Desde el corazón de las tinieblas
"El arte y la cultura son una esperanza"
Publicidad
Actualizado:
MADRID.- Han pasado más de veinte años del aberrante y atroz genocidio en Ruanda. Entonces, en solo 100 días hubo casi un millón de muertos a machetazos. El 80 % de los tutsi fueron eliminados. Hoy, la visión de un machete sigue produciendo un pavor paralizante a muchos ruandeses. ¿Es posible la reconciliación después de un infierno así? Francesc Relea responde a esta pregunta en su película Ciudades a contraluz, donde radiografía los cambios producidos en cuatro puntos del planeta —Medellín, Sarajevo, Kigali y Beirut— que vivieron guerra, violencia y muerte en los noventa y que hoy han encontrado el camino de la paz y el entendimiento.
Publicidad
"El arte y la cultura son una esperanza"
En abril de 1992 los serbios sitiaron Sarajevo. La ciudad no se rindió, pero la convivencia entre serbios, croatas y bosnios se quebró. “Vivimos en un país donde la mayoría de la gente de 40 años ha matado a alguien”, dice Tina Smalcej, una realizadora y guionista de 30 años que pudo huir con su familia en pleno asedio y que después regresó. Hoy esta mujer es absolutamente consciente de que no hay que olvidar el pasado y de que las huellas de la guerra deben permanecer en la memoria. “Cuando veo los nombres de los niños muertos en la ciudad… ¿cómo puedes olvidar eso en tu guion. Tenemos que aprender a vivir con ello”.
“Vivimos en un país donde la mayoría de la gente de 40 años ha matado a alguien”
“No debemos olvidar lo que ha pasado, pero tenemos que perdonar”, dice Sejla Lajlani, una joven estudiante de cine que nació allí un año después de terminar el conflicto. Y Smalcej apuntilla: “El arte y la cultura son una gran esperanza”. Con ellas, en ese proyecto de paz se encuentran también Elma Hasummbegovic, una historia de 39 años que lucha por la supervivencia del Museo de Historia de Sarajevo, donde la exposición permanente se titula “Sarajevo durante el asedio”, e Ines Tanovic, una directora de cine de 51 años que perdió su productora entonces. “Pasé cuatro años en una ciudad sitiada, pero resistimos como civiles y como intelectuales. Seguimos haciendo cine en la guerra y celebramos el Festival de Sarajevo en una sola sala, con un generador…”
Publicidad
Hip-hop, break dance, arte gráfico y poesía
Beirut es otra de las protagonistas de Ciudades a contraluz. Epicentro de los conflictos de Oriente Medio durante décadas, hoy se permite por fin el respiro en una vida diferente. Allí el deporte, como en Kigali, y la cultura, han sido esenciales. May el Khalil, una mujer de 61 años, fundó el Maratón de Beirut, una carrera que desde 2003 moviliza cada año a miles de corredores por la paz. “En Líbano hemos vivido 30 años en guerra. No creo que ningún libanés permita que pase de nuevo”, afirma y, ante los 40.000 participantes de una edición reciente de esta competición, añade: “Son personas que creen en la paz, que creen que con el deporte se puede marcar la diferencia”. Uno de los participantes en esta carrera es Hazim Al Ahmad, un atleta sirio refugiado en Beirut, que busca en esta ciudad hacer realidad el sueño que la guerra de su país le impidió. Con ellos, Alfred Badr, un grafitero de 29 años, responde con sus obras al fanatismo y recuerda cómo antes “solo se hacían grafitis políticos o relacionados con la guerra”.
"La reconciliación lleva el perdón"
La ciudad estaba en los 90 atrapada por la violencia de narcos, guerrilla, paramilitares y policías. Los chicos eran “carne de cañón para las bandas criminales”. Jeison Castaño ‘Jeihco’, otro rapero de la Comuna 13, donde aún siguen muriendo algunos jóvenes, empezó hace unos años a trabajar hasta hoy en que se ha convertido en representante de la resistencia y la paz. “En la Operación Mariscal, el 21 de mayo de 2002, entraron a sangre y fuego aquí buscando guerrilleros, pero la gente salió a las calles a decir ‘no a la guerra’. Fue la gran visión de la resistencia pacífica y esa resistencia es mi símbolo”.