Cine "No hay nada peor que el hambre"
La película documental ‘Lucha de gigantes’ revela la agonía de millones de personas que pasan hambre en el mundo, mientras los países ricos desperdician la comida. Es un proyecto de Acción contra el Hambre, el productor Emilio Aragón y el director Hernán Zin.
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madrid,
“Cuando tienen hambre mis hijos, no lloran, solo se tiran al suelo y no hacen nada”. Es la desgarradora confesión de Kafaa Ahmad Hamad, una mujer siria de 41 años que viven con sus hijos en el campo de refugiados de Bekka Occidental, en Líbano, donde les cobran por el agua y el terreno que ocupan. Su situación es desesperada, viven al borde de la muerte. Y como la de ella, la realidad de millones de personas en el mundo. ¡Pasen y vean! Esto es el hambre.
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Testimonios de mujeres sobre todo, también de hombres, y de algunos niños que no tienen acceso a alimentos suficientes para subsistir en diferentes lugares del mundo, incluido nuestro país, componen un demoledor documento con el que el productor Emilio Aragón y el director Hernán Zin ponen voz y rostro a los gigantes que, en todos los lugares del mundo, luchan contra el hambre y sus consecuencias. Lucha de gigantes, la película documental, se ha realizado en colaboración con Acción contra el Hambre y con la participación de fotoperiodistas expertos.
Concebida a partir de la letra de la canción de Antonio Vega —Lucha de gigantes / En un mundo descomunal / Siento tu fragilidad / Me da miedo la enormidad donde nadie oye mi voz—, esta película es un filme incómodo, doloroso, violento, que no se detiene ante las atroces imágenes que “la forma más brutal de la pobreza” provoca en el mundo. Seres humanos de Níger, Líbano, Filipinas o Bangladesh muestran a la cámara la agonía de la miseria.
850 millones de personas pasan hambre
“Hoy producimos el 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse. Hoy se produce para vender”, afirma el catedrático José Esquinas en el documental, donde reivindica un consumo responsable. “Nosotros estamos desperdiciando una tercera parte de la producción mundial alimentaria. Tenemos que comprar con responsabilidad lo que vamos a usar y comprobando cómo está producido”.
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En España, el alimento que llega a nuestras mesas ha recorrido en muchas ocasiones distancias de hasta 2.500 kilómetros. Esquinas advierte de que hay que terminar con esto. “El carro de la compra debemos transformarlo pacíficamente en un carro de combate”, sentencia. Son palabras que llegan en un momento extremo, en el que 8.500 personas mueren cada día a causa del hambre en países en conflicto. La ONU ha cifrado en más de 820 millones las personas que pasan hambre en el mundo.
"Si no os da vergüenza..."
Mientras los occidentales vivimos preocupados por el exceso de peso, nos obsesionamos con dietas y ejercicio, y nos quejamos y ponemos mala cara por el ‘sacrificio’ que ello significa, millones de niños malnutridos sonríen hasta que pierden la fuerza para ello. “Si no nos da vergüenza, es que no sé quiénes somos”, dice el escritor y periodista Martín Caparrós en esta película, donde ofrece unos datos escalofriantes.
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“El hambre es la forma más brutal y más extrema de la pobreza. La forma de desigualdad más salvaje. Hay entre 800 y 900 millones de personas que no comen suficiente. 9 millones mueren de hambre todos los años. Hay 250 millones de personas que no comen suficiente en La India”. Y las causas de todo ello, según el autor del libro de investigación sobre el hambre en el mundo —El hambre, 2014—son muy variadas.
“Lo central —afirma el escritor argentino— es una forma de distribución global de la riqueza. Hay que producir alimentos para que todos coman”. Y, sobre todo, hay que conseguir, “nuestra mayor posibilidad de intervención”, que el hambre “nos importe y se convierta en un tema de Estado”.
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"Se da por vencido, sufre mucho"
Junto a Kafaa Ahmad Hamad —“Quiero hablar sobre el hambre porque es muy amarga. Cuando viene tu hijo te dice: quiero comer… Te lo digo, no hay nada peor que el hambre”—, en Lucha de gigantes otras personas se han grabado con un teléfono móvil que recibieron para este propósito, revelar al mundo el infierno del hambre. Zaheya, también refugiada siria, trabaja con sus hijos de sol a sol por apenas 6 euros al día; Madansir es un pequeño nigeriano de dos años que solo pesa seis kilos, sufre malnutrición severa, “no habla, se da por vencido, sufre mucho”; Rawatten Cawi vive con sus nueve hijos en un basurero en Filipinas, allí primero comen los pequeños y muchas veces a los mayores no les llega nada…
Sokhina escapó con sus niños de los militares en Myanmar y consiguió llegar al campo de refugiados rohingya de Kutupalong, en Bangladesh. Lleva diez años allí padeciendo hambre extrema —“¡En qué se ha convertido mi niño! Tiene heridas en las manos y los pies, está tan delgado”—; Amalia huyó también de la violencia de Isis en su pueblo, estaba embaraza de dos meses, habían asesinado a su marido, pero salvó a sus hijos, aunque ahora estos comen arroz con sal cuando tienen suerte.
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Son los gigantes a los que está dedicada esta película documental, que no ha olvidado reunir el testimonio también de algunos españoles, hombres y mujeres que buscan comida entre los alimentos que se tiran en los mercados o que tras quedarse en el paro tiene que acudir a los comedores de beneficencia.