La desaparición de Alex de la Iglesia
El director bilbaíno da una vuelta de tuerca con ‘Los crímenes de Oxford’, su homenaje a Hitchcock
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Hay unas cuantas cosas que quedaron claras durante la presentación ayer en Madrid de Los crímenes de Oxford: que a Alex de la Iglesia se le cae la baba y se le suben los colores con el reparto de su última película (John Hurt, Elijah Wood y Leonor Watling), que su inglés no ha mejorado sustancialmente durante las nueve semanas de rodaje en Oxford y que no está satisfecho con eso que dicen por ahí de que este filme signifique un volantazo sin retorno en su carrera. “No estoy cambiando de rumbo, pero quiero plantearme retos para poder disfrutar en la vida y haciendo cine”, dijo.
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Los crímenes de Oxford es otra cosa. Si bien de la Iglesia siempre había jugado con los géneros, había sido siempre corrompiéndolos desde la ironía (ésta una de las máximas de su estilo). Sin embargo, en esta adaptación de la novela homónima del argentino Guillermo Martínez, el director bilbaíno acata las normas del género (thriller de crímenes) y sigue el abecedario de quien para él no es un director, sino “una manera de vivir”: Alfred Hitchcock.
La acción estará más en los diálogos y en las fórmulas matemáticas (y filosóficas), que son la vía de desentrañar una verdad cuestionable. El director se pregunta: “¿Podemos tener alguna certeza?”. La ambigüedad del personaje de Hurt parece darle la respuesta. No. Y en todo caso, “todos somos un poco asesinos”, remató.
Pero Los crímenes de Oxford es también el campo de enfrentamiento de “dos formas antagónicas de vivir”: la del joven lleno de optimismo y la de aquel que sabe demasiado y que, por eso, ha querido apartarse de una vida que duele. Leonor Watling aparece como la seductora (y redondísima) pieza que abre la pregunta de si hay que pensar o vivir la vida . Y por otro lado, es la corroboración de que la película nos regala una de las parejas menos verosímiles del cine (Wood-Watling), después de Di Caprio-Winslet.
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La rueda de prensa fue una sucesión de halagos entre el elegantísimo John Hurt (gabardina negra, zapatos lustradísimos, sombrero), un Elijah Wood (o Elías como se oyó decir) sonriente y con esa eterna mirada de atónito y un Alex de la Iglesia pletórico. Menos Watling, que hizo poco más que meter la cabeza en el ancho pecho de la Iglesia (en un claro síntoma de papaosismo) y cuya única intervención fue un acto de consideración del director.
'Los crímenes de Oxford’, una cinta de referencias
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Menos intencional, pero cuanto menos curioso, es el hecho de que haya decidido volver a vestir a John Hurt de Guy Fawkes (como en V de Vendetta) en un juego que puede remitir a su fascinación por los cómics.