Viaje al manto de la Tierra
Un grupo de científicos quiere atravesar por primera vez en la historia la corteza terrestre // El objetivo, bajo cuatro kilómetros de agua y seis de roca, se alcanzaría en 2025
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El 23 de marzo de 1961, poco después de que los Beatles tocaran por primera vez en Liverpool, el novelista estadounidense John Steinbeck zarpaba desde San Diego rumbo a uno de los mayores desafíos de la historia de la ciencia. Steinbeck, que ya había triunfado con Al este del edén y Las uvas de la ira, se había colado como reportero de la revista Life en el CUSS I, un enorme barco que partía "con el balanceo de un pato" con la misión de pararse a 250 kilómetros de California, quedarse allí congelado como si navegase sobre cemento, superar 3.800 metros de agua, llegar al fondo marino con una cabeza perforadora y rascar.
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Los habitantes de la cercana isla de Guadalupe, un grupo de transmisiones por radio del Ejército mexicano, comenzaron en seguida a difundir rumores: "Sospechan que estamos extrayendo diamantes, reconociendo el terreno para construir plataformas de misiles o buscando un tesoro de un naufragio. Todavía no han encontrado una manera de vincularnos a algo relacionado con el sexo, pero lo harán", escribió Steinbeck. Sin embargo, el proyecto, bautizado Mohole, era únicamente el primer intento humano de llegar a la segunda capa de la Tierra, el manto. Y fracasó.
Sólo el barco japonés Chikyu' ha costado unos 650 millones de dólares
Medio siglo exacto después de aquella aventura, un grupo de científicos quiere volver a intentarlo. El ser humano ha recorrido 400.000 kilómetros por el espacio hacia la Luna, ha paseado por su superficie y ha traído de vuelta a la Tierra rocas lunares, casi sin despeinarse. Sin embargo, nuestra especie ha sido incapaz hasta la fecha de obtener una muestra directa del manto terrestre. Si la bola de rocas que forma el cogollo del planeta fuera un postre, el manto sería una capa de bizcocho de diez centímetros, y la corteza, lo que pisamos, sería una finísima capa de azúcar de un milímetro. El ser humano no ha conseguido agujerear esta cascarilla, llegar al bizcocho y ver directamente qué hay allí abajo, a tan sólo 30 kilómetros bajo nuestros pies.
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"Llegar al manto quizá sea más difícil que llegar a la Luna", admiten hoy en la revista Nature los dos impulsores del nuevo viaje al manto de la Tierra, el británico Damon Teagle y el francés Benoît Ildefonse. Su plan es muy sencillo: llegar en barco a algún punto del Pacífico entre Centroamérica y Hawai, formar una cadena de tubos de perforación de 4.000 metros hasta el suelo oceánico y allí comenzar a perforar otros 6.000 metros hasta llegar al manto. El primer problema es que la tecnología para hacer este orificio no existe. El camino hacia las entrañas de la Tierra arde a 300 grados y aplasta con una presión de 2 kilobares, 2.000 veces el nivel que sufre una persona que pasea por la playa. Y el segundo obstáculo es que los científicos, de momento, no tienen dinero para emprender esta epopeya hacia el manto.
"Calculamos que podríamos completar la perforación en 2025", explica optimista Benoît Ildefonse, de la Universidad de Montpellier, "si podemos encontrar financiación". Su idea es perfeccionar la tecnología durante diez años, empezar el agujero alrededor de 2020 y acabarlo cinco años después. Entonces, los científicos traspasarían una de las últimas fronteras vírgenes de la Tierra, la discontinuidad de Mohorovicic, que separa la corteza y el manto. El comienzo del núcleo del planeta, al que llegó el profesor Otto Lidenbrock en Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, está mucho más abajo, a 2.900 kilómetros de profundidad.
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Un geofísico español escogerá el lugar para perforar, en el océano Pacífico
¿Y de dónde saldrá la financiación? "No puedo responder a esa pregunta", admite Ildefonse. "Será mucho dinero, seguro, pero todavía no hemos calculado el coste, es demasiado pronto", añade. Sólo el buque oceanográfico japonés que pretenden emplear, el Chikyu, costó unos 650 millones de dólares. El próximo 13 de abril zarparán en otro barco más básico, el JOIDES Resolution, para ahondar 400 metros más un agujero ya elaborado de 1,5 kilómetros frente al litoral de Costa Rica y extraer la roca más profunda jamás sacada de debajo del lecho marino. Será un paso más hacia el manto, pero se quedarán muy lejos, a 3,5 kilómetros de distancia.
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La hucha del proyecto está en manos del Programa Integrado de Perforaciones Científicas Oceánicas (IODP), en el que participan 27 países. España, a través del Ministerio de Ciencia, pone 540.000 euros cada año hasta 2013 en este programa, que indaga en la historia y la estructura de la Tierra. "La financiación requerida para el Mohole podría exceder la capacidad del IODP, en cuyo caso tendremos que buscar dinero adicional fuera, en la industria, por ejemplo", explica el francés.
El trabajo de los científicos es muy diferente al de las petroleras, pero emplean prácticamente las mismas herramientas. De hecho, el barco al que subió Steinbeck, el CUSS I, estaba bautizado con las iniciales de las petroleras que lo construyeron: Continental, Union, Shell y Superior. Sin embargo, los pozos de hidrocarburos se perforan mucho más cerca de la costa, en acumulaciones de sedimentos donde se esconden el gas y el petróleo. Es relativamente fácil. Los científicos de Mohole quieren hacer algo mucho más inverosímil: agujerear directamente la corteza oceánica, formada por rocas duras, no por sedimentos.
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El camino hacia las entrañas de la Tierra arde a 300 grados centígrados
Frente a su empeño, cualquier boquete abierto hasta la fecha en la superficie de la Tierra palidece, incluido el Pozo Superprofundo de la península rusa de Kola. Allí, los científicos soviéticos comenzaron a taladrar en 1970. En 1989, poco antes del batacazo de la URSS, alcanzaron los 12.262 metros, el agujero más profundo jamás excavado por el ser humano. Sin embargo, se quedaron muy lejos del manto, cuya puerta de entrada bajo los continentes se encuentra a entre 30 y 60 kilómetros de la superficie. Bajo el océano, el grosor de la corteza es mucho menor, unos seis kilómetros hasta la discontinuidad de Mohorovicic.
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El geofísico español Juan Pablo Canales, de la Institución Oceanográfica Woods Hole (EEUU), es uno de los encargados de escoger el lugar idóneo para perforar. Tienen tres candidatos, en las costas de Hawai, Costa Rica y Baja California. En todos ellos la corteza presenta un espesor de menos de seis kilómetros. Ahora, "los factores más importantes son la profundidad del fondo marino y la temperatura máxima" que se encontrarán allí, según Canales. "Perforar hasta 200 grados no es problema. A más altas temperaturas es posible, pero se dispara el coste", advierte.
Todo este descomunal esfuerzo para hacer un agujero, posiblemente, no valdrá para nada. Habrá que hacer más agujeros para conocer el funcionamiento geológico de la Tierra. Sin embargo, recuerdan los científicos, "si no hay un primer agujero, no podrá haber un segundo".