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MADRID.- “Ca un ye ca un, y ca dos una piragüa”. El músico asturiano Pablo García (Gijón, 1984), aka Pablo Und Destruktion, echa mano del refranero popular asturianu para reivindicar el absurdo y el desvarío que, le guste o no, lleva de fábrica. Desde que se autoeditara Animal con parachoques (2012), le han llovido etiquetas de las que se escabulle como puede y se vanagloria después. “Primero me pusieron folclorista, luego cantautor político de mala ostia, y por último cantautor romántico. Tengo muchas caras y cambio en función de las circunstancias, como todo hijo de vecino, lo que quiero es tener una libertad creativa”.
Presenta Vigorexia emocional (Marxophone, 2015), nuevo volantazo tras su aclamado Sangrín (Discos Humeantes, 2014), trabajo que, a su vez, supuso otra vuelta de tuerca a la astursicodelia —la etiqueta es del artista— que le vio nacer en Animal con parachoques. “Para facilitar el eslogan se reduce a las personas a clichés y eso es un atentado contra la libertad creativa”, remacha este asturiano de fino bigotillo inglés y mirada inquisitiva.
Si algo une, por tanto, su trayectoria, es esa capacidad para la evasión que le convierte en un artista en permanente tránsito, esquivo como pocos, que anda a tientas pero fiel a una biografía a salto de mata entre Xixón, Madrid y Berlín. “Intento hablar de la experiencia vital como forma de aprendizaje, que creo que es la forma más válida y la que nos iguala a todos. A fin de cuentas, es la experiencia lo que forma tu espíritu y lo que te permite actuar con cierta dignidad”.
Compromiso político o pose
Con mayor frecuencia de lo deseado, el indie patrio flirtea en sus tonadas con referencias algo pueriles a la situación de crisis que vivimos. Un repentino despertar a la cotidianidad que el astur entiende caprichoso y profundamente oportunista. “El problema es que las canciones que perpetran son lamentables y manchan el nombre de la canción política. Para mí la música es sagrada y la política hasta cierto punto también, entonces esto es sacrilegio, así de sencillo, me revuelve y me crea un rechazo de la ostia”.
Un desdén que hace extensible a las viejas glorias del llamado Xixón Sound, escena “hermética y jerarquizada”, cuyos integrantes el autor tilda de “niños pijos con ínfulas de superioridad” por el simple hecho de tener un grupo. “Algunos de ellos tuvieron mucha suerte y con apenas 20 años estaban tocando para audiencias considerables, hasta el punto de que se podían plantear vivir de la música y dejaban de ser unos mierdas que tenían que ir a trabajar a la feria de muestras”.
Fobias aparte, las canciones de Pablo Und Destruktion abordan lo político no como un mero guiño, sino como el sustrato de todo un imaginario afilado y psicótico. “Intento hablar de política de la misma forma que hablo del amor, de la muerte o la enfermedad. El amor, sin ir más lejos, está reflejando en multitud de ocasiones la macropolítica de una forma íntima”.
Turisteo rupestre o culto a la tierra
Sus vídeos, plagados de autoparodia y distancia irónica, muestran a un tipejo desgarbado en el monte improvisando torpes zapateados mongoloides. Una suerte de boutade campestre que algún malintencionado podría catalogar de turisteo hipster-bucólico. “Entiendo Youtube como una parodia de la realidad, la peor forma de acercarte a la realidad que hay en el mundo, por eso trato de subir vídeos pretendidamente ridículos”.
"No se trata de acercarse a la gaita y el tambor como si fuera lo máximo de la cultura asturiana, que no lo es"
Veleidades multimedia al margen, el asturiano cierra filas y se distancia de la habitual idealización posmoderna del pasado. “Los ‘new traditionals’, el Estado Islámico, los patriotas estadounidenses y la cultura hipster remiten constantemente a ideas del pasado, convirtiéndolas en utopía y revisitándolas, en realidad esto responde a las carencias espirituales de nuestra sociedad, así como a la falta de estabilidad social para construir relaciones de amistad”.
En este sentido, el acercamiento al mundo rural del autor se produce con ciertas reservas. “No se trata de acercarse a la gaita y el tambor como si fuera lo máximo de la cultura asturiana, que ni lo es ni lo será, sino más bien de tener un poco de respeto por los ancestros, rendir algo de culto a ese pasado sin forzar la maquinaria o idealizarlo”.
“El folclore tiene una esencia que se puede trasladar a toda la humanidad, por eso se parece tanto incluso en distintos continentes. Creo que el folclore contiene una esencia humana, así como una esencia política que no me gusta intelectualizar ni llenarla de parafernalia de partido, eslóganes o literatura, y que es la del apoyo mutuo y la capacidad de compasión”.
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