Los cisnes voladores del Ballet de Moscú
El fundador de la compañía Timur Fayziev ofreció una clase magistral.
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La elasticidad es magnética. La frase se convierte en una evidencia al observar a un grupo de 30 personas mientras calientan y estiran sus músculos. A su manera, todos desafían las leyes de la resistencia, pero una y otra vez, emprenden nuevas demostraciones de flexibilidad de las que salen indemnes. Movimientos de ensueño que despiertan un morbo hipnótico. Pero las mallas que visten delatan la pasión compartida por los miembros de este conjunto de elásticos desconocidos: el ballet.
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No hay demasiadas oportunidades para disfrutar de una masterclass gratuita a cargo de Timur Fayziev (Moscú, 1953), fundador del Ballet de Moscú. Una de ellas se dio el pasado miércoles en el Teatre Tívoli de Barcelona donde la compañía actúa hasta el 9 de agosto interpretando dos de las piezas más conocidas del repertorio del ballet clásico: El lago de los cisnes y Giselle.
Cuando el bailarín cruzó el patio de butacas para llegar hasta el escenario, el silencio también se paseó por la sala (Fayziev se ha ganado un prestigio internacional construyendo una compañía que apuesta por la poesía y la técnica en sus interpretaciones). Antes de empezar la clase y con la ayuda de una traductora dejó claros los objetivos de la sesión: "No tenemos tiempo para mucho, así que nos vamos a centrar en la posición del cuerpo. Una mala postura es un ligamento roto". La técnica, como en cualquier disciplina es el ingrediente imprescindible y el director sabe muy bien que una vez los bailarines adquieren vicios posturales, llegar a modificarlos resulta muy difícil. El elogio a la disciplina es uno de sus mensajes más repetidos.
Asidos a la barra, los elásticos (que oscilan entre los 8 y los 30 años y pertenecen al género femenino) adoptaron la primera posición: piernas juntas, cuerpo estirado, pies alineados y abiertos, columna recta y el cuello muy levantado (para aportar elegancia, según indicó una de las asistentes del director).
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"La planta del pie tiene que estar apoyada completamente, nada de cargar peso sobre el dedo gordo", señalaba Timur mientras paseaba entre las bailarinas y corregía con la precisión de un perfeccionista. "Hay que colocar las manos de una manera muy dulce", sugirió el bailarín a Carmina, una chica de 33 años que entró en la galaxia ballet a los 23 por pura afición. "La lástima es que empecé un tarde, pero en casa no sobraba el dinero y las clases son caras pero me lo tomo como quien va al gimnasio", contó sin abandonar la postura.
Timur Fayziev no tiene aficiones, ni ansias de hacer vacaciones para desconectar. Se formó en la escuela del teatro Bolshoi de Moscú y se enamoró del ballet. "Yo no tenía las mejores aptitudes físicas, pero lo conseguí con trabajo, trabajo y más trabajo. Todavía sigo sin darme un respiro, pero ahora como director y profesor".
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La escuela a la que pertenece se acerca al arte dramático, en la que bailar es mucho más que bailar y los procesos de creación formado parte del aprendizaje del bailarín. Características que definen la identidad de los ballets rusos -que ahora celebran los 100 años de historia-.
"Prefiero el ballet ruso a la escuela de Londres. La tradición inglesa es mucho más académica, y los rusos son más románticos", comentó Marta de 17 años. Ella, que vive en Tarragona, tiene muy claro que si continúa dedicándose al ballet se tendrá que marchar al extranjero. "En España ahora está de moda la danza y para el ballet hay pocas ayudas, lo que lo convierte en algo caro y de élite", apuntó con preocupación la joven.
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"Parte del problema es que todo el mundo quiere ser moderno y lo clásico se ve como algo anticuado", añadió Carmina.
El Ballet de Moscú se ha ganado la fama por representar piezas clásicas con una belleza y fidelidad inigualables, no en vano el mítico Rudolf Nureyev eligió este ballet para realizar su última gira por Europa en 1991.
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Pero clásico no significa estático, al menos para Timur Fayziev. El bailarín y coreógrafo no deja de pensar en la evolución de su escuela. "El ballet clásico debe evolucionar con mucha delicadeza, con efectos sutiles que impresionen visualmente", aclaró con la mirada perdida. Tras un breve silencio añadió "no me parece una locura unir el ballet con algunos elementos del circo".
"¿Os imagináis que los cisnes pudieran salir del escenario volando?", preguntó para luego sostener que no dudará en colocar arneses a sus cisnes. Mientras lo afirmaba su semblante transmitía que la película del ballet clásico del futuro está muy nítida en su cabeza. Desde 1989 la compañía lleva 60 giras con más de 1.000 representaciones por todo el mundo, una experiencia que le avala el sueño.
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En opinión de Fayziev El lago de los cisnes es la mejor pieza para introducirse como espectador en el mundo del ballet y particularmente es una de sus favoritas. "Aunque el primer acto se representa igual en todo el mundo, ¡Todavía se pueden hacer tantas cosas con esta joya de Tchaikovsky!", exclamó entusiasmado, -aunque su puesta en escena es totalmente fiel a las representaciones más antiguas-.
Con vaqueros y a lo loco
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Las dos horas de clase transcurrieron sin que el tiempo alcanzara para que los alumnos soltaran la barra. Si alguno de los elásticos deseaba una lección más movidita se quedó con las ganas, pero en ninguno de ellso asomó nada parecido a la decepción. El sentido del humor y la humildad de Timur Fayziev conquistaron al grupo.
Si hubiese entrado alguien ajeno a la lección, tras ojear el escenario y encontrarse con la figura del padre del Ballet de Moscú, quizás lo hubieran confundido por un un técnico del teatro. A primera vista la camiseta, los vaqueros gastados y la sonrisa de hombre accesible son un camuflaje excelente. Pero quien tuvo, retuvo, y a pesar de no bailar desde hace 20 años, con un par de vueltas en el aire para enseñar una posición, demostró que su técnica sigue intacta. Y una vez repuesto de la pirueta bromeó sobre su época de primer bailarín en la Komiche Ópera de Berlín a finales de los setenta.
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Para terminar la clase abierta, Fayzev habló de la importancia que tienen los buenos profesores. "La magia del ballet se transmite de generación en generación y eso los rusos hemos sabido hacerlo", sentenció sin ocultar el orgullo que siente hacia su país. "Lástima que el Liceu no tenga su propia compañía", se quejó una de las alumnas muy crítica con la situación del ballet en España: "La base de todas las danzas está olvidada, aquí no hay cultura de ballet".
De recuerdo para todos una foto de familia y para Timur Fayzev un gran aplauso. Antes de abandonar el escenario el bailarín advirtió que "la magia del ballet puede ser tan contagiosa como la gripe".