. Parte de la responsabilidad de la resurrección de Simone la tuvo su amiga Gerrit de Bruin, que la acompañó en sus épocas más depresivas.
El origen de semejante inestabilidad, visible en sus reacciones enfurecidas en algunos de sus conciertos, lo descubrió a finales de los ochenta, cuando fue diagnosticada como bipolar. "Su enfermedad, desconocida durante tantos años, fue central en su arte: explica la extraordinaria intensidad de sus interpretaciones. Asimismo, explica sus numerosas depresiones. En resumen, Nina estaba loca y esa locura fue la base de su caótica trayectoria y de los aspectos más destacables de su trabajo", sostiene Brun-Lambert.
"Moriré a los 70 porque después sólo hay dolor", dijo. Y lo cumplió el 21 de abril de 2003, en el sur de Francia. Tenía cáncer de pecho y el dolor había sido suficiente.