La belleza de la obra inútil
A lo largo y ancho de España, el despilfarro público se manifiesta en obras sin sentido, pero caras
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El mundo de las administraciones está lleno de misterios y sorpresas. Como es sabido, esas administraciones tratan de perpetuarse en la memoria de los ciudadanos y para ello nada mejor que las obras llamadas públicas. Eso no son palabras que lleva el viento, sino piedra, cemento y acero sobre los cuales es posible e incluso necesario colocar una placa.
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Incluso aunque no estén ni siquiera comenzadas. El catálogo de dislates y generosidad administrativa podría ocupar un libro lleno de ejemplos. Público ha buscado y ofrece algunas de las Obras Inútiles y Absurdas más delirantes.
Estadio sin olímpico
El estadio Olímpico de Sevilla es el gran ejemplo de una obra faraónica, a la que los distintos gobiernos de la ciudad no han sabido darle uso, informa Raúl Bocanegra. Concebido a mediados de los 90, cuando Sevilla fue designada sede de los Campeonatos del Mundo de atletismo, la extraordinaria obra de los arquitectos Antonio Cruz y Antonio Ortiz fue utilizada como símbolo de las aspiraciones olímpicas del entonces líder andalucista Alejandro Rojas Marcos, a las que se sumaron los sucesivos gobiernos locales y la propia Junta de Andalucía.
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Desde que en 1999 albergó el Mundial, sólo se ha llenado dos veces: por dos conciertos de uno de los primeros triunfitos (Bisbal, Rosa, Chenoa) y por Héroes del Silencio. Y las aspiraciones de que albergase al Sevilla y al Betis se enterraron definitivamente en 2003, cuando el Ayuntamiento firmó sendos convenios con los clubes para recalificar los terrenos adyacentes a sus estadios.
El campo, de categoría cinco estrellas, costó 130 millones de euros, cuando se había presupuestado en 81, y ha lastrado hasta este año los presupuestos de la Consejería andaluza de Deporte y del Ayuntamiento de Sevilla. En 2007, obtuvo beneficios de explotación de nada menos que de 100.000 euros y facturó 1,5 millones, según datos provisionales
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Dique a la nada
Bilbao tampoco escapa de las grandes obras fracasadas, si bien su invención se remonta a los años 70 y 80. Uno de los fiascos más sonados fue la ampliación del superpuerto, que en su proyecto original contemplaba cerrar casi por completo El Abra con los diques de Punta Lucero y Punta Galea, informa Guillermo Malaina. El primero se hizo, pero del segundo hoy sólo queda una especie de mojón en medio del mar.
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Un temporal de 1976, con olas de cerca de 20 metros de altura, provocó graves destrozos en ambos muelles y obligó a revisar el proyecto. El resultado fue la paralización definitiva del dique de Punta Galea. No hay mal que por bien no venga. Porque la construcción de ese segundo muelle, de tres kilómetros de longitud, hubiera supuesto la desaparición de las playas de Ereaga y Arrigunaga, que hoy disfrutan miles de personas durante el verano. Lo que aún está en pie es la central nuclear de Lemoiz, otro proyecto faraónico de aquella época que cayó en un muy conflictivo saco roto.
La Feria Internacional de Galicia costó 10.000 millones de las pesetas de 1991 y nació para convertir a Galicia en una referencia mundial de los eventos feriales agrícolas y ganaderos, según narra Pancho Tristán. El tiempo hizo su trabajo y el recinto alcanzará la edad de los que pueden votar sumido en el vacío.En sus 428.000 metros cuadrados, cabrían los campos de juego de todos los estadios de Primera y Segunda división de España. Ése es el dato grande: el tamaño. El dato crítico es el que se refiere a la ocupación: sólo tiene programados 7 días de ocupación para 2008.
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En 2007, hubo allí 11 actividades durante 11 días. En el recinto, hay un auditorio para 700 personas, un restaurante en el que caben 4.500 comensales y 35.000 metros cuadrados de instalaciones cubiertas (en fútbol, como tres campos).
Un mástil para la eternidad
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“La nuestra es tan grande que hasta los que no la quieran ver se la van a tener que tragar”. Con estas palabras, el anterior presidente del Cabildo de Gran Canaria y actual vicepresidente del Ejecutivo autónomo, José Manuel Soria, rechazaba las críticas que recibió al destinar 360.000 euros a la colocación de una bandera como homenaje a la Isla, escribe Paz Bernal.El mediodía del 30 de septiembre de 2006, el también presidente del PP de Canarias izó en un parque junto a la Avenida Marítima de la capital grancanaria, una bandera de 300 metros cuadrados en un mástil de 65 metros, de la que, en la actualidad, sólo queda el soporte.
La bandera, colocada “para orgullo de los grancanarios”, se cayó dos veces y tuvo el mantenimiento más caro de todas las habidas en la Isla.
La Comunidad Valenciana no podía escapar a esta plaga y los ejemplos abundan. Ahí está la delirante rehabilitación del Teatro Romano de Sagunto, al que han dejado más bonito que un San Luis a base de robarle buena parte de su valor histórico y arqueológico.
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Para completar el despilfarro, se ha propuesto devolver la ruina a su estado original, de nuevo en contra de la opinión de cualquier profesional en esas materias.
Rehabilita y oculta
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Madrid, aún recuperándose de la M-30, tiene una pequeña joya del absurdo. La estación Príncipe Pío fue restaurada hace años con sumo cuidado y convertida en un lugar agradable entre centro comercial e inmenso invernadero.
Por desgracia, el nuevo intercambiador de metal y cristal que forma parte del rediseño de la plaza delantera se carga por completo la vista de la estación. Según parece, estos intercambiadores están normalizados y no pueden adaptarse a las características urbanísticas de su entorno.