Deportados, fusilados, gaseados… me parto de risa
‘La muerte de Stalin’, de Armando Ianucci, una comedia negrísima sobre el terror stalinista, se suma a la lista de comedias suicidas sobre lo más bestia, bárbaro y cruel del ser humano
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MADRID, Actualizado:
En España, siglo XXI, te la juegas si haces humor con algo que tenga que ver con el franquismo, con el PP, con la iglesia católica o con la monarquía, si es que todo esto no es lo mismo. Malos tiempos para los artistas.
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En plena dictadura, Luis García Berlanga se marcó una comedia negrísima, alegato contra la pena de muerte, El verdugo, y la colocó entre las mejores películas de nuestra historia. Hoy no sería fácil.
Hacer comedia de lo más bestia del ser humano, de su barbarie y crueldad, cuando no está perseguido, está muy mal visto y públicamente señalado.
Por respeto a lectores susceptibles, por si quieren dejar de leer ahora mismo, aclaro que estas comedias a mí me encantan y siento inmensa admiración por quien consigue hacerme reír con lo que antes me hizo llorar.
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“Dispárale a ella antes que a él, pero asegúrate de que lo vea. Mátalo y arroja el cuerpo en un foso”. El jefe de los espías de la URSS a principios de los cincuenta, uno de los tipos más peligrosos del planeta, reparte cada mañana la lista de ciudadanos que deben ser ejecutados por orden directa de Stalin.
Aquí estremece leer estas líneas; en la nueva película de Armando Iannucci, La muerte de Stalin, te partes de la risa. El cineasta escocés ha vuelto a hacerlo, con su enorme talento para la comedia ha conseguido sacar humor de donde antes solo salían muerte, dolor y miedo.
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Basada en la novela gráfica de Fabien Nury y Thierry Robin, la película narra la muerte de Stalin el 2 de marzo de 1953 y los días previos al funeral. Son jornadas de terror y lucha encarnizada por el poder que comienzan cuando todavía el cuerpo del ‘padre de la nación’ está tirado sobre un charco de su propia orina en el suelo de su despacho. Steve Buscemi, Paddy Considine, Michel Palin, Olga Kurylenko, Jason Isaacs, Jeffrey Tambor… son parte del reparto de esta película coral.
Carcajadas con la guerra de irak
Antes de sacar humor de un pasado en el que habitan millones de muertos y deportados, Iannucci provocó la carcajada con las siniestras y criminales conversaciones entre EEUU y Gran Bretaña para iniciar la guerra de Irak, conflicto que ha dejado casi tres millones de iraquíes, civiles y soldados, muertos por la violencia, otros dos millones caídos por las privaciones de una guerra, miles de cuerpos enterrados en fosas comunes... En el cine, sin embargo, era tronchante ver a James Gandolfini, en el papel del teniente general George Miller, haciendo cálculos de tropas posibles para su desplazamiento sentado en una camita de niños y con una calculadora infantil color rosa chicle.
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Y de las matanzas de Stalin y la invasión de Irak, a la guerra contra el terrorismo islámico. El británico Chris Morris firmó una comedia suicida, una de las películas más audaces, imprudentes, brillantes y divertidas de los últimos años, Four Lions. Historia de la creación de una célula terrorista que prepara un ataque con bomba en el centro de Londres, parece increíble, pero es desternillante.
Las víctimas hubieran aplaudido
Aquí nos hemos reído recientemente con otra célula terrorista, la de Fe de etarras, segunda película de Borja Cobeaga sobre ETA, que antes de llegar a los cines incendió unas cuantas sensibilidades. Un cartel de la promoción de la película en el que se veía la frase “yo soy españoool, españoool, españoool” con las tres última palabras tachadas, fue denunciado ante la fiscalía de la Audiencia Nacional por una asociación de guardias civiles por posible delito de humillación de las víctimas del terrorismo. Perdón por el atrevimiento, pero las propias víctimas hubiera aplaudido la película.
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De hecho, uno de los momentos más emocionantes de las últimas ediciones del Festival de Cine de San Sebastián fue la proyección en el Teatro Principal de la anterior película de Cobeaga, Negociador (2014), crónica de las conversaciones entre un interlocutor del Gobierno con un representante de la cúpula etarra. Unos años antes nadie hubiera apostado un céntimo por vivir una jornada como aquella, con periodistas de toda España a carcajada limpia con una película así. ¡Qué saludable es la comedia!
"¡Mein Führerr! ¡Puedo caminar!”
Y ¡qué difícil! Solo los mejores son capaces de convertir en arte y en risas la tragedia del ser humano, su desgracia, sea cual sea la dimensión histórica de ésta. El prodigioso Erns Lubitsch lo hizo nada menos que con el nazismo en Ser o no ser (1942) y el genial Chaplin caricaturizó al mismísimo Hitler en El gran dictador (1940).
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Stanley Kubrick, otro de los más grandes, firmó la sátira más ácida y demoledora de todas las que se han hecho sobre la amenaza atómica y la guerra fría, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscu (1964), con la complicidad de un cómico superdotado, Peter Sellers. “¡Mein Führerr! ¡Puedo caminar!”.
Y, otra vez el irreverente humor británico, las risotadas y alborozo de la escena de la lapidación de La vida de Brian (1979). Comedia corrosiva, magistral, sobre el calvario de Cristo y la persecución de los cristianos por los romanos. Insuperables Monty Python siempre mirando “el lado brillante de la vida”.