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Verde, que te quiero verde

Corrientes como el vegetarianismo, el veganismo, el flexitarianismo o el crudiveganismo plantean una alimentación alternativa en busca de la salud y el respeto a los animales

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"A los doce o trece años dejé de comer carne porque tenía una sensibilidad muy grande con los animales y no me pareció muy correcto seguir alimentándome de ellos", explica Lara Fernández de Mazarambroz, recién licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Lara es vegana, es decir, no come ningún alimento que provenga de la explotación animal. Tampoco consume productos testados en animales o fabricados con ellos, ni acude a espectáculos como el circo, las carreras de caballos o el zoo. En definitiva, no participa en "nada que pueda repercutir en el malestar de un animal".

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"No tengo ninguna necesidad porque no es una cuestión de supervivencia: puedo alimentarme de todo tipo de productos que no provengan de animales y tener una dieta perfectamente sana y equilibrada", argumenta Lara.

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Sin embargo, la opción vegana no es la única que plantea la eliminación de alimentos como la carne o el pescado en la dieta. Iris Fernández San Atilano, estudiante de Medicina en la UCM, es vegetariana: "Siempre me había interesado esta alternativa por el hecho de que me parecía mucho más respetuosa con los animales, porque con los animales puedo empatizar mucho mejor que con las plantas". A diferencia de los veganos, los vegetarianos sí comen huevos, leche (y sus derivados) y miel. Aunque "la leche y los huevos sería estupendo tomarlos de origen ecológico, porque no es lo mismo tener a las gallinas empaquetadas poniendo huevos todo el día a que estén en un corral; igual que con las vacas", matiza Iris.

"Puedo comer productos que no provengan de animales y tener una dieta sana"Recientemente ha resurgido además una tercera corriente conocida como flexitarianismo. Los que practican esta dieta son vegetarianos durante la mayor parte del tiempo, pero se permiten comer carne o pescado en determinadas ocasiones. Marta Archilla Calderón, graduada en Bioquímica, adoptó el flexitarianismo durante las últimas Navidades, después de un año como vegetariana: "El tránsito vino porque relativicé el sufrimiento: comía leche y huevos, que implican sufrimiento en los animales, de ahí que el vegetarianismo me pareciera una opción hipócrita: si comí jamón durante 20 años de mi vida, es absurdo estar poniendo pegas ahora; y si te importa tanto el sufrimiento, come la fruta que cae de los árboles y ya está", sentencia Marta.

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Comer la fruta que cae de los árboles forma parte de los hábitos alimenticios de los crudívoros. Esta dieta rompe con una de las concepciones más extendidas en el universo culinario, esto es, que la comida debe ser cocinada sometiéndola a técnicas agresivas para los alimentos. Los crudívoros renuncian a la cocina por la pérdida de nutrientes que experimentan los ingredientes si son expuestos a procesos como las temperaturas extremas. Y, si es posible, ingieren la comida en el menor tiempo posible transcurrido desde que maduran de forma natural en la planta.

"Si comí jamón durante 20 años de mi vida, es absurdo estar poniendo pegas ahora"Carmen Pérez del Pulgar, una licenciada que ha emigrado temporalmente a Reino Unido, acaba de iniciar su andadura como crudívora: "Es una dieta muy complicada: la puedo hacer en mi casa pero no puedo hacer nada con mis amigos; no es como ser vegetariano, que siempre se encuentra algo". Debido a las dificultades que plantea el crudivorismo en la ciudad, Carmen afirma: "No quiero ser superextrema porque anula mi vida social, voy a hacer la dieta en mi casa, pero si voy un fin de semana con mi familia seré simplemente vegetariana."

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Al ser cuestionadas por los motivos que las empujaron a adoptar un hábito alimenticio alternativo, las jóvenes citadas recurren principalmente a dos razones: la salud y la empatía con el sufrimiento ajeno.

"Necesito encontrarme bien, por ahora llevo sólo una semana siendo crudivegana y me encuentro estupendamente", explica Carmen: "Me siento fuerte porque creo que no le estoy haciendo daño a mi cuerpo: compro alimentos orgánicos y, puede que sea mental y crea que una manzana orgánica me alimenta mucho más que una del súper, pero realmente no me caigo por la calle."

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Lara, por su parte, explica que su salud ha mejorado gracias a su dieta: "De hecho, antes sufría de estreñimiento e hinchazones abdominales, y eso era vivir día a día una tortura; pero desde que me inicié en el veganismo se produjo una gran mejora". En la misma línea se expresa Iris, quien reconoce: "Aunque sé que se debe tomar con bastante seriedad la transición al vegetarianismo, yo la he hecho muy intuitivamente. No he tenido ningún problema de salud, de hecho tengo unos análisis preciosos".

Tan lejos del compromiso con el bienestar animal como de una decisión voluntaria se encuentran casos como el de Natalia Conde Llorente, estudiante de Periodismo, quien se vio obligada, por prescripción médica, a dejar de comer pescado y carnes rojas: "Sufro ‘estómago vago' y no hago bien la digestión por ello me recomendaron tomar mucha fibra y eliminar la carne, sobre todo de vacuno, que era la que peor digería."

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"No he tenido ningún problema de salud, de hecho tengo unos análisis preciosos" Carla Pastor Racionero, una madrileña que se encuentra preparando las oposiciones para acceder a la carrera diplomática, ofrece una visión novedosa: "Yo tengo una manera de entender el sufrimiento de los seres vivos, de acuerdo con eso no como animales que hayan vivido una vida de sufrimiento". Esta concepción representa una versión heterodoxa dentro de las corrientes citadas hasta ahora, ya que, aunque se considera vegetariana, "como peces y carne ecológica; lo que hago es no comer peces de piscifactorías. No estoy en contra del sufrimiento a la hora de morir porque creo que es parte del ciclo de la vida, y la muerte implica sufrimiento."

No obstante, la salud de Carla, a diferencia de Iris y Lara, sí se vio deteriorada debido a su alimentación: "Mi motivación no tiene nada que ver con la salud, de hecho mi salud ha podido empeorar a veces por seguir esta dieta, porque me bajó el colesterol bueno. Pero como el malo no sube, no hay mayor problema. Estaría dispuesta a poner un poquito más en juego mi salud, de hecho." Algo semejante le ocurrió a Marta, quien, como muchos vegetarianos de reciente conversión, sufrió anemia: "Luego se me pasó porque reequilibré la cantidad de verdura y de legumbres necesaria".

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