‘Adiós Carmen’, primera película en rifeño, arrasa en el III Festival de cine de Nador
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La fecunda memoria común hispano-marroquí ha cobrado vida de nuevo en la tercera edición del Festival de Cine de Nador que se celebró la semana pasada, al proclamar como gran triunfador al primer largometraje producido en el Rif, titulado Adiós Carmen. No en vano este certamen internacional que se apellida de "cine y memoria común" pretende establecer y reforzar los lazos de unión de la problemática de los derechos humanos y la justicia transicional en todos los países del Mediterráneo, de norte a sur y de este a oeste, con especial atención a España.
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La gala de clausura del festival, celebrada en el Centro Cultural de Nador -una ciudad con más de 200.000 habitantes que carece de cines-, fue una auténtica explosión de entusiasmo y de orgullo rifeño, ya que la ópera prima del realizador local Mohammed Amin Benamraoui es también la primera película rodada en el tradicional idioma de la región, el tamazigh. El argumento se basa en parte en la experiencia vital del propio director, que siendo niño se aficionó al cine gracias a un personaje real, Carmen, una española exiliada que trabajaba como taquillera del cine de un pueblo cercano a Nador.
La ambientación en torno a una vieja sala de cine recuerda en cierto modo a Cinema Paradiso. Pero el argumento ahonda en una época posterior al Protectorado español de un Marruecos a donde se encaminaron muchos españoles en busca de oportunidades y de la libertad que les negaba la dictadura franquista, hasta que en 1975, el año de la muerte de Franco y de la fuerte tensión diplomática por la Marcha Verde marroquí sobre el viejo Sáhara español, lleva a muchos españoles -a caballo hasta entonces entre la emigración y el exilio- a plantearse su regreso a España. La protagonista Carmen -encarnada por la actriz Paulina Gálvez- es una de ellos, pero tiene un problema: ha adoptado a un niño rifeño huérfano de padre y al que su madre había abandonado.
Una de tantas historias humanas derivadas de la relación histórica entre españoles y marroquíes, que en este caso es llevada al cine desde la perspectiva de nuestros vecinos de la orilla sur mediterránea, a donde los españoles vuelven a dirigirse ahora, con la crisis del capitalismo occidental, en busca de nuevas oportunidades de negocio. Un tránsito cíclico de ida y vuelta.
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El Festival Internacional de Cine de Nador no ha parado de crecer en cuanto a proyección internacional, lo que ha ido parejo a un constante incremento del presupuesto que de los 15.000 euros de la primera edición de 2012, pasó a 160.000 de la segunda de 2013 y a los 250.000 euros de la que acaba de celebrarse este año, con creeiente financiación privada. Y eso se nota en mejoras tan básicas como los asientos anclados a una superficie escalonada y enmoquetada que facilita el visionado, la instalación de aire acondicionado para evitar que corra el fresco entreabriendo ventanas y cortinas como antes, etc.
El ex ministro de Cultura, Mohammed Acchaari, en el centro con gafas claras, criticó los intentos islamistas de censurar la creatividad artística
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Pese a su corta trayectoria, el certamen se ha convertido "en uno de los cinco grandes eventos cinematográficos de Marruecos, codeándose con los de Marrakech y Tánger", como asegura satisfecho su director Abdesslam Boutayeb -antiguo represaliado político por Hassan II y ahora militante destacado del Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM), promovido hace seis años desde el entorno del actual monarca alauí Mohamed VI-, quien asimismo preside el Centro de la Memoria Común por la Democracia y la Paz, promotor del certamen.
Las disputas políticas en clave interna marroquí afectan de lleno a este festival que pretende consolidarse como referente de la defensa de los derechos humanos, la laicidad y la modernidad. Si hace un año hubo protestas de sectores islamistas por la proyección de alguna película que reivindicaba la memoria de los judíos marroquíes, este año los dos principales partidos -el conservador Istiklal y el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), principal minoría mayoritaria que sustenta al Gobierno de coalición- demandaron sin éxito al ministro del Interior que impidiera la celebración del festival tan sólo horas después de su inauguración, según fuentes próximas a la organización.
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Y todo por un incidente sobre la alfombra roja de acceso sucedido durante la inauguración y captado por el equipo de Canal Sur Televisión enviado a Nador. Cuando se disponían a acceder a la escalinata del Centro Cultural de Nador, dos cineastas españoles -Carlos Iglesias, que presentaba a concurso su nueva película Dos francos, 40 pesetas, y el miembro del jurado José Sánchez Montes- fueron increpados y acusados de pro-polisarios por un reducido grupo de personas envueltas en banderas marroquíes por entender que en alguna ocasión habían asistido al festival de cine saharaui en los campos de refugiados en Tinduf (Argelia).
El grupo trasladó su protesta al escenario y al final el director Boutayeb desactivó la protesta envolviéndose también en la bandera marroquí. Así quedó escenificada ante una gran concentración de medios de comunicación la marroquinidad del antiguo Sáhara español, que en Marruecos es tan incuestionable como la propia monarquía.
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La cuestión latente y plenamente actual de la libertad de expresión cultural en Marruecos ocupó también buena parte del debate de la mesa redonda que precedió a la sesión de clausura del certamen, ya que varios de los intervinientes, en especial en el poeta y ex ministro de Cultura Mohammed Achaari -también presidente del jurado- criticaron los intentos institucionales islamistas de censurar la creatividad artística del cine con el objetivo eufemístico de lograr una "cultura limpia" y defendieron el derecho de libre acceso a Internet y a las redes sociales.
El presidente del Sindicato Egipcio de Artistas, el veterano actor Samih Assriti, tras explicar el largo proceso de luces y sombras experimentado en su país en torno a la creatividad artística, reivindicó como ejemplar el marco de libertad y laicidad que regía hace más de 40 años durante la larga etapa de gobierno del presidente Násser.
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Y volviendo para terminar al cine sin aditamentos políticos, una novedad en las actividades paralelas de este certamen al que concurrieron once largometrajes y otros tantos documentales -ganó en esta sección Al borde del mundo, una visión estética y realista de los pobres sin hogar en París, del francés Claus Drexel-: decenas de jóvenes rifeños de esta gran ciudad sin salas de proyección se aproximaron a las diferentes facetas del oficio del celuloide en talleres de cine, siendo seleccionado un puñado de ellos para viajar a Egipto, becados por el Sindicato de Artistas, para recibir una formación más completa como actores, cámaras, montadores, etc. Todo un ejercicio de solidaridad regional en el Mediterráneo sur.