La Casa Encendida Arte para fugarse de lo real
La Casa Encendida inaugura la exposición Generación 2017, muestrario de la vanguardia más joven de nuestro país
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madrid, Actualizado:
Juego, magia, ciencia y escapismo. Esas parecen ser las claves del arte que viene o, según se mire, que ya es, pues muchos de los artistas que aquí nos ocupan —y que conforman la muestra Generación 2017 en La Casa Encendida— exponen a nivel internacional. “Subyace en ellos la idea de fugarse de lo real para encontrar otros mundos, instantes donde la razón deja de existir y se accede a ese lugar que nos invita a observar distraídos y embelesados, como mirando a las musarañas”, resume Ignacio Cabrero, comisario de la exposición.
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10 artistas, todos ellos por debajo de los 35, cuyos trabajos sirven de mapeo para cotejar los intereses y anhelos de una generación “juguetona” que transgrede lo establecido —la cultura institucional— con el recreo como pauta. Es el caso, por ejemplo, de la alcoyana Rosana Antolí (1981), cuya obra aborda el desasosiego existencial por medio de un puñado de péndulos de igual longitud en cuyo extremo pende un material diferente, una serie de masas en suspensión que corresponden a objetos cotidianos. "Cuando pienso en esta pieza en conjunto lo hago como si se tratara de una melodía musical donde cada objeto tiene un tono, una intensidad, un peso determinado y al combinarse todo eso parece cambiar y convertirse en otra cosa”, explica la autora.
La obra de Rubén Grilo (1981), por su parte, carece de peso, intensidad y demás magnitudes, de hecho tendrán que encomendarse a la buena fe de Grilo para saber que dicha obra existe ya que ni tan siquiera es visible a simple vista. Paredes, puertas y mobiliario —incluso otras piezas que forman parte de la muestra— cuentan con las huellas invisibles que Grilo ha tenido a bien ir diseminando por doquier. Unas huellas que, por cierto, no pertenecen a nadie sino que han sido fabricadas con un material sintético. El autor, presente junto a su ubicua y etérea obra, ha optado por una explicación de similares propiedades, por lo que los allí presentes nos hemos tenido que ceñir al libreto donde sí se explicitan las preocupaciones “centrales y constantes” de Grilo, a saber: “qué constituye el individuo y en qué tecnologías nos apoyamos para que esa individuación se materialice”.
El proyecto de Blanca Gracia (1989) afortunadamente sí que se percibe a través de los sentidos. “Busco, entre otras cosas, desglosar la morfología del cuento infantil, un cuento que tradicionalmente ha funcionado como dispensador de instrucciones sobre cómo debemos comportarnos”, explica Gracia, la artista más joven del recorrido. Para ello, sitúa lo cotidiano en espacios fantasiosos ajenos a la realidad e incorpora en ellos personajes procedentes de utopías pasadas. Lo hace por medio de acuarelas y dibujos diversos en los que mezcla mitologías varias con cultura pop.
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Y quizá la aportación más explícitamente comprometida —al menos con lo político— de la muestra corre a cargo de David Crespo (1984) con su Juego de la Hiena, pieza con la que a través del juego con las perspectivas pone en cuestión las normas establecidas. Europa y su mirada al continente africano y viceversa forman parte de las preocupaciones de este artista leonés, que se sirve de la ironía y la colisión de sentidos para evidenciar la atomización de las sociedades.
Completan el recorrido los artistas June Crespo (Pamplona, 1982), Diego Delas (Aranda del Duero, 1983), Carlos Fernández-Pello (Madrid, 1985), Mirian Garrido (Asturias, 1984), Lorenzo Sandoval (Madrid, 1980) y Fito Conesa (Cartagena, 1980).