“No hay plan B para el ITER, el mayor proyecto energético del mundo, o avanza o se detiene”
El nuevo director general del reactor experimental de fusión nuclear detalla que en su construcción participan ya más de mil empresas y los contratos superan los 4.000 millones de euros.
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Cuando se tiene la ocasión de observar directamente las obras de construcción del ITER, el enorme reactor experimental de fusión nuclear, resulta difícil creer que el proyecto esté en crisis e incluso pueda no terminarse nunca, pero ese es todavía el temor de muchos de los involucrados en el mayor proyecto energético del mundo que toma forma en la Provenza francesa. Los retrasos, cambios y sobrecostes en el complejo intento de obtener energía de la misma forma que se produce en el Sol han hecho reaccionar a los siete socios del proyecto acelerando el cambio de su responsable máximo, que ha prometido acometer profundas reformas en la organización industrial que den un nuevo impulso al largo camino que le queda todavía por delante al ITER.
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La obra civil que realiza un consorcio hispano francés avanza a buen ritmo en el edificio central del complejo ITER, el reactor tipo tokamak en cuyo interior se calentará la materia hasta alcanzar el estado de plasma
Bajo un continuo baile de altísimas grúas, la obra civil que realiza un consorcio hispano francés avanza a buen ritmo en el edificio central del complejo ITER, el reactor tipo tokamak en cuyo interior se calentará la materia hasta alcanzar el estado de plasma, imprescindible para que se produzca la reacción de fusión. Por debajo del nivel ahora visible de lo que será un edificio de siete plantas y 400.000 toneladas de peso se ocultan los grandes cimientos antisísmicos, que protegerán el reactor de posibles terremotos. Actualmente trabajan en la obra en Cadarache unas 500 personas que se añaden a los 500 trabajadores permanentes de la sede central del ITER. Al final serán 39 los edificios en un terreno de 180 hectáreas.
En el ITER venían trabajando expertos desde 1985 y la base científica y técnica se considera probada
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Aunque nació oficialmente hace solo siete años, en el ITER venían trabajando expertos desde 1985 y la base científica y técnica se considera probada. Por eso Bigot no piensa en grandes cambios técnicos ni en la posibilidad de reducir el tamaño del proyecto para ahorrar costes porque eso podría impedir conseguir el objetivo. “No prevemos reducir el tamaño del reactor. Para ahorrar lo importante es mejorar la gestión”, dijo en Cadarache el que era antes responsable del Comisariado de Energía Atómica de Francia, un país que obtiene el 80% de sus necesidades energéticas de las centrales nucleares. Su principal preocupación es optimizar la coordinación y el proceso de toma de decisiones y evitar los retrasos porque “cualquier retraso es un sobrecoste”. La paradoja es que si falta dinero se retrasa el objetivo, lo cual cuesta más dinero a largo plazo. Por eso Bigot ha pedido disponer de un fondo para imprevistos, que permita cubrir las desviaciones en el presupuesto y está dispuesto a que si un socio no puede hacer frente a un contrato, este se pase a otro socio.
Vídeo del esquema de funcionamiento de un reactor tipo tokamak, similar al que albergará el ITER.
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Se abre camino a algo que nunca se ha hecho antes, para demostrar la viabilidad de esta fuente de energía en un mundo en el que la demanda energética ha aumentado en un 50% desde 1973
Con el ITER, que es “camino” en latín, se entra en terreno desconocido. Se abre camino a algo que nunca se ha hecho antes, para demostrar la viabilidad de esta fuente de energía en un mundo en el que la demanda energética ha aumentado en un 50% desde 1973. Además, se hace a la única escala a la que los científicos creen que se puede, que es una escala muy grande, ya que será el mayor tokamak de la historia. Lo que está en juego es cubrir una parte importante de la creciente demanda de energía mundial pero la verdad es que cuanto más cuentan los participantes sobre el proyecto más complicado parece. “Es un gran desafío, cada elemento de un tokamak es complicado”, reconoce el estadounidense Mark Henderson, especialista en el calentamiento del plasma. “Pero avanzamos más deprisa que en sectores como los aceleradores de partículas y los chips electrónicos”, asegura.
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