Rubí, el otro dragón marino
Primeras observaciones de la tercera de las especies conocidas de este pez, pariente del caballito de mar, cuyo genoma aclara su extraño aspecto.
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madrid, Actualizado:
El dragón marino es, junto a su pariente el caballito de mar, uno de los peces más populares por su extraño aspecto, especialmente en Australia, en cuyas aguas vive y donde está muy protegido para evitar su extinción. Hasta ahora se conocían dos especies, pero el año pasado se descubrió una nueva al estudiar ejemplares conservados en colecciones de museos e identificar ejemplares muertos en la pesca de barcos arrastreros en el sur de Australia.
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Bautizado como rubí por su color, poco después se consiguió observarla por primera vez en su hábitat marino, en esa zona del mundo, y ahora se ha comunicado el descubrimiento al publicarse todo el estudio en la revista Marine Biodiversity Records.
Se ha comprobado así que el dragón marino rubí es el menos espectacular de los tres, excepto por el vivo color. No tiene los apéndices de las otras dos especies conocidas hasta ahora: el común y más conocido y el foliáceo, que llegan a medir medio metro de largo. Ambas cuentan con apéndices semejantes a hojas que les sirven para camuflarse en los bosques de algas en los que viven. Sin embargo, el rubí no necesita camuflarse así, ya que vive en aguas más lejanas de la costa y más profundas, en cuyo fondo predominan las esponjas. Además, tiene una cola prensil, similar a la de sus parientes evolutivos el caballito de mar y el pez pipa, que no tienen las otras dos especies, explican los investigadores.
La expedición, que utilizó un pequeño vehículo teledirigido para buscar al dragón rubí en profundidades superiores a los 50 metros, la puso en marcha el Instituto Scripps, que tiene desde hace 20 años un programa de reproducción de estos peces. Sus científicos creen que el color rojo de la nueva especie le permite camuflarse en las aguas poco iluminadas en las que vive y que perdió los apéndices a lo largo de su evolución. Hace 150 años que se descubrió la segunda especie, por lo que esta tercera es toda una novedad, aunque los investigadores subrayan que la zona marina del sur de Australia puede dar muchas otras sorpresas porque se ha estudiado muy poco.
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Precisamente, los mecanismos esenciales de la evolución están muy presentes en el genoma del caballito de mar (que tiene que ser muy similar al del dragón marino). Se acaba de secuenciar totalmente y da pistas sobre cómo llegaron estos peces a tener unas características tan singulares. Por ejemplo, su mecanismo de reproducción es único, ya que las hembras, tras un prolongado cortejo, depositan los huevos en una cavidad abdominal del macho, que lleva adelante el embarazo.
El caballito de mar es un gran ejemplo de cómo surge la biodiversidad, porque es un pez que desarrolló rasgos únicos en muy poco tiempo, explican los investigadores de la Universidad de Constanza. S.
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Su forma es tan extraña como original. Nada en vertical, el cuerpo lo tiene cubierto de placas rígidas, no tiene dientes, lo que es raro entre los peces, y tampoco tiene cola y aleta pélvica. En el genoma se ve que le faltan los genes que contribuyen al desarrollo de los dientes, que no necesita porque aspira el alimento a través de su largo hocico. Tampoco tiene desarrollado el olfato, porque disfruta de muy buena vista. Respecto a la aleta pélvica, que evolutivamente tiene el mismo origen que las piernas humanas, el gen crucial de este rasgo no existe en el genoma del caballito de mar.
En cuanto al embarazo de los machos, se ha encontrado que la duplicación de unos genes es lo que probablemente lo hizo posible, ya que un gen duplicado puede tener una función totalmente distinta a la del original, explican Axel Meyer y sus colegas en la revista Nature. Y algunos elementos genéticos cruciales y semipermanentes que controlan la función de los genes tampoco existen en el caballito de mar, como los que son responsables del desarrollo del esqueleto, en los peces y también en los humanos.
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Al perderlos, se puede decir que evolutivamente fue por libre, y el resultado es que no tiene costillas y sí placas óseas que le protegen de los depredadores. En resumen, los signátidos (así se llaman en su conjunto) son unos animales extrañamente bellos que necesitan protección.