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MADRID.- Bob Woodward se reunía con su confidente del caso Watergate en las sombras de un aparcamiento de Washington. Alan J. Pakula llevó a la ficción aquella apasionante aventura periodística (Todos los hombres del presidente, 1976) y la convirtió en un clásico del cine. ¿Cómo hubiera sido aquella historia si el cineasta hubiera podido seguir con su cámara a los auténticos Woodward y Bernstein en sus encuentros con garganta profunda?
Probablemente, hubiera sido bastante parecida a Citizenfour, película de Laura Poitras, ganadora del Oscar al Mejor Documental, y en la que se cuenta cómo Edward Snowden contactó con ella y con los dos periodistas de The Guardian -Glenn Greenwald y Ewen MacAskill- para hacer las filtraciones que han conmocionado al mundo. Un caso de espionaje sin precedentes considerado ya por algunos analistas como “una de las mayores amenazas para la democracia”.
“Para mí todo se reduce al poder del Estado frente a la capacidad de las personas para resistirse a ese poder”
Snowden, un joven consultor tecnológico, ex empleado de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), hizo públicos en verano de 2013 miles de documentos clasificados sobre los programas de vigilancia masiva que se estaban empleando en EEUU para controlar a millones de ciudadanos, a mandatarios de los gobiernos de todo el mundo, a empresas… Su plan comenzó un poco antes, con el envío de una serie de correos electrónicos cifrados a la periodista y directora Laura Poitras. Firmados por Citizenfour, en los mensajes aseguraba tener pruebas de esos programas ilegales que estaba utilizando la NSA, en colaboración con otras agencias de inteligencia. “Para mí todo se reduce al poder del Estado frente a la capacidad de las personas para resistirse a ese poder”, sentencia Snowden en el filme.
“Gracias y ten cuidado”
“Laura, a estas alturas, no puedo darte nada más que mi palabra. Soy un alto funcionario en la Comunidad de Inteligencia. Espero que entiendas el riesgo que supone que contacte contigo. Y que debes acceder a tomar ciertas precauciones antes de que cuente más. No te voy a hacer perder el tiempo”, decía uno de los primeros emails, que la directora lee con su propia voz en la película.
“Si se publica el material original, probablemente me vea implicado de inmediato –decía aquel correo-. Esto no debe disuadirte de difundir la información que te proporcionaré. Gracias y ten cuidado”. La intriga está servida. No han pasado nada más que un par de minutos y el espectador de esta película ya siente el peligro, la amenaza de las todopoderosas instituciones de EEUU, espiando ahora al mundo entero con métodos ilegales. Es una amenaza real
Un hombre enfrentado a la nación más poderosa del planeta
Citizenfour acompaña a partir de ahí a Laura Poitras, Gleen Greenwald y Ewen MacAskill en sus encuentros con Snowden en Hong Kong. Allí, en la habitación de un hotel, estas cuatro personas se reunieron y trazaron la estrategia para contar al mundo lo que estaba haciendo EEUU. Además de la magnífica lección de periodismo que significa esta película, en ella hay otra enseñanza más, la que da Edward Snowden, un hombre de 29 años enfrentado a la nación más poderosa del planeta para defender la libertad y el derecho a la intimidad.
“Personalmente, estoy más dispuesto a correr el riesgo de que me encarcelen, o algo igual de negativo, que a que reduzcan mi libertad intelectual"
“Personalmente, estoy más dispuesto a correr el riesgo de que me encarcelen, o algo igual de negativo, que a que reduzcan mi libertad intelectual y la de mis seres queridos”, dice en una de las conversaciones con los periodistas, a los que anima a seguir publicando los documentos clasificados, aunque él se vea muy seriamente comprometido por ello.
La capacidad para resistirse al poder del Estado
“Los medios modernos dan mucho peso al personaje y me preocupa que cuanto más nos centremos en mí, más me utilizarán como distracción. La noticia no soy yo”, afirma, sin embargo, en un momento de la película, en la que aclara: “Para mí todo se reduce al poder del Estado frente a la capacidad de las personas para resistirse a ese poder… Si las leyes cambian, que es lo único que está por encima del Estado, no podríamos oponernos”.
Edward Snowden, que al finalizar esta película estaba ya viviendo en Moscú, protegido por aquel gobierno, ha pedido desde entonces asilo político a varios países del mundo, entre otros, a España, mientras se aclara su situación en EE.UU. Hasta entonces, el mayor caso de espionaje de la historia sigue levantando muchas ampollas y cada día son más los que apoyan al hombre que lo ha destapado. Un tipo que añora la libertad de otros tiempos y pelea por recuperar lo mejor de ellos. “Recuerdo cómo era Internet antes de que lo vigilaran, y nunca ha habido nada igual en la historia de la humanidad. Es decir, podía haber un niño en una punta del mundo teniendo una conversación de igual a igual con un experto en la materia en la otra punta del mundo sobre cualquier tema, donde fuera, cuando fuera, todo el tiempo. Era libre y sin ataduras. Ahora la gente autocensura sus opiniones y bromea con acabar en ‘la lista’ si donan a una causa política o si dicen algo en un debate. Ahora, contamos con que estamos siendo vigilados”.
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