'En el corredor de la muerte' Miguel Ángel Silvestre: "Creemos en la inocencia de Pablo Ibar"
Movistar+ estrena hoy la miniserie de cuatro capítulos ‘En el corredor de la muerte’, basada en el libro de Nacho Carretero y con Miguel Ángel Silvestre en el papel de Pablo Ibar.
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madrid,
El 27 de junio de 1994 Casey Sucharski, Marie Rogers y Sharon Anderson morían asesinados en Miramar, Florida. Poco después, Pablo Ibar, un joven de padre español y madre cubana que apenas superaba los 20 años, era detenido por una razón totalmente ajena a este caso. Estar allí, en el calabozo, le colocó en el punto de mira de los investigadores debido al parecido físico con quien aparecía en el vídeo de baja calidad que grabó a los asesinos. 25 años después de aquello, tras varios juicios plagados de irregularidades y contradicciones y sin pruebas sólidas que demuestren que Ibar estuvo en el lugar del crimen aquel día, sigue en prisión. Lleva un cuarto de siglo preso, 16 de esos años los ha pasado en el corredor de la muerte. Su historia ha sido convertida en una serie protagonizada por Miguel Ángel Silvestre basada en el libro homónimo de Nacho Carretero que hoy se estrena en Movistar+. En el equipo, todos están seguros de la inocencia de Pablo Ibar, empezando por quien le da vida.
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En una conversación con Público, Silvestre reconoce que antes de aceptar el papel se empapó a conciencia de todo lo que rodea al caso. En su alegato contra la pena capital recalca “lo oscuro que es que un ser humano, porque la ley lo decide, pueda quitarle la vida a otro. Yo creo en el aprendizaje y creo en el proceso que hay detrás de una penitencia, pero estoy en contra de algo tan severo y osado como es quitarnos la vida entre seres humanos”. De su postura sobre la culpabilidad o inocencia de a quien da vida dice que “después de toda la información recabada antes de tomar la decisión, de algunas fotos que me mandó Nacho Carretero y de conversaciones con él tenía bastante claro, y lo digo sin ser alguien que posea la verdad, la inocencia de Pablo. Por eso decidí que sí que quería contar esta historia” junto al director Carlos Marqués-Marcet y a Bambú, una productora que ha sido clave en su carrera. ¿Habría interpretado a Ibar si no hubiese estado convencido de su inocencia? “No lo hubiera hecho, la verdad. Creo que no hubiera sido capaz de hacerlo”, reconoce.
El propósito tanto de la serie como de los cuatro episodios del podcast narrado por Nacho Carretero que complementan el estreno de En el corredor de la muerte no es, explica el autor del libro que ha servido de germen para la producción de Bambú y Movistar, posicionar al espectador u oyente en un sentido u otro, sino ofrecerle todos los datos del relato y que sea él quien saque su propia conclusión y se abra un debate. “Si tú en una narración desde el primer momento intentas decirle al lector o al espectador lo que debe pensar, suele generar un efecto contraproducente”, avisa el periodista, quien añade que “la mayoría de la gente concluye con asombro que es difícil de entender cómo se puede condenar a alguien sin pruebas que demuestren su culpabilidad de forma concluyente”.
En el mismo sentido se manifiesta Silvestre, quien explica que, si bien “todas las personas que hemos participado en este proyecto creemos en la inocencia de Pablo Ibar”, lo que se percibe viendo la serie es que esta “no toma un partido directo, pero sí que, de alguna manera, cuenta los hechos tal cual fueron y tal cual se han expuesto en el juicio dejándote a ti elegir cómo te sientes”. Esos hechos que se recogen y plasman provienen del profuso trabajo de investigación realizado por Carretero a lo largo de los años. De sus conversaciones con la familia, con su entorno y con el propio Pablo en la cárcel, pero también de los datos recabados a través de la documentación generada por el caso y del conocimiento adquirido sobre un sistema judicial muy diferente al español. La gran pregunta que despiertan tanto la serie como el podcast es ¿cómo es posible que sin pruebas inequivocas que demuestren que Ibar estuvo ese día a esa hora en ese sitio se le pueda condenar a muerte o cadena perpetua?
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El periodista responde a esta pregunta explicando que “el sistema allí es diferente, la mentalidad con respecto al sistema judicial en Florida, y en general en EEUU, es muy diferente a España y Europa. Ahí hay un jurado que considera, cree o percibe que Pablo es culpable y así lo concluye y no tiene que explicar por qué ni tiene que justificar”. Para el autor de Fariña al final “consiste en convencerles, porque no van a tener que explicar o justificar. Básicamente si alguien les preguntase por qué creen que Pablo es culpable te dirían: ‘Bueno, nos parece que sí’. Allí, quien mejor lo explique, quien les convenza, conseguirá el veredicto a su favor. Esa es una estructura que nos cuesta comprender o que no compartimos desde aquí. Entonces se produce una brecha de entendimiento que hace que nos sorprenda esa conclusión”. Diego Sotelo, guionista y creador, añade que, además de todo esto, “allí para ser jurado en un caso donde se solicita pena de muerte tienes que estar a favor y creer en la pena de muerte. Con lo cual el perfil de ese jurado está muy predeterminado”.
La importancia del contexto
A la hora de abordar el cómo contar esta historia se tuvo en cuenta que la realidad tiene “muchos puntos de vista y matices”, como resume Sotelo. Las visiones de Cándido (Ramón Aguirre), Tanya (Marisé Álvarez), Pablo, los abogados, los policías, el fiscal… se van alternando de manera que al final el espectador logre tener un mapa general de como, en palabras de Campos, la condena no recae solo sobre Pablo, sino que “es una condena a toda la familia, están todos en el corredor de la muerte”.
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Para el creador de En el corredor de la muerte, esta es “una historia muy pequeñita de contenido, porque es muy personal. Es de amor en todas sus vertientes, pero dentro de un mundo, de una sociedad muy concreta…” que va cambiando. La serie lo demuestra con unos clips del discurso del presidente estadounidense de turno en cada momento para ubicar de un solo plumazo al espectador en el punto exacto de la cronología del caso en el que se encuentra. Son más de dos décadas de recorrido en solo cuatro capítulos y puede ser fácil perderse.
En este caso, como en tantos otros, el contexto resulta capital y esos vídeos, como reconoce Susana Herreros (Movistar+), “por un lado te colocan” y por otro te demuestran que ha cambiado mucho el sistema político, pero no tanto el resto. Un inmovilismo que no afecta solo al protagonista de esta serie. Sotelo destaca que a lo largo de los capítulos se ve “como pasa el tiempo, como van cambiando los presidentes pero hay una situación que se mantiene. No solo en Pablo, digamos que es el sistema judicial americano”.
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Volviendo a la importancia de la familia en la trama, Silvestre destaca la fortaleza de Cándido Ibar, al que conoció hace unos días en el Festival de Vitoria, y, sobre todo, la de Tanya, “una mujer que ha estado fuerte a su lado y le ha demostrado con creces un amor idílico, un amor sin barreras”.
Un final que aún no estaba escrito
Antes de afrontar el visionado de En el corredor de la muerte, que se estrena hoy en Movistar+, conviene conocer dos decisiones de producción y un hecho judicial que han marcado su desarrollo y resultado. La primera de esas elecciones tienen que ver con el hecho de que la serie, pese a ser una producción nacional, no está rodada íntegramente en castellano, sino que se alterna con el inglés. Haber hecho hablar al fiscal en español no habría resultado creíble, argumentan sus responsables. No les falta razón. Y más en una serie donde la credibilidad es capital. La otra tiene que ver con el texto que aparece al final de cada episodio en el que se avisa de que lo que se ha visto es una “ficción inspirada en el libro de En el corredor de la muerte” y que “se han introducido en la trama personajes y situaciones inventados”.
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Esa parte de ficción de la que se habla, aclara Sotelo, tiene que ver con que “por mucho que conozcas una historia no estás dentro de la cabeza, de las situaciones personales… Tú te puedes imaginar como son y las recreas, pero un diálogo no lo vas a hacer al 100% real, una situación entre dos personas que si no te la cuentan ellas tampoco sabes…”. Es decir, licencias, pero siempre intentando ser lo más fieles posibles sin “ficcionar más de lo necesario que requiere una serie” por esa responsabilidad que sintieron en todo momento. La “de estar contando una historia de alguien que en paralelo, mientras nosotros estamos haciendo tele, se está jugando la vida del otro lado”.
Es más, ese hecho que se mencionaba antes, está íntimamente relacionado con ese “jugarse la vida”. Porque en el momento de echar a andar, esta producción no tenía aún un final escrito. El hasta ahora último juicio al que ha hecho frente la familia Ibar estaba por celebrarle y la resolución del jurado, que condenó a Pablo a cadena perpetua, les sorprendió en medio de un ensayo. Así lo ha contado Silvestre, quien no tuvo contacto directo con los verdaderos protagonistas mientras se preparaba para el papel para respetar, siguiendo el consejo de su madre, esos momentos tan duros que estaban viviendo.
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El veredicto supuso un jarro de agua fría para quienes trabajaban para llevar el relato a la pantalla. “Ese día tuvimos que dejar de ensayar. Fue un golpe muy fuerte. Todos estábamos convencidos de que sin pruebas y sin manipulación de pruebas parecía que estaba muy claro y que posiblemente Pablo iba a terminar el rodaje con nosotros. No fue así y fue muy impactante”.