'El Caso', cuando el periodismo de sucesos convivía con la censura
La redacción heterogénea y los policías franquistas
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MADRID.- Años sesenta. Una pelea de boxeo. Un crimen que se está cometiendo. Un periodista. Un policía. Un cadáver en un abrevadero. Una chica mona que irrumpe en la escena del crimen cámara en mano. Así arranca El Caso. Crónica de un suceso, la nueva apuesta de TVE por la ficción española programada para conquistar el panorama seriéfilo español los martes, a partir de las 22:15 horas y desde hoy mismo.
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Esa España más oscura, de crímenes y delincuencia. El Caso cuenta la historia de una redacción de sucesos que se sumergía en los bajos fondos de la sociedad (con policías, chulos y prostitutas como fuentes principales de información) en busca de esa sórdida realidad que el resto silenciaba. Envuelta en cierto halo de mitificación –no hay que olvidar que el periodismo realizado por este semanario siempre ha sido definido por razones evidentes como amarillista y sensacionalista–, la de Plano a Plano es una serie de periodistas y policías que retrata un periodo histórico donde la homosexualidad era perseguida, la mujer había nacido para quedarse en casa y criar a los hijos, los policías sacaban las confesiones a golpes y el ‘ver, oír y callar’ era un estilo de vida.
'El Caso' es una serie de periodistas y policías que retrata un periodo histórico donde la homosexualidad era perseguida, la mujer había nacido para quedarse en casa y los policías sacaban las confesiones a golpes
Cuatro puntales que prometen dar mucho juego a la trama (ya se ve en el primer episodio que hoy emite TVE) y con los que desde la producción quieren captar tanto a jóvenes (a los que les resultará extraño que eso ocurriese hace no tanto) como a un público adulto. El centro neurálgico de la serie ideada por Fernando Guillén Cuervo se encuentra en una redacción tan heterogénea que traspasar sus puertas supone darse de bruces con un crisol de personajes en el que está representada, si no toda, casi toda la sociedad de entonces. Los protagonistas indiscutibles son Jesús Expósito (Fernando Guillén Cuervo) y Clara López (Verónica Sánchez). Él es un expolicía que se pasó al otro lado, el de los juntaletras, con un caso en su pasado que le persigue desde hace décadas. Ella, la hija de un hombre del régimen que intenta romper con el futuro que su padre ha diseñado para ella. Ha estudiado, es inteligente, atrevida y quiere cambiar España. No se conforma con quedarse en casa con el delantal puesto.
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La redacción heterogénea y los policías franquistas
No le será fácil, pero tendrá en Expósito un buen maestro y en el personaje de Margarita (Blanca Apilánez), un modelo a seguir. Un personaje que, como ha explicado la actriz que le da vida, es un homenaje a esas mujeres que tuvieron que vivir dos épocas muy difíciles. La guerra y la postguerra. Unas supervivientes que no se conformaron con lo que la sociedad les tenía preparado y lucharon por su independencia en un mundo tan masculino como el periodístico. La redacción la completan el boxeador (Gorka Lasaosa), el numerario del Opus Dei y ufólogo (Daniel Pérez), la secretaria de redacción (Teresa Hurtado de Ory), el yeyé (Ignacio Mateos) y, por su puesto, el director (Fernando Cayo). Eso en el bando de los periodistas.
El primer episodio tiene un ritmo acelerado, estética deslumbrante, asesinato impactante y declaración de intenciones
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En lo referente a los casos, habrá uno por capítulo, porque esta no deja de ser una serie procedimental. Sin embargo, otro más grande, el que obsesiona a Expósito desde hace años, se tocará a lo largo de los 13 capítulos y servirá para conocer más a un personaje del que en el piloto solo se ha podido ver la superficie. Ese primer episodio de ritmo acelerado, estética deslumbrante, asesinato impactante y declaración de intenciones, presenta sobre todo a Clara, pero poco a poco se irá conociendo al resto de protagonistas. Todos los casos están basados en hechos reales, en historias que fueron portada del semanario. Inspirados, que no ocurridos, para respetar a víctimas y familiares. No se busca elogiar el tono de las noticias que se contaban, en ocasiones algo sensacionalistas, sino su habilidad para sortear la censura.
Ambientación de cine negro
Esa redacción llena de humo, donde el teléfono y pisar la calle son las únicas formas de dar con la noticia, el sonido de la máquina de escribir era la banda sonora del día a día y la maquetación se hacía a mano
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Una de las mejores bazas de El Caso como serie, más allá de las historias que cuente y los personajes tan variados que posibilitan que el espectador busque entre ellos a su favorito, es la ambientación cuidada hasta el máximo detalle. Su idea, como explicaron en la presentación a los medios, es que fuese una serie que “entrase por los ojos”. Y, desde luego, lo hace. Esa redacción llena de humo, donde el teléfono y pisar la calle son las únicas formas de dar con la noticia, el sonido de la máquina de escribir era la banda sonora del día a día y la maquetación se hacía a mano, con tipómetro, lápiz y hojas en blanco es un canto a otro tiempo. Al periodismo de raza, que llaman los veteranos.