Amelia Valcárcel: “La misoginia es una constante de nuestra cultura”
Considerada filósofa del feminismo y la igualdad, la catedrática de Filosofía Moral y Política cree que el problema más grave para la mujer es que “la mayor parte del poder está en manos masculinas que se resisten, incluso de manera violenta, a compartirlo”.
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“Si hay una idea ilustrada, esta es la de la igualdad” Amelia Valcárcel. Derecho al mal .
Carlos Fernández Liria. Educación para la Ciudadanía
“Los territorios que impliquen poder, sea el que sea, incluido el de la auctoritas, son territorios difíciles de ocupar donde sólo viven sobrevivientes. Una fortísima selección ha sido ejercida; un raleo terrible del talento femenino. Y esto es uno de mis graves problemas epistemológicos: ¿dónde empieza, dónde se produce el corte de tijera? Es una cuestión de microfísica: de acciones menudas que mantienen un poder. Pedirle a un ser humano que no se disuada ante las circunstancias adversas y que no lo haga día tras día, sobrecargarle de mil maneras y que no tenga a quien pedir apoyo… es mucho pedir. Todas las mujeres, en cualquier parte, somos sobrevivientes. Todas. Estamos todo el rato tocando terra incognita. Y venimos sin autorización”.
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A pesar de su apellido de alta alcurnia, confiesa que no conoció familia “en la que ser mujer no tuviera importancia, en la que el peso de la tradición no mandara en la vida de la gente”. Y ella, que con ocho años leía a la luz de las velas lo que cazara –“y cazar un libro era deporte de alto riesgo, se ríe”- también sufrió la ‘microfísica’ de las acciones menudas, “porque, por extraño que nos parezca, entonces no estaba bien que una niña tuviera afición a la lectura”.
“Todas las mujeres, en cualquier parte, somos sobrevivientes. Estamos todo el rato tocando terra incognita. Y venimos sin autorización”
Hace una pausa en el relato para pedir una tónica al camarero del Hotel Ritz en el que se aloja, “en calidad de vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado, no te vayas a creer”, vuelve a justificarse. Y comienza a sonar en el lobby el Duo des fleurs de Lackmé: “Mira, anoche lo colgué en mi face para serenar los ánimos”, dice burlona de la red social y de la noche del 26-J la Catedrática de Filosofía Moral y Política.
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En 2006, Amelia Valcárcel se convirtió en la segunda mujer, tras Josefina Gómez Mendoza, en tomar asiento en el Consejo de Estado. Antes, en el 93, fue Consejera de Educación, Cultura, Deportes y Juventud del Principado de Asturias. Investigadora política (en Hégel y la ética) y política practicante pues, se atreve a decir que “la democracia en sí es una escuela de ética porque obliga a respetar las idea de igualdad y libertad, como el suelo común en el que nos movemos. Por lo general, en cualquier democracia, incluso en una muy mala, hay más ética que en una autocracia, por muy bondadosa que sea. Lo que no quiere decir que en democracia no prospere la gente que no tiene vergüenza.”
“No son buenos los tiempos que estamos viviendo”, añade. “Lo que Aristófanes denunciaba hace más de 2000 años -que la democracia es un territorio pintiparado para la gente que no tiene vergüenza- se ha convertido en un paisaje corriente. No pensemos nunca que la democracia es como un añoso árbol que tiene tales raíces que nada lo ataca. Es muy frágil. Ahora hay una gran rebelión contra las élites… ¡mire el Brexit!, exclama. “Todo gobernante sabe que lo mejor que puede hacer es no convocar un referéndum sobre nada porque la gente va a votar justo lo contrario de aquello en lo que el Estado está interesado que salga”
“No pensemos nunca que la democracia es como un añoso árbol que tiene tales raíces que nada lo ataca. Es muy frágil”
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Considera la catedrática de Filosofía Moral y Política que ambos conceptos tienen una relación muy tensa. “Además sucede que siempre destaca la gente que se porta mal, que tampoco es toda. Recuerda usted aquello de ‘¿cuántos justos son necesarios para que se mantenga la ciudad?’. Son necesarios demasiados justos, y aquí, por muy mal que estemos, nunca hemos estado berlusconizados”. Aparecen en su cabeza “aquellas fotos asquerosas de las belline , las mirabas y olían, aquello llevó a Italia a una sima de guarrería moral muy grande”. Y concluye que ese estándar no podría darse en España, creooooo”. Y prolonga la ‘o’ final, mientras en un salón anexo del Ritz un grupo de italianos grita el gol de Chiellini que no paró De Gea. ¡De Gea!. Amelia repite el “creoooo”.
Ella intuye la respuesta: “quizás porque lo que desean es el fantasma de la sumisión. Aquello de ‘cuanto más libre te veo, más atada te deseo’. En el fondo hay un rechazo tremendo por parte de algunos varones a los que, como tituló Stieg Larsson sus novelas, no les gustan las mujeres”.
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“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo”. Amelia Valcárcel. La política de las mujeres .
Carlos Fernández Liria. Educación para la Ciudadanía
PENSADORES DEL 21