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Cine mujer La lucha de la mujer se abre paso en Bollywood

Las últimas producciones del cine indio tratan de poner en relieve las situaciones de desigualdad que las mujeres viven en el país asiático.

Fotograma de la película 'Pintalabios bajo mi burka'

El cine, en muchas ocasiones, es un reflejo en pantalla de lo que ocurre en la vida. Pero en países como la India la censura está tan presente que habría que hablar de un reflejo translúcido. Y lo que no suprimen las autoridades, lo cercena una sociedad ultraconservadora que consigue que muchos temas ni siquiera aparezcan en los guiones.

Sin embargo, hay quienes se atreven a abordar esos asuntos que la ciudadanía convierte en polémicos. La violencia contra la mujer, su sumisión, su empoderamiento o su sexualidad, son tabúes que poco a poco se abren paso a través de una gran pantalla que ven cientos de millones de personas; un cine con perspectiva de género en uno de los países más peligrosos para ser mujer.

La película feminista Pintalabios bajo mi burka ha conseguido en 2017 llegar a las salas de toda la India después de que el órgano censor la prohibiese por “sus continuas escenas sexuales” y por “ser poco sensible hacia una parte de la sociedad”. La historia, de la directora Alankrita Shrivastava, gira en torno a cuatro mujeres que, en lugar de vivir atrapadas en un mundo donde sus deseos se chocan contra un muro, deciden romper ese muro. Una mujer que desea fugarse con su novio en vez de ser emparejada con un extraño, una joven musulmana que quiere ser cantante pop, una viuda que da rienda suelta a sus deseos sexuales a través de un romance telefónico y una esposa cansada de estar casada con un marido machista, dominante, que se niega a ponerse un condón.

Tras la decisión de un tribunal, la cinta independiente acabó exhibiéndose, eso sí, con pequeños cortes. “No puede haber ninguna prohibición a una película por estar orientada a las mujeres o contener fantasías sexuales”, concluyeron los jueces. La película ha ganado premios dentro y fuera de India.

Una temática similar se vio en La estación de las mujeres (2015), dirigida por Leena Yadav, que contaba la historia de varias indias enfrentadas a la cotidianidad de la vida rural en el país asiático: matrimonios infantiles, violaciones intrafamiliares, maridos alcohólicos o la marginación social por ser viuda, por ser estéril o por ser una bailarina de bar. Por cierto, una bailarina que es insultada durante el día por los mismos hombres que la ven bailar de noche.

Mujeres en la mayor industria cinematográfica

Con unos 1.300 estrenos y 3.000 millones de espectadores anuales, en India se encuentra la industria cinematográfica más grande del mundo: Bollywood, en Bombay, a la que se suman las producciones de Kollywood, en Tamil Nadu, o Tollywood, en Bengala. Aunque el predominio del hombre es evidente –como en todos los estudios de cine-, la India está ampliando su historial de películas centradas en mujeres que luchan contra las tradiciones y los valores machistas entre los que han nacido.

Mujeres que se rebelan contra una sociedad que las aplasta. Como en Chandni Bar (2001), que relata la fortaleza que tiene su protagonista, una huérfana que es violada por su tío y forzada a trabajar como bailarina de bar; o en Astitva (2000), una película que aborda cómo la sociedad las castiga más a ellas por algo que también han hecho ellos (en este caso, una infidelidad); o en Begum Jaan (2017), centrada en la inquebrantable dignidad de un grupo de prostitutas en un burdel en la época de la independencia india.

La rebelión más célebre es sin duda la de Phoolan Devi, que sufrió todos los abusos que se pueden sufrir. Siendo niña, fue casada con un hombre que le triplicaba la edad y que la maltrataba. Fue violada por la policía bajo custodia. Fue discriminada por ser de casta baja. Fue secuestrada, humillada y agredida sexualmente por un grupo de bandidos. Su vida fue una vida llena de vejaciones. Hasta que ella misma lideró una banda de salteadores y se cobró su venganza matando a sus violadores y a decenas de hombres de castas superiores. Se convirtió entonces en una leyenda entre las indias de castas bajas. Temida y amada al mismo tiempo. Su historia, completamente real, se llevó al cine en 1994 en la famosa La reina de los bandidos. Aunque era presentada como una heroína legendaria, ella siempre detestó la película.

Mujeres que escapan de la vida que les han impuesto. En Umbartha (1982) la protagonista decide salir de casa y explotar todas las capacidades que hasta entonces se le negaban, con el objetivo de cambiar la sociedad y ayudar a otras mujeres. Lajja (2001) es la historia de Vaidehi, una mujer que abandona una rutina doméstica en la que sólo es considerada esposa y madre. En su huida, se encontrará con otras mujeres que se enfrentan a sus respectivas realidades habituales: los matrimonios concertados, el confinamiento en casa, los intentos de violación, la dominación a través de los celos.

Mujeres que buscan justicia en un Sistema que las ignora. Nadie mató a Jessica (2011) trata el caso real de Jessica Lal, una modelo que fue asesinada en un restaurante de Delhi por el hijo de un influyente político. La película se centra en la incansable lucha de su hermana por llevar al asesino de Jessica a prisión.

Rajkumar Santoshi, el director de Lajja, llevó a la gran pantalla en 1993 la historia de Damini, una mujer que presencia cómo su cuñado viola a su empleada doméstica. Damini, decidida a denunciarlo, primero lucha contra su familia política, que encubre la agresión sexual, y después contra todo un aparato judicial que pone en problemas a quienes se atreven a denunciar las violaciones.

Según los últimos datos de la Oficina Nacional de Registro de Delitos (NCRB), el año pasado se produjeron en India 338.954 crímenes contra las mujeres, incluyendo 38.947 violaciones. Más de 2.000 fueron violaciones en grupo. Aunque existe la falsa sensación de que la violencia sexual se comete por desconocidos, en prácticamente todos los casos la víctima conocía al agresor: un amigo, un familiar, un compañero de estudios o de trabajo o un conocido del barrio. Un tercio de todos los delitos machistas que recoge la NCRB son casos de “crueldad del marido o sus familiares”.

Recientemente Human Rights Watch denunció que las indias violadas se siguen encontrando con muchos obstáculos y “humillaciones” si se atreven a denunciar las agresiones. “Hoy hay leyes y políticas más fuertes, pero queda mucho por hacer para garantizar que la policía, los médicos y los tribunales traten a las supervivientes con dignidad”, afirmó la directora de la organización en el sur de Asia, Meenakshi Ganguly, cuando HRW publicó su informe.

Esta indefensión se plasma en la película Mom, estrenada en 2017. El planteamiento inicial: una chica es violada en grupo después de una fiesta y abandonada en un desagüe. Los jueces tiran por tierra su defensa cuando se revela que estaba borracha, lo que les sirve para poner en duda su memoria. Entonces su madrastra, la protagonista, ya sólo buscará una cosa: venganza. Venganza a toda costa y hasta las últimas consecuencias. Venganza por un crimen sin resolver. Venganza tras perder la fe en el Sistema.

Los problemas de la mujer en India empiezan al nacer

Mujeres que están destinadas a un tormento de vida desde que nacen hasta que mueren. La cinta Matrubhoomi (2003) nos traslada a un pueblo indio donde sólo viven hombres porque llevan años practicando infanticidios femeninos para que no nazcan niñas. ¿Qué ocurre cuando una mujer aparece en la aldea? Que sufre todo tipo de brutalidades sexuales.

Aunque se desarrolla en una distopía, la película trata una cuestión real, actual en la India del siglo XXI, donde la discriminación de la mujer empieza desde el mismo nacimiento. Los padres ven a las niñas como una carga familiar porque no perpetuarán los privilegios familiares, se irán al hogar de su marido y no les cuidarán cuando sean ancianos. Esta mentalidad basada en la preferencia de género desemboca en la práctica ilegal de abortos selectivos, los conocidos feticidios femeninos.

En India se han abortado 12 millones de niñas en las últimas tres décadas. Hoy día, a pesar de que es ilegal saber el sexo del feto, los abortos femeninos son casi un 50% superior al de los masculinos. Y a eso hay que sumar los infanticidios una vez los bebés han nacido. Se calcula que cada año India “pierde” a dos millones y medio de niñas menores de seis años. Eso son casi 7.000 niñas al día. Es un “problema de vergüenza profunda”, en palabras del primer ministro, Narendra Modi.

El desprecio que nace en la cuna se mantiene durante las diferentes etapas de la vida de la mujer, que está socialmente obligada a ser madre y esposa. La exclusión social que viven las viudas en India queda retratada en las películas Water (2005) y Dor (2006), en las que se puede ver cuánto le cuesta a una mujer recuperar su identidad, su todo, tras perder al marido.

No obstante, el cine indio también se ha ocupado de mostrar cómo debería ser una mujer india ideal, modélica. La clásica Madre India, nominada al Oscar en 1957, protagonizada por una madre que hacía lo imposible por sacar adelante a su familia, fue aplaudida por quienes vieron en ese guión un símbolo del empoderamiento femenino y criticada por quienes entendieron que sólo repetía estereotipos de una buena madre, una buena mujer.

Mujeres que eligen el amor que quieren. Happy Bhag Jayegi (2016) se basa en las aventuras de una joven que huye con su novio secreto justo antes de su boda, un matrimonio arreglado por su familia con un hombre que no desea. Puede decirse que este argumento, en el que se enfrentan los deseos frente a las obligaciones familiares, es básico en las producciones de Bollywood.

No es tan común el guión de The Other Love Story (2016), una serie romántica sobre dos jóvenes lesbianas que se aman en un país donde las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales. Su directora, Roopa Rao, tuvo que recurrir a internet para conseguir financiación después de que varios productores se echaran atrás temiendo que sufrirían el estigma al que se enfrenta la comunidad gay en India.

Victorias del cine en Pakistán

En Pakistán, el país vecino, donde la industria cinematográfica es más pequeña y la censura más férrea, también se está abriendo paso un cine que refleja la terrible situación en la que se encuentra la mitad de su población. En estas producciones, generalmente independientes y a la sombra de Bollywood, las historias reflejan los diferentes aspectos de la crueldad masculina, vivencias similares a las que se sufren al otro lado de la frontera.

Dukhtar (2014), de la directora Afia Nathaniel, es la historia de una madre y una hija que huyen para evitar el matrimonio concertado que le espera a la pequeña con un líder tribal. Bol (2011) aborda la cuestión de la preferencia de género a través de la relación de unos padres conservadores, religiosos, y una hija transgénero.

Su director, Shoaib Mansoor, recientemente ha logrado una victoria significativa, después de que el órgano censor reculase y permitiese que llegara a los cines su última película, Verna, que trata las injusticias a las que se enfrenta la superviviente de una violación.

“En nuestra cultura, cuando una mujer es violada decimos que se le ha robado el honor. Pero si una mujer es violada a ella no le roban el honor, el honor lo pierde el violador por perpetrar ese crimen. La película refleja las dinámicas de poder y género que genera esta hipocresía”, afirmó Mahira Khan, la actriz protagonista, al diario The Guardian.

En un primer momento los censores entendieron que su contenido era inapropiado para la moral del país. La censura desató la polémica y nació una campaña –paralela al #metoo- para exigir que se distribuyese una película que las organizaciones de género consideran crucial para concienciar a la sociedad paquistaní de un problema real. La campaña fue un éxito y el filme ha arrasado en taquilla.

Un estudio de la Fundación Thomson Reuters de 2011 situaba a Pakistán entre los tres países más peligrosos para ser mujer (India es el cuarto, según esa lista). Se calcula que el 90% de las paquistaníes sufren violencia doméstica. Otro informe, en este caso de la Fundación Aurat, señaló que en 2014 se registraron 2.170 secuestros, 1.610 asesinatos y 1.515 violaciones. En otras palabras: seis mujeres secuestradas, cuatro asesinadas y cuatro violadas cada día.

En 2016, el oscarizado documental A girl in the river: the price of forgiveness rescató la atención de una lacra que vive este país asiático: los ‘crímenes de honor’, aquellos que se cometen contra quien ha provocado una afrenta a la familia o a los valores de la comunidad. Generalmente, estos castigos se imparten contra mujeres.

El documental de Sharmeen Obaid-Chinoy, que ya había ganado otro Oscar por un documental sobre los ataques con ácido a mujeres en su país, se basa en una joven disparada por su padre por haberse casado sin el permiso familiar, una afrenta terrible en la sociedad paquistaní. El hombre la abandonó en un río pensando que estaba muerta pero ella sobrevivió y le denunció ante la policía.

Cuando el ex primer ministro, Nawaz Sharif, vio el documental se emocionó como si acabase de descubrir esa terrible práctica y aseguró que tomaría medidas. Meses después, el parlamento paquistaní endurecía las leyes sobre este tipo de asesinatos y sobre las violaciones. La directora del filme reconoció sentirse “orgullosa” por haber aportado un granito de arena con su trabajo. El cine, su cine, había provocado un impacto real.

Un impacto como el que espera la protagonista de Verna, que explicaba así al diario británico la importancia de películas como la suya: “No es sólo sobre sexo o violaciones, es sobre una persona que tiene poder sobre otra y cómo la gente usa mal ese poder. El único camino para romper dinámicas de poder es cuando eres lo suficientemente valiente para hablar sobre ello”.

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