El arte está en los números
El Reina Sofía recorre la obra de Elena Asins, basada en la programación y las matemáticas
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Elena Asins pasea delante de sus obras como una espectadora más, desapercibida en su delgadez casi invisible, pero con la mirada despierta. "Esas obras de ahí son de hace mucho tiempo, ¿qué quieres que te cuente? A mí ya no me dicen nada", suelta en mitad de la imponente sala del Museo Reina Sofía de Madrid donde cuelga una treintena de los trabajos de su primera época. "Para su tiempo sí que eran avanzados", aclara.
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La artista española, pionera en el trabajo con ordenadores a finales de los sesenta, protagoniza una amplia exposición (la más completa que se ha hecho de su obra hasta el momento) que el director de la institución, Manuel Borja-Villel, califica como "un acto de justicia". "Se trata de una de las figuras más singulares y consistentes del arte español. Su carrera no tiene altibajos", opina Borja-Villel.
La invisibilidad histórica de Elena Asins es producto de un tenaz posicionamiento creativo (ella no lo llama artístico) que ha evitado concesiones al mercado o a la sociedad. Su trabajo es plástico y no lo es: son obras mentales, no-objetos, que están fuera y al mismo tiempo dentro del espectador. Como Agujero negro: un enorme cofre de madera en mitad de una habitación sumida en una casi completa oscuridad, que obliga al visitante a desplazarse en contacto con la superficie de la obra.
Dice Borja-Villel que "el espectador nunca es alguien pasivo" ante las obras de Asins, porque "no es mecanicista ni positivista, sino que busca la experiencia personal". La obra de Asins tiene algo de performativa: no es cerrada, se desarrolla en el tiempo y se va alimentando, como parte de un proceso sin fin, a lo largo de toda su carrera.
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Sus inicios artísticos están asociados al Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió lenguajes informáticos que le permitían un manejo más complejo de imágenes, ideas y palabras. "Comprobé todas las posibilidades que tenía. Desde entonces tomé el ordenador para mi trabajo, que es informático en su totalidad", explica Asins.
La exposición se abre con esta frase de Pitágoras: "Cultivad la ciencia de los números, porque nuestros crímenes no son más que errores de cálculo". La obra de Asins, asentada en la matemática y el cálculo, busca la trascendencia de lo humano a partir del trabajo con las ideas y la razón. "Mi ideal es un mundo perfecto, lo que yo llamo el Reino de Dios. Esto que vivimos no es la realidad, es un sueño. Lo cotidiano no es lo importante, sino lo que lo trasciende, como por ejemplo las matemáticas. En sí, son un todo, un mundo aparte", explica Asins, que en la actualidad está estudiando Teología.
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Asins no busca la emoción. Si acaso, la quiere eliminar. Su trabajo no trata de pasiones, sino de ideas. "Yo no elijo material, trabajo en papel o me quedo en la idea", dice. "¿Cómo elijo la idea?", se pregunta: "Matemáticamente, empecé a hacer números y creé mi propio lenguaje matemático, al que siempre he sido fiel".
La exposición es un recorrido cronológico por toda su trayectoria, que empieza con sus danzas de líneas y termina con sus últimos vídeos. No ha habido discontinuidad en su trabajo, consagrado en su totalidad al estudio del espacio y la geometría desde una óptica puramente experimental. El material de trabajo, en un segundo plano, la llevó de la madera y el nailon a las cintas dymo, el papel plegado o el metal.
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La plasmación plástica del ideal a partir de la experiencia informática la llevarán, a finales de los ochenta, a realizar obras inspiradas en motivos religiosos y filosóficos de la Biblia y de Wittgenstein, del que toma un principio: "Mi ideal es una cierta indiferencia".
Elena Asins abre la puerta a un mundo que ha creado su propia mente. Como ella misma dice, "no sé si en el futuro me recordarán o no, eso me es indiferente, lo importante es que lo que he hecho lo he hecho yo".