En cualquier hogar, ocultos a los ojos, hay mil billones de transistores. Estos pequeños interruptores hacen funcionar televisores, ordenadores o marcapasos, además de todo aparato electrónico que hace más cómoda la vida de las personas. Mañana se cumplen 60 años de un invento que, para muchos expertos, es el ladrillo con el que se construye la civilización actual.
Fue el 16 de diciembre de 1947, tras meses de duro trabajo, cuando los científicos especializados en Física del Estado Sólido, William Sho-
ckley, John Bardeen y Walter Brattain, consiguieron el primer transistor de la historia. Medía dos centímetros y era frágil, pero funcionó. Controló con éxito el flujo de corriente eléctrica desde un extremo a otro de un material semiconductor, siendo amplificada a su paso por el transistor.
Los Laboratorios Bell, empresa en la que trabajaban los tres físicos, anunciaron el hallazgo meses después. 26 grandes compañías, como IBM o General Electric, pagaron los 25.000 dólares que costaba la licencia.
Hasta entonces, las pocas máquinas electrónicas funcionaban con tubos de vacío, unas lámparas de cristal grandes, frágiles y que se calentaban. Los pequeños transistores demostraron que hacían mejor el trabajo.
Un transistor funciona como el interruptor de la luz. La posición de encendido se indica con un 1 y la de apagado, con un 0. Los ceros y unos son la base del lenguaje digital con el que funcionan las máquinas. Frente a los lentos tubos de vacío, un transistor se apaga y enciende 300.000 millones de veces cada segundo.
El primer transistor, en un sonotone
Pero el éxito no fue inmediato. Su primer uso fue para amplificar el audio de aparatos de sonido. Un audífono, el Sonotone 1010, tiene el honor de ser el primer producto en llevar, junto a dos tubos de vacío, un transistor. Fue en 1952 y costaba 229 dólares de la época.
Sin embargo, la Regency TR-1 es la culpable de la popularización de la palabra transistor. Se trataba de la primera radio portátil, que llegó a las tiendas estadounidenses en octubre de 1954. Su bajo precio, 50 dólares, ayudó a que fuera un éxito de ventas. Se llegaron a vender 100.000 unidades. Es la época del rock&roll, y este pequeño radiotransistor portátil jugó un papel muy importante en la rebelión de los jóvenes.
En 1956 aparece ya un ordenador con transistores. Dos años después, Jack Kilby, un científico de Texas Instruments, construye un circuito integrado con varios transistores funcionando al unísono sobre una base de silicio. Es el inicio de la era de los ordenadores, de los marcapasos o los vuelos espaciales.
Ley de Moore
También es la época de la Ley de Moore. El que sería fundador de Intel estableció en 1965 la idea de que el número de transistores en un chip se dobla cada dos años. El postulado se ha venido cumpliendo desde entonces, con ligeros ajustes.
La ley presupone la progresiva miniaturización de los transistores. De los pocos centímetros de diámetro que tenía el primer transistor, se ha pasado a medirlos en nanómetros, la mil millonésima parte de un metro. Si el primer procesador de Intel tenía sólo 2.300 transistores, los modelos más recientes contienen 820 millones. En la cabeza de un alfiler caben 30 millones de los actuales transistores.
Pero hay un aspecto poco conocido de la Ley de Moore tan importante como la minituarización y el aumento de potencia: el precio. Un transistor cuesta hoy la millonésima parte que en 1968. Para hacerse una idea, si los coches hubiesen seguido la misma tendencia, se podría comprar un por un céntimo.
El presidente de la Asociación de la Industria de Semiconductores de EEUU, George Scalise, cree que la invención del transistor transformó el mundo. 'Es el elemento que hace funcionar los aparatos electrónicos que han revolucionado cada aspecto de la vida humana', dice. También considera que buena parte del liderazgo actual de EEUU se debe a lo que pasó hace 60 años.
El futuro del transistor parece seguro. El proceso de miniaturización seguirá, colocándose 15.000 millones de transistores en un sólo chip. Esto abrirá la puerta a nuevos usos, los dispositivos serán tan pequeños que podrán inyectarse en el torrente sanguíneo para que supervisen el estado de salud o reparen células u órganos.
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