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El Vaticano critica la concesión del Nobel de Medicina a Robert Edwards

Considera que, sin el considerado "padre" del primer niño probeta, no habría "embriones a la espera de morir abandonados y olvidados por todos"

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El Vaticano ha criticado la concesión del premio Nobel de Medicina al británico Robert G. Edwards por sus investigaciones sobre la fecundación in vitro al expresar su "perplejidad" el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, el español Ignacio Carrasco de Paula.

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"¿Perplejidad? Mucha. Sin Edwards no existiría el mercado de los ovocitos. Sin Edwards no habría congeladores llenos de embriones a la espera de ser transferidos a un útero, o más probablemente para ser utilizados para la investigación, o bien para morir abandonados y olvidados por todos", manifestó Carrasco de Paula.

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Carrasco, que precisó que en sus declaraciones habla a título personal, agregó que él habría votado a otros candidatos como "Mc Cullock y Till, descubridores de las células estaminales, o bien a (Shinya) Yamanaka, el primero en crear células madre inducidas (IPS)".

"De todos modos la elección de Edwards no me parece completamente fuera de lugar" 

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"De todos modos la elección de Edwards no me parece completamente fuera de lugar. Por un lado, entra en la lógica perseguida por el Comité que asigna el Nobel, por el otro el científico británico no es un personaje que pueda ser infravalorado", agregó Carrasco. Asimismo, comentó que Edwards "inauguró un nuevo e importante capítulo en el campo de la reproducción humana, cuyos resultados están a la vista de todos".

Sin embargo, Carrasco señaló que "Edwards inauguró una casa, pero abrió la puerta equivocada desde el momento en el que se centró en la fecundación 'in vitro' y consintió de forma implícita el recurrir a donaciones y 'compra-ventas' que implican a seres humanos". "No modificó mínimamente ni el cuadro patológico ni el cuadro epidemiológico de la infertilidad", comentó.

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Edwards (Inglaterra, 1925), "padre" del primer bebé probeta, la británica Louise Brown (1978), comenzó sus investigaciones sobre la fecundación "in vitro" a mediados de la década de 1950, planteando la posibilidad de extraer un óvulo, fecundarlo con esperma en un laboratorio y volver a introducirlo posteriormente en el cuerpo de la mujer. El ganador de la presente edición del Nobel de Medicina logró que el 25 de julio de 1978 naciese el primer niño fruto de una fecundación "in vitro"

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